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"Tengo mis limitaciones, pero no soy tonto"

El avilesino José Ávila representa a nivel regional a los discapacitados intelectuales del movimiento nacional Plena Inclusión y clama por su derecho al voto, ahora a debate: "Somos personas de pleno derecho"

Ávila prepara un guiso para sus compañeros de piso M. V.

José Ávila González está enamorado. Ella se llama María Teresa. ¿El apellido? "No lo sé, pero la quiero", reconoce entre tímido y nervioso. González entiende de amor igual que de cocina, limpieza del hogar o fútbol. Pero cada día pelea porque la sociedad, en este caso la asturiana, le vea como un chaval más de 35 años con autonomía para votar, casarse o trabajar: José Ávila González es discapacitado intelectual, el único de cuatro hermanos que nació con lo que hasta hace pocos años se mal llamaba "retraso mental". Pero de idiota no tiene ni un pelo: "En clase siempre iba más lento que mis compañeros y tengo limitaciones, pero no soy tonto". En Asturias es el líder del colectivo Plena Inclusión, la organización que representa en España a las personas con discapacidad intelectual. Esto le llevó hace sólo unos días a exponer las reivindicaciones del colectivo ante los parlamentarios de la Cámara baja. En el Congreso clamó por la inclusión real: "Somos personas de pleno derecho".

A José Ávila le gustaría que todos los discapacitados intelectuales tuvieran, como tiene él, la oportunidad de votar en las elecciones europeas, autonómicas y municipales del próximo 2019 por mucho que algunos jueces los incapaciten. Se lo dejó claro a los diputados que llevan meses dando vueltas a la posible reforma de la Ley Orgánica del Régimen Electoral General (LOREG), que daría voto a alrededor de 100.000 españoles más. "No somos un estorbo y tenemos los mismos derechos que cualquier persona", afirma.

José Ávila nació con discapacidad intelectual, y la vida no le puso las cosas nada fáciles. Dio los primeros pasos en el Orfanato Minero. De aquellos años asegura no recordar demasiado. Tenía madre -"murió hace unos cinco años", precisa- y padre, pero su infancia transcurrió de institución en institución. ¿Su familia? "Enfermedades, ponlo así", apunta. A José Ávila no le tiembla la voz cuando habla de su niñez: "Ellos (sus padres) iban a verme al orfanato de vez en cuando". Su lucha desde la infancia a favor de la inclusión le hizo fuerte y pelín valiente. A los 5 años pasó del Orfanato a depender de Cruz Roja en Oviedo y luego al centro de menores Los Pilares, también en la capital asturiana. Por todo él presume de ser nacido en Oviedo, natural de Mieres y vecino de Avilés.

En Los Pilares transcurría su día a día, que compaginaba con estudios en el colegio de San Juan de Dios primero y en el Auseva después. "Tenía profesores de apoyo y me fue bastante bien. Aunque yo no sentí rechazo, sí existe y se sufre en las aulas por parte de los compañeros", lamenta. Ahora este avilesino de adopción defiende que los profesores adquieran más conocimiento acerca de la discapacidad intelectual para que puedan prestar atención a cualquier persona que la sufra. "La educación es exclusiva y muchos dejamos de estudiar por esta razón", confiesa. Hay muchos tipos y causas de discapacidad intelectual. Algunos se originan antes de que un bebé nazca, otros durante el parto y otros a causa de una enfermedad grave o accidente en la infancia. Siempre antes de los 18 años.

Con la mayoría de edad en su DNI, José Ávila González se desplazó a Avilés y se encontró con la asociación Rey Pelayo, para personas con discapacidad intelectual de Avilés y comarca. Respiró. Vive desde entonces en un piso tutelado a un paso del casco histórico que comparte con siete personas más, todos hombres. De lunes a viernes, de 9.30 a 16.30, acude al centro de apoyo a la integración de este colectivo, donde los chavales, unos setenta, trabajan en la integración sociolaboral, la promoción y el desarrollo personal. Luego Ávila participa en distintas actividades, pero lo que más le gusta es el fútbol sala.

Finalizada la jornada, Ávila disfruta de tiempo libre. Hace lo que puede hacer cualquier persona cuando sale de trabajar: un café, un paseo, cine, teatro... Y llama cada día, sí o sí, a su novia María Teresa. Como Víctor Manuel, Ávila canta eso de "Sólo pienso en ti". Le gustaría casarse e incluso formar una familia. Ahí otra traba con la que se encuentran los discapacitados intelectuales y que presentó en el Congreso: "A muchos nos gustaría desarrollar nuestra propia sexualidad y afectividad, pero nos encontramos con un problema importante, muchas veces fruto del paternalismo. Los padres quieren protegernos tanto que nos impiden tener nuestra propia familia". La "cara B" de este problema es la soledad a la que se enfrentan los discapacitados intelectuales, especialmente los de mayor dependencia, cuando sus cuidadores principales, habitualmente sus padres, fallecen. Para paliar este problema, los integrantes de Rey Pelayo están construyendo en Avilés una residencia en La Ceba, en La Carriona. Ávila tiene tres hermanos, los tres viven en Asturias, y se ven de vez en cuando, pero no influyen en su toma de decisiones.

El ya avilesino José Ávila sueña también con trabajar como muchos chavales de 35 años. Tiene en su poder el título de Graduado Escolar, que guarda como oro en paño. No le hace ascos a ningún curro, pero si pudiera elegir lo tiene claro: "Quiero ser ayudante de cocina". Una vez al mes cocina para sus compañeros del piso tutelado, y dicen quienes le conocen que es bueno a los fogones. Pero de momento el trabajo es eso, un sueño. Reivindica, como hizo ante los políticos de la Cámara baja, que las empresas tengan más cupo para personas con discapacidad intelectual. En España hay casi 300.000 personas como José Ávila, un luchador que ha aprendido a defenderse solo por la vida por mucho que lo hayan llamado tonto. Lo que no es.

Este joven que se peina con gomina, viste camisa y usa teléfono móvil participará el próximo noviembre, los días 29 y 30, en una nueva reunión nacional como representante de Asturias. "Construimos Mundo", como se llama el encuentro al que asistirá, es un proyecto de activismo y poder de las personas con discapacidad intelectual en su hogar, en las organizaciones y en la sociedad. Una vez más José Ávila volverá a alzar la voz por los discapacitados intelectuales. "Para mí es una cosa muy seria y una gran responsabilidad participar en este tipo de actos, pero voy tranquilo porque todo lo que digo siempre es consensuado con mis compañeros", sentencia. Él, no obstante, cree tener la solución para evitar muchas de las zancadillas que sufren los discapacitados: "Es necesaria más educación. Lo más fácil es pensar que somos tontos y aislarnos, nadie se preocupa por conocernos y ahí comienza parte del problema". Ávila echa en falta mayor concienciación: "En la mejor familia puede haber un caso de discapacidad intelectual".

Razón no le falta. Plena Inclusión calcula que aproximadamente un uno por ciento de la población española tiene algún tipo de discapacidad intelectual: alrededor de un 57 por ciento hombres. Por todas estas personas lucha desde Avilés un discapacitado intelectual que tiene las cosas muy claras: "Yo también cuento". Y porque cuenta irá a las urnas el próximo mayo, seguirá soñando con que alguien le dé un trabajo en la cocina y también con María Teresa. Por qué no, en la cabeza de José Ávila suenan campanas de boda. Y esto tampoco es tontería. Ya lo decía Forrest Gump.

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