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MIGUEL ÁNGEL DE BLAS | Catedrático de Prehistoria de la Universidad de Oviedo

"Excavé en medio mundo, desde Ohio a Transilvania"

"Viví en febrero o marzo de 1968 la primera gran 'encerrona' universitaria, de la que salimos de dos en dos a las cuatro de la mañana y con la Policía fuera"

"Excavé en medio mundo, desde Ohio a Transilvania"

En la mañana del 6 de enero de 1959 sucedió un hecho extraordinario en casa de Miguel Ángel de Blas Cortina: los Reyes Magos tuvieron a bien dejarle el regalo soñado, una bicicleta.

Recuerda bien el momento mágico. Era aquella una época en la que la bici no estaba al alcance de muchas familias. "Aquel regalo transformó mi vida porque significó algo así como la libertad, la posibilidad para un niño de 10 años de escapar del entorno más inmediato. No había peligro, las carreteras estaban medio desiertas. Yo cogía la bici, me iba por ahí a descubrir cosas, y mis padres, ni idea de por dónde andaba".

Miguel Ángel de Blas nació en San Martín del Rey Aurelio en 1949. El Entrego, las cuencas mineras... "Había trabajo y el dinero del mundo de la minería se notaba. El nivel de gasto era alto, y de aquella siempre se decía que las Cuencas tenían la concentración más alta de Europa de títulos superiores. De allí salieron mucho médico e ingeniero, pero también mucho artista, como Lombardía y Úrculo".

El padre de Miguel Ángel de Blas trabajaba como funcionario. "A mi hermana Luisa María y a mí nunca nos faltaron juguetes y libros, pero sin excesos de ningún tipo; comía todos los días caliente, en un mundo muy limitado. Empecé a hacer palotes a los 3 años, vestido con un mandilín blanco en el colegio de las monjas, en El Entrego. Recuerdo los días otoñales camino de clase, pero también los colores de la primavera, la luz, las margaritas, el agua de los regatos. Aquella explosión absoluta de la Naturaleza que, además, la teníamos al lado de casa".

La bicicleta se convirtió en "instrumento de exploración" para el niño que muchos años más tarde se convertiría en catedrático de Prehistoria de la Universidad de Oviedo, a la que sigue ligado. "Aquellas ganas de buscar sitios nuevos delataba mis tendencias, cierto afán de explorador, carretera arriba, cruzando puentes y ríos... Lo cierto es que sigo en eso, que es justo lo que llevo haciendo toda la vida".

Entornos distintos "para cumplir fantasías" y huir en cierto modo "del mundo pequeñín" en el que se desenvolvió la infancia de Miguel Ángel de Blas, de vocación viajero.

Instituto Virgen de Covadonga, de El Entrego. Los chavales de los últimos años de Bachillerato acudían a clase en traje y corbata, "en plan muy formal". "Estudié el Preuniversitario por Ciencias porque todo aquello del cálculo integral y la química a mí me gustaba y se me daba bien. Y de pronto, cuando me enfrento a la necesidad de elegir carrera, doy un volantazo en la vida y me matriculé en Filosofía y Letras. Supongo que influyó una curiosidad innata por el pasado".

Oviedo en el horizonte, la Universidad como nuevo espacio vital, que venía a complementar al de aquellas cuencas mineras de mina y fiestas. "En las de Barros contrataban a 'Los Pekenikes'; en la sala Somar de Sotrondio, que era emblemática, actuó Julio Iglesias, y era más fácil encontrarte con un concierto de 'Los Brincos' en algún lugar de las Cuencas que en Oviedo o Gijón. Por cierto, los veranos eran para los bailes en El Jardín, en Somió".

El revolucionario 1968 se vivió en la Universidad asturiana sin excesivas dimensiones mediáticas pero con algún encontronazo que entonces adquiría tintes épicos y que ahora suena a anecdotario: "Participé en la que yo creo que fue la primera encerrona en la Universidad. Sobre febrero o marzo del 68. Vinieron a dar una conferencia los directores de cine Costa, Drove y Gil, a los que la Brigada Político Social marcaba de cerca porque debían de tener fama de revoltosos. Eran tres progres a los que la Policía acabó deteniendo. Y se armó. Cuando nos enteramos de la detención se celebró una asamblea de estudiantes en el aula Clarín, en el edificio histórico donde dábamos clase los alumnos de Derecho y Filosofía y Letras, y se acordó pasar la noche en la Universidad como medida de protesta".

Miguel Ángel de Blas contó el número de los encerrados: 114 a las tres de la madrugada. "Por allí estaban Gustavo Bueno, Emilio Alarcos, Álvaro Galmés y Carmen Codoñer. Por la noche, la Universidad cerró sus puertas, con nosotros dentro. Con cada hora en punto la gente se ponía a cantar el 'Gaudeamus igitur'. Nosotros cantando y los de la Brigada Político Social fuera, con sus gabardinas. Al frente de toda aquella movilización estaban, entre otros, Juanón Uría Maqua y Álvaro Ruiz de la Peña".

A las tres de la mañana el rector Virgili interpeló a los encerrados. "Nos dijo que le habían dado un ultimátum y que o salíamos o entraban a sacarnos. Recuerdo perfectamente a un profesor de la Alianza Francesa que se apellidaba Murillo y estudiaba Filología, que tomó la palabra y dijo de forma muy dramática: '¡Es la hora del valor!'. Aguantamos otra hora, a las cuatro de la mañana recibimos el mensaje definitivo y para evitar un enfrentamiento decidimos salir de dos en dos por la puerta de atrás del edificio histórico".

Ahí acabó la cosa, sin que corriera la sangre. "En aquellos años lo que corría era el Gin-Kas; camiones cisternas de Gin-Kas se bebían en las Cuencas. También funcionaba el cubalibre y, quizá en menor medida, el gin-tonic, ahora tan de moda. Pero iba por barrios. En 1968 hice mi primer curso como becario, en Ampurias, Gerona. Era un curso, claro, de Arqueología y me beneficié de unas becas que concedían las diputaciones de Barcelona y Oviedo. La primera vez que salimos a tomar algo me acuerdo que pedimos unos Gin-Kas y el camarero se quedó con ojos atónitos, sin saber qué le estábamos reclamando. En Cataluña el Kas no se conocía, y eso que eran tiempos en que la marca patrocinaba un muy buen equipo ciclista. En Cataluña se comercializaba Trinaranjus".

Ampurias, la ciudad griega y después romana sobre el golfo de Rosas, le resultó a Miguel Ángel de Blas fascinante, pero aquel universitario inquieto aún no tenía las cosas claras. "Viví años de indecisión. Me interesaba mucho también la Edad Media y el arte medieval, y de hecho me pasé una buena temporada buscando iglesias románicas por Asturias".

"Recuerdo a un primo mío que cuando le dije que quería ser arqueólogo me miró muy serio y me dijo: 'Pero vamos a ver, ¿tú quies morir de fame?'. Bueno, pues después de toda una vida profesional puedo decir que hice lo que me gustaba... y que sobreviví".

Su encuentro universitario con José Manuel González resultó fundamental para explicar el devenir académico de Miguel Ángel de Blas. Hablar de González es hablar de una de las figuras históricas de la investigación arqueológica en Asturias. "Es el que crea los grandes catálogos de yacimientos prehistóricos de la región. Fui su discípulo pero, sobre todo, me precio de haber sido también su amigo. Mi entrada en la Universidad como profesor coincide con su adiós académico".

Miguel Ángel de Blas venía de un verano de soldado en el campamento de Montelarreina, y José Manuel González, ya con la jubilación próxima, le propuso entrar en el departamento de Historia Antigua. Y aceptó.

"Me dijo que me pusiera a explicar el Predinástico egipcio, y yo ni idea del asunto. Me puse a estudiar sobre la marcha. En clase tenía a un alumnado que era más o menos de mi misma edad. En paralelo preparaba mi tesina sobre la metalistería del cobre y del bronce". En aquellas clases surgió una vocación docente profunda y sólida, que lo mantuvo unido a la Universidad de Oviedo durante toda su vida laboral.

José Manuel González, que había nacido en Las Regueras en 1906, falleció en 1977, a los 69 años. Miguel Ángel de Blas fue uno de sus discípulos, pero junto a él estudiaron y trabajaron Adolfo Rodríguez Asensio y José Luis Maya, entre otros. Dicen que nadie sabía más que él de castros. En el archivo fotográfico personal del profesor De Blas hay testimonios de sus excursiones arqueológicas por Asturias en compañía del maestro.

El espíritu viajero volvió a aflorar con todas las fuerzas, ahora que a fin de mes llegaba un modesto sueldo al bolsillo. "Yo creo que visité todas las grandes colecciones arqueológicas europeas, docenas de museos desde el norte de Escocia al Oriente Próximo. Me embarqué en proyectos tan extraños como el que me llevó a Ohio a buscar túmulos. Se lo contaba a la gente de aquí y veía en sus caras los gestos de estupor".

En muy poco tiempo sucedieron muchas cosas académicas. Terminada la tesina, con trabajo como profesor colaborador, Miguel Ángel de Blas abordó la tesis doctoral, dirigida por Francisco Jordá, otro de los grandes referentes en el estudio del Paleolítico Superior. Había llegado a Oviedo en 1952 como director del Servicio de Publicaciones Arqueológicas de Asturias y pronto entró en la Universidad de Oviedo como profesor de Historia del Arte.

De Blas aprobó las oposiciones nacionales para plaza de adjunto, sacó el doctorado y acabó ganando una plaza de catedrático lejos de Asturias. "Siempre compaginé investigación y docencia. Pasé muchísimos veranos en excavaciones. Excavar y viajar, así durante cuarenta años. Cogía el coche, metía la tienda de campaña, el material de trabajo y a hacer kilómetros hasta donde fuera. A los Cárpatos, a Transilvania... con leche en polvo de la Central Lechera Asturiana en la mochila".

Dio su primera clase en octubre de 1972, con apenas 23 años y recién terminada la carrera. "Llevo 46 años de docencia y a veces no reconozco esta Universidad, que se ha burocratizado absolutamente. Lamento este encogimiento y la merma de recursos. Yo tengo perspectiva en el tiempo y puedo decir que había más medios materiales hace veinte años. Vivimos una concepción de la docencia universitaria como si fuera un mero apéndice de las enseñanzas medias. Muchos alumnos tienen falta de hábito de lectura y notables carencias de capital verbal, y eso es tremendo porque sin palabras no hay ideas, y es algo que no se le puede imputar al sistema".

Pero a la vez, Miguel Ángel de Blas reconoce que "hay un alto porcentaje de estudiantes que me inspiran una enorme ternura. Son por lo general gente muy sana, excelentes personas, que me caen muy bien".

Los años ochenta fueron la gran década de excavaciones en su currículo. En 1980 tuvo lugar la primera campaña en el Abrigo de la Viña, cerca de Oviedo. "Es un yacimiento extraordinario del Paleolítico Superior". Un año antes la primera lectura del panel de La Lluera la hicimos Javier Fortea y yo".

Fue una "época dorada" de excavaciones que han dejado recuerdos imborrables, como aquel cuartel general -campamento base- que toda una generación de guerreros de las piedras montaban en el Palacio de Llanuces, en Quirós, con la vista puesta en los yacimientos del puerto de La Cobertoria.

"Las condiciones de vida eran las justas, pero había entusiasmo. Compartí trabajo con gente muy cualificada, como Ángel Villa, Joaco López, Javier González Santos y Ramón García Piñeiro".

- Un momento especial.

-El momento en que creo que llegué a entender Peña Tu. Me pasé mucho tiempo al lado de ese monumento, buscando claves. Un día llego a casa y le digo a Pilar, mi mujer: Peña Tu es un animal, una cabeza de reptil, una roca de cuarcita llena de docenas de escamas por una de sus partes. Una piedra zoomórfica llena de vida.

Segunda entrega, mañana, lunes:

"Mineros de hace cuatro mil años, la afición ciclista y nostalgia universitaria"

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