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El intento por salvar una especie emblemática en Asturias

Proyecto Arca, el último coletazo del salmón

Las Mestas del Narcea lidera el mayor programa de repoblación de salmónidos en Asturias, que este año cuenta con el récord de 35 reproductores

Roberto Rodríguez, cuidador de la piscifactoría de Quintana, con un alevín de salmón en la planta de cría. MIKI LÓPEZ

Isaías Rebordinos tiene 78 años y este año es la primera vez que dona un salmón al proyecto Arca. Quiere garantizar que los que vengan detrás puedan disfrutar de capturar salmones en la ribera del Narcea. Algo está cambiando en la visión del pescador tradicional asturiano, ése que acudía con su caña y sus aparejos sólo con la intención de llevarse a casa el cupo de salmones que le permitía la ley. Cuatro actualmente.

El futuro del salmón es incierto en Asturias, pero hay algo que se empeña en cambiar el curso del descenso en picado que las capturas llevan registrando en el Principado desde hace décadas.

Ese algo es el proyecto Arca. La esperanza del salmón asturiano. Un programa que gestiona la sociedad de pescadores Las Mestas del Narcea y cuyo objetivo es repoblar los ríos asturianos con miles de alevines que proceden de los salmones que los propios pescadores ceden al proyecto.

El proyecto Arca nació en el año 2005. Brota del empeño de la sociedad de pescadores Las Mestas del Narcea, que dispone de una piscifactoría en el pueblo de Quintana, en Pravia, y ya llevaba años trabajando con la trucha para repoblar los afluentes asturianos.

La sociedad se fundó en el año 1994 y en la actualidad cuenta con 961 socios, entre los que hay diferentes sensibilidades y formas de ver la pesca, pero que aúnan esfuerzos en la repoblación de los ríos asturianos.

Todos van a una, aunque luego se lleven el salmón a casa cuando lo pescan o lo cedan al proyecto de repoblación.

"Cedo el cuarto, porque los tres primeros me gusta compartirlos con la familia, pero trabajo todo el año en el Arca para que sea posible también tener salmones que pescar el año que viene", asegura Gonzalo Rodríguez, de 71 años, socio fundador de Las Mestas, que ha bajado a comprobar que los reproductores siguen bien en sus piscinas. Todos han sobrevivido al proceso de traslado desde el río a las bañeras. Bien.

Las bajísimas tasas de pesca del salmón de las últimas tres décadas hicieron saltar las alarmas y los pescadores decidieron arrimar el hombro y repoblar los ríos con alevines de salmón criados en cautividad. Un intento por mermar las influencias negativas de los embalses de las hidroeléctricas, que cortaron de cuajo el curso de los ríos y las subidas de los salmones; de la pesca masiva en la mar, y del impacto de los depredadores naturales.

Ellos, los ribereños, fueron los primeros en atajar la situación, y aunque sólo el 12 por ciento de los salmones capturados proceden de las repoblaciones, no cesan en su empeño. Sólo ellos se mueven. Este año la sociedad soltará en los ríos asturianos 250.000 alevines de salmón criados en Quintana. Una cifra de récord.

Enrique Berrocal, presidente de la sociedad de pescadores, se emociona al hablar del proyecto Arca. Berrocal lleva tatuados en su pierna dos salmones en época de freza. Dona al proyecto Arca todos los salmones que ha capturado este año en el río. El año pasado hizo lo mismo.

Berrocal quiere que el salmón no abandone los cauces asturianos, y por falta de empeño no va a ser. "Cuanto más repoblemos, más salmones tendremos en nuestros ríos", asegura el presidente de la sociedad.

Desde su puesta en marcha, el proyecto Arca_ha ido sumando reproductores. Esta campaña se han sobrepasado los pronósticos más optimistas. Treinta y cinco peces donados en total. El año pasado fueron diecisiete. Durante la temporada de pesca los ribereños donan los salmones para que hasta la época del desove se mantengan con vida en las piscinas, con agua de río que llega desde el Aranguín, un afluente del Nalón, a sus bañeras verdes, donde los salmones nadan en círculo.

Más tarde, en diciembre, el Principado aporta más salmones al proyecto, que se capturan en el río Nalón a la altura de Valduno y Furacón. Ahí se desovan las hembras. Los machos, cuyos lomos ya serán de un color amarillento, se soltarán directamente al río, y ellas aportarán sus huevos para que sus crías crezcan seguras en la piscifactoría.

Para llevar a cabo el desove de las hembras se les aplica una pequeña dosis de anestesia. Son animales que rondan los cinco kilos de media y son complicados de manejar. Pesan, se escurren. Una vez liberadas de sus huevas, las hembras vuelven al río, a vivir en libertad.

"No entendemos que haya gente que critique nuestro proyecto porque tenga mejores o peores resultados. Es un esfuerzo enorme", comenta el presidente de Las Mestas, que vive toda la temporada de pesca con su móvil en el bolsillo, pendiente de si alguien le llama para ir a buscar un salmón que acaba de ser capturado y que han decidido donar al Arca. "Es una sensación que no puedo explicar, es un esfuerzo enorme, pero reconozco que no sé vivir sin este proyecto. Creo en lo que hago y acudo siempre que me llaman. No es sencillo mantener el salmón con vida en el río y hay que ser muy fino para desplazarlo hasta la piscifactoría, pero este año hemos tenido una gran respuesta de nuestros pescadores y de los de la sociedad Fuentes del Narcea, que también colabora en este proyecto", añade.

En la piscifactoría de Quintana trabaja todos los días Roberto Rodríguez, que antes era pescador y ahora es cuidador de salmones, de los padres y de los hijos que se gestan en sus piscinas, que allí nacen y crecen.

Siete mil alevines bajo su mando, a los que hay que alimentar y cuidar para que alcancen el tamaño ideal que permite soltarlos al río con posibilidades de que sobrevivan. "La mentalidad del pescador está cambiando. De lo contrario no tendríamos aquí 35 salmones donados", concreta Rodríguez, que lleva once años a cargo de esta "guardería salmonera".

Las Mestas sólo reclama más apoyo a la Administración y toma como ejemplo el respaldo que Cantabria recibe de su Gobierno para un proyecto similar, más financiación para poder crecer en este proyecto, que tiene mucho trabajo detrás. E ilusión, como la de Berrocal cuando se fue a dibujar su tatuaje en la pierna. Llevaba años reflexionando qué hacerse. "Quería algo que me motivase, que me llenase, que me hiciese tener ilusión. Un día entré en la piscifactoría y vi esta imagen colgada en la pared y dije: ahí está", y se los tatuó en la pierna. Porque Berrocal lleva en la sangre el amor a los salmones, sólo por debajo del que tiene por su familia, aunque el Arca sea también su hijo.

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