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VIRGINIA ÁLVAREZ-BUYLLA | Profesora de Inglés jubilada

"La admiración que sentí por mi padre no fue demasiado buena para mí"

"Mi madre no conoció a sus padres y con nosotras fue muy sacrificada aunque muy poco cariñosa; hablar con ella era un placer, pero no de cosas íntimas"

Virginia Álvarez-Buylla, en el jardín de su casa de Somió con "Gol", perro de muchos amigos. JUAN PLAZA

-Nací el 1 octubre de 1944 en Avilés. Soy Álvarez-Buylla de Oviedo, lado republicano.

- Hija del profesor José Benito. Cuente.

-Empezó Derecho a los 14 años y acabó a los 18 años con premio extraordinario, todo matrículas menos un sobresaliente.

- ¿Cómo pudo estudiar tan joven?

-Mi abuelo Benito Álvarez-Buylla, catedrático de Química y fundador del Instituto del Carbón, tenía influencia y quiso que estudiara a la vez que su hermano Adolfo, algo mayor, que era un poco vaina entonces. El premio extraordinario le permitió pasar dos veranos en la Universidad Menéndez Pelayo de Santander y hacerse famoso.

- ¿Y eso?

-Fue el primer español que ganó el campeonato de tenis. Para ser diplomático, pasó un año en Londres en casa de un tío cónsul, aprendiendo inglés. Al volver, estalló la guerra, y la familia, cercada en Oviedo, no pudo recogerle. Se vio en Santander solo y sin dinero. Le dejaron dormir en la Menéndez Pelayo. Fue pasante en el Juzgado. Meses después fue a Potes, con su tío notario, Pepe Prieto.

- ¿Hizo la guerra?

-Estuvo un día. Lo subieron a un tren y se bajó. No tenía afición. Tío Pepe y él vinieron a Gijón, donde estaba mi abuela Virginia Álvarez, de familia industrial de Avilés, y se refugiaron en la casa de los Paquet, en Jove. El cuidador de la finca les denunció por rojos. Julio Paquet era muy buena persona, pero tenía dos hermanos muertos y no hizo nada.

- Entró en El Coto.

-Comentando "Me dijeron que viniera". Conocía a su abogado de Santander. Éste no quería que se supiera que había ejercido en zona roja, no lo defendió nada y le condenaron a muerte. Le trasladaron a Celanova (Orense) a un monasterio. La gente los ayudó. Ahora hay una placa ante el monasterio con un poema de mi padre. Le liberaron antes de cumplir tres años sin antecedentes penales. Mientras estudiaba para diplomático conoció a mi madre, Covadonga Bustillo, en Oviedo. Y se armó la de San Quintín.

- ¿Por qué?

-Mi tía Eloísa Bustillo, una señora muy distinguida y pasional de Oviedo, estaba muy enamorada de su marido, Wenceslao Guisasola, millonario, dueño de una fábrica de loza. La guerra les cogió en Somió, de vacaciones. Mi tío Lao estuvo escondido, pero alguien lo denunció y lo mataron en la playa de La Franca poco antes del final de la guerra. Mi tía Eloísa detestaba lo que le oliera a rojo y no le gustó que su hermana pequeña saliera con un chico que venía de la cárcel.

- Un carácter, su tía.

-Gastó la fortuna de su marido con sus nueve hermanos. Desheredó a mi madre y la echó de casa. Mi madre fue a vivir a una pensión y cuando salían por Oviedo eran la comidilla.

- ¿Cuánto tiempo fueron novios?

-Dos o tres años. Se casaron en Madrid porque una hermana de mi madre la apoyó.

- Volvieron a Avilés.

-Mi padre encontró trabajo en una pequeña fábrica de cristal que llevaba mi tío Serafín Álvarez, de gente muy distinguida pero que se portó como un cochero: echó a mi tío Adolfo de la fábrica y mi padre se marchó por solidaridad. Adolfo era químico y consiguió otro trabajo. Mi padre volvió a la casa paterna, "el chalé del poeta", en la plaza de América. Esa casa ya la recuerdo. Recuerdo todas las casas en que viví con mucho detalle.

- ¿Y después?

-Vinimos a Gijón, donde mi padre trabajó de secretario en la oficina de siderometalurgia de Gijón. El director era un falangista que no sabía de nada y el que trabajaba era papá. Luego empezó a dar clases de Inglés, particulares y en el Corazón de María. Los alumnos le adoraban y los curas lo echaron en cuanto salió un cura con carrera.

- ¿Se lleva mucho con sus hermanas?

-Las cuatro primeras, año y medio o dos años entre nosotras; la última, seis años con la anterior. Tenemos muy buena relación. Dos viven en Madrid, una en Oviedo y dos en Gijón.

- ¿Cómo era su padre con ustedes?

-Le admiré de tal manera que no fue demasiado bueno para mí, porque no podía compararme con él. Si yo conocía a alguien no me atrevía a juzgarlo hasta que no opinaba mi padre. Me influyó muchísimo. La vida le dio muchas bofetadas y salió de ellas sin queja ni rencor. Todo lo achacaba a las flaquezas humanas. Su manía era que estudiáramos para trabajar. Si conocías un chico, no te preguntaba de qué familia era, sino si estudiaba. Y si no, como si era un Rothschild. No viví la desigualdad femenina: nos exigió como a hombres y nos dio igual libertad.

- ¿Y su madre?

-Tuvo una vida muy complicada. A los 9 meses de nacer murió su madre de una gripe y, poco después, mi abuelo, creo que del susto de quedar con nueve hijos. A ella la cuidó una prima en León que acabó tirándose por la ventana delante de ella. A los 5 años la internaron en el colegio Santo Ángel con sus hermanas. Hasta los 14 años no salió ni una semana porque no tenía adónde ir y sin que nadie la quisiera ni la fuera a ver. Cuando mi tía Eloísa se casó con Guisasola, las sacó y las llevo a vivir con ella a Lugones. Estudió Magisterio en nada. Tuvo que aguantar a la tía obedeciéndola y recordándole lo que le debía.

- ¿Qué tal madre fue?

-Muy abnegada, sacrificada por nosotras pero poquísimo cariñosa. Hablar con ella era un placer, pero no de cosas de intimidad. Mi hermana Lucía, la primera psiquiatra infantil de España, dice que quiso ser madre, pero no supo. Siempre fue un problema para nosotras, cinco hijas de película de Ingmar Bergman, relativamente brillantes, siempre analizándonos. Las adoro, pero acabo agobiada.

- ¿Cómo se recuerda de niña?

-Nada feliz, aunque no me faltó nada. De dinero íbamos regular, pero estudiábamos en la Asunción. Me comparaba con compañeras a las que les daban mucho dinero para las fiestas, lo comentaba en casa y mi padre decía que su familia había hecho fortuna con el estraperlo y que debía enorgullecerme de la mía, que trabajaba por los demás. Yo pensaba: "Muy bien, pero las monjas les dan coba a las del estraperlo". A la vez, yo era divertida, juguetona, marimandona y acomplejada.

- ¿Por qué?

-A los 7 años engordé algo. Una amiga de mi madre odiaba las gorduras y ponía a su hija a dieta. Mi madre la imitó y, a los 8 años, yo comía filete a la plancha y pescado cocido. Me odiaba por gorda, pero no seguía el régimen. Hasta hoy. Soy una gorda subnormal, me considero inteligente y preparada, pero conozco a alguien y creo que está pensando: "¡Qué botijo, qué horror!".

- Avanza una adolescencia complicada.

-Con mi complejo idiota y, a la vez, abierta. Pensaba: "¿Cómo no voy a tener amigas? Me porto bien, las hago sonreír y no soy enemiga porque los chicos no me hacen ni caso". Tenía dos amigas de las guapas del colegio y las invitaban a los guateques y a mí no. Rabiaba. No sé por qué tenía tanta afición porque no necesitaba un chico para nada. Lo pasaba bien con las amigas y el cine. Alguno que me hizo caso no me interesó nada.

- ¿Sabía qué quería ser?

- Aprobaba sin estudiar demasiado. Quería ser médico o enfermera, por las novelas y por cuidar gente, hasta que vi que había que pinchar y cortar. A los 17 quise ir a Madrid, por Periodismo o Historia. Si hubiera hecho Periodismo, ríete de la Encarna en la radio. Y en Historia habría llegado a algo. Mi hermana Lucía tenía una vocación médica muy fuerte. Fue a Madrid a vivir con una tía dispuesta a recibir a una, y no había dinero para que fuera a un colegio mayor.

- Vino a Oviedo a hacer Románicas.

-Viví en casa de una hermana de mi madre, buenísima, con tres hijos premio extraordinario fin de carrera. Me costó acostumbrarme. No podía llevar amigas que estaban locas por ir a casa porque mis primos eran guapísimos. No me dejaban estudiar por la noche y yo era de ponerme dos días antes del examen. Tenía ganas de salir y poco interés en lo que estudiaba. Mi tía tenía novelas inglesas que me encantaban y al volver de Navidad las había regalado para que yo estudiara.

Segunda entrega, mañana, lunes:

"Pasé años duros, trabajando y criando cinco hijos que adoré y no sé si se enteraron"

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