La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Joaquín Vaquero Palacios: la belleza de lo descomunal

La exposición sobre el artista asturiano se inauguró este jueves en el Museo ICO de Madrid

Joaquín Vaquero Ibáñez, en el centro, enseña la exposición a Miguel Stilwell (consejero delegado de EDP, segundo por la izquierda), Manuel Menéndez (presidente de EDP España, cuarto por la izquierda), Pablo Zalba (director del ICO, tercero por la izquierda) y Juan Pablo Riesgo (secretario de Estado de Empleo, segundo por la derecha).

¿Qué tiene la obra de Joaquín Vaquero que nos sorprende después de tanto tiempo y que la hace merecedora de esta exposición y de tantas visitas de especialistas? Muchas veces me han utilizado, y yo encantado, como arquitecto de contacto para venir a ver las obras de Vaquero. La disposición de Hidrocantábrico y ahora de EDP (yo sigo hablando con las mismas personas, gracias por tanto a Nicanor Fernández y su equipo) siempre es total, asumiendo con estoicismo cambios, ya que los de fuera no se dan cuenta, por ejemplo, de que ir a Grandas de Salime sigue siendo un gran viaje que ocupa, llena de dicha, el día entero o que las cuestiones de seguridad son fundamentales. En cierta ocasión trajimos un autobús desde la Universidad InternacionaI Menéndez Pelayo y al final del día aplaudían en el bus como si hubiera sido una ópera. Y lo era: la gran ópera formal de Vaquero. Este año sin ir más lejos fui cicerone para el Máster de Arquitectura Avanzada de la Universidad Politécnica de Madrid, que dirige el catedrático Juan Herreros, un apasionado de Vaquero, que nos acompañó en muchas ocasiones, donde había estudiantes de cinco nacionalidades distintas que quedaban boquiabiertos al ver las centrales, y coincidimos en Proaza, en las oficinas, y en Veriña con el joven equipo de arquitectos que diseñaba esta exposición y que iba revisando cada parte, cada archivo que encontraba en los edificios...

Recuerdo perfectamente, y me sigue impresionando cada vez que voy, la primera vez que visité Proaza, aquel "exceso" de diseño, que sería la envidia de Ken Adam, el diseñador de los interiores de James Bond, donde todo, todo, está pensado. Me emocioné (y esto se lo dice alguien que estuvo en la Hoover Dam). Vaquero nos protege de lo descomunal, a lo que alude el título de la exposición, con la escala del diseño próximo. Los interiores también, en Grandas, en todas, con esos paneles que son propiamente cuadros neoplásticos... Luego, los materiales, con cueros (que me recordaban los asientos del Seiscientos de mi padre, que yo iba acariciando el día, con 10 años, que salí volando?). Pero es que en Vaquero el bolidismo de Mollino (también con esa pelle en sus muebles), o el futurismo de Sant-Elia (que aquí se hacía realidad en sus centrales), Italia entera, es una fontana donde bebió y bien en su etapa al frente de la Academia de España en Roma. Incluso dio la imagen que hoy vemos al pabellón de España de la Bienal de Venecia. El concurso para el Faro de Colón... Su estancia en Nueva York (qué preciosas las tintas negras sobre la ciudad, ved el texto de Francisco Egaña Casariego sobre esta etapa), ¿no me digan que el edificio sede en la plaza de la Gesta no está pensado en la Gran Manzana o en Chicago? Aunque la exposición se centra entre los años 54 y 80, los de la fructífera relación con Hidroeléctrica, vamos, en las centrales, yo quedo asimismo absorto y no puedo dejar de citar el edificio del Instituto Nacional de Previsión, tras el Campoamor, o las viviendas de la calle Uría, que sobre todo cuando ves las fotos de la época en construcción, comparándolo con los coches, que entonces su diseño va muy por delante del automovilístico. Cuenta José Antonio Pérez Lastra en su estupendo libro sobre el maestro, que publicó el Colegio de Arquitectos, que el proyecto original del Instituto Nacional de Previsión que vemos en fotos antiguas con una enorme escalera de caracol, contrastando su circularidad con lo recto del edificio, fue desfigurado por la mano precisamente de García Mercadal (quien había estado en La Sarraz con Le Corbusier y los demás), y así destruyó la expresionista escalera y levantó una planta en la fachada al teatro, perdiendo así esbeltez la esquina, y esto desató la ira del asturiano. Toño Lastra, que en alguna ocasión nos sirvió de guía, tuvo una relación de amable admiración con el artista. (Lastra, asimismo, tiene una fuerte derivación pictórica y sin duda esto sirvió de conexión para las largas conversaciones con el maestro en su casa de Segovia).

Hay otras historias que ya no recuerdo quién me las contó. La gran águila que iba a rematar la presa de Salime, el Ferre como el artista lo llamaba, con unas escaleras por detrás que se podían subir para mirar. Lógicamente, el águila es el animal que más les gusta a los dictadores, sin embargo, Franco, en esta Asturias nuestra dinamitera, pidió que se eliminara ese símbolo prepotente para no provocar a los "perdedores" en un lugar tan apartado y tan peligroso en caso de terrorismo por las consecuencias que tendría...

VAQUERO PINTOR

Pero Vaquero es también Vaquero pintor, Vaquero escultor... y esta exposición da buena fe de ello. Una de las salas presenta su caballete, que soporta una foto del pintor con su paleta. Llegó a ser miembro de la prestigiosa Academia de San Luca de Roma. Su obra se incluye en lo que Richard Wagner llamó Gesamtkunstwerk, la obra de arte total, y es que hasta el ruido de las turbinas o la explosión del agua en Proaza en la sala donde llega desde el azud del monte colaboran en la experiencia global. También es parte de la liturgia el viaje a través de paisajes preciosos, inmensos, que te llevan allí. Natalia Tielve, profesora de la Universidad de Oviedo y muy vinculada a Incuna (patrimonio industrial), en el catálogo nos recuerda que Walter Gropius en el primer manifiesto de la Bauhaus abogaba por la reunificación de las artes. Vaquero, en fin, tengo que decir la obviedad: es un hombre renacentista, que funde todas las artes. Pueden ver en el Museo de Bellas Artes de Asturias obras suyas: casas de teito de Somiedo o la Catedral dañada por la guerra... A mí me encanta cuando parece que esculpe los paisajes con los pinceles, como esos murales del Reconquista o el aeropuerto de Ranón... O aquel rotundo Pantheon. Otras en la Meseta me recuerdan a Ortega Muñoz, otro viajero pintor. La exposición quiere incidir, cómo no, en esa faceta panartística y en su colaboración con su hijo Vaquero Turcios, padre del comisario, que es el responsable de muchas partes de su obra pictórica en las centrales. Turcios también aparece en la exposición en el corto de Jorge Rivero, "La Presa", en el que casi la mitad de la cinta lleva como voz en off la última entrevista que se le hizo (una parte, porque Jorge guarda aún más), y es una muestra clara, con las fotos de bueyes, con las fotos de grúas como platillos volantes que pueblan el cielo, de lo que tuvo de épico la construcción, de Odisea en el más puro sentido, un viaje a un sitio que sigue siendo lejano pero que entonces estaba fuera del mundo, de una obra como aquélla.

LA EXPOSICIÓN

Joaquín Vaquero Ibáñez, arquitecto también, nieto e hijo de los homónimos, con proyección internacional a través de edificaciones modulares industrializadas (grandes espacios oficinas en Rusia y Holanda, hasta auditorios corporativos en Segovia), siempre vinculado al mundo del arte y el diseño, ha impulsado y comisariado esta exposición, y nos comenta: "La escala ha sido desde el primer momento uno de los grandes retos a la hora de intentar transmitir las sensaciones vividas en semejantes espacios industriales. Hablamos de presas construidas mediante millones de toneladas de hormigón que conforman interiores descomunales y gigantescos; saltos de agua excavados en montañas de roca viva a los que se accede a través de túneles infinitos; salas de turbinas donde podrían convivir varios aviones de línea regular... Las dimensiones de estos espacios escapan a nuestra percepción cotidiana, transportándonos a mundos más cercanos a los dioses", Joaquín Vaquero Ibáñez.

Hay nuevas grabaciones hechas exprofeso para esta exposición por Juan Vaquero, también saga, que, con una sensibilidad increíble, nos mete en una sala donde las proyecciones en blanco y negro nos rodean. Además del lujo que suponen las noventa fotografías tomadas también para esta ocasión por el gran fotógrafo Luis Asín. También fotografías de época (alucinantes), bocetos, maquetas, libros, diversos elementos de diseño industrial...

CATÁLOGO

Tenemos que alegrarnos además de la edición de un cuidado catálogo que quedará como recuerdo de esta exposición, en el que tenemos textos, entre otros, de dos exdirectores de Arquitectura de Harvard, Rafael Moneo e Iñaki Ábalos, y además de Juan Navarro Baldeweg, que como pintor también, además de arquitecto, sin duda entenderá mejor la urgencia creativa del descomunal artista que celebramos hoy. Moneo en su texto destaca el mercado de Santiago, donde Vaquero se ata los cabos y se integra en la vieja ciudad, mientras que Ábalos marca algo que es ciertamente inevitable no tener en cuenta, y es, él no lo dice así, el cruce de estrellas que en un momento dado unen a un cliente, a un artista, una oportunidad en un punto para que se dé la epifanía del milagro artístico.

Y siento tener que decirlo, pero es efectivamente tan descomunal, envolvente, seductora, impetuosa, prepotente, increíble, plástica, desenvuelta, colorista, brutalista, orgullosa, descarnada/delicada, sublime su obra, que cualquier foto, grabación, libros o textos, maravilla de exposición como lo es ésta, dicen poco si lo comparamos con la visita directa de sus espacios, que te erizan los pelos, sobrecogen tu cuerpo, te inflan el alma y te llevan a lo eterno de la mano, gran mano, del maestro Vaquero.

Compartir el artículo

stats