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Hierva la caldera obedeciendo al infernal conjuro...

La noche de brujas deja en el aire aroma a pociones preparadas con plantas "mágicas" de los campos y huertas de Asturias

Hierva la caldera obedeciendo al infernal conjuro...

Aún humean las calderas donde se cocieron las pociones mágicas para hechizos y encantamientos en la noche de brujas o de muertos (31 de octubre), el Samhain o Halloween (dos versiones de la misma celebración, con arraigo en el mundo anglosajón y con creciente éxito en España). Unos brebajes cuya esencia -dejando de lado alas de murciélago, verrugas de sapo, ojos de tritón, escamas de lagarto, entrañas de macho cabrío y otras casquerías impactantes- son plantas con virtudes sanadoras, propiedades alucinógenas y cualidades "sobrenaturales". Un herbolario extenso, que incluye la famosa mandrágora y un ramillete de especies presentes en Asturias, ya sea en estado natural o cultivado, que encabezan la belladona (utilizada como narcótico, afrodisíaco y excitante) y el beleño negro (empleada para provocar alteraciones de la consciencia), y entre las cuales predominan netamente las solanáceas, una familia que ha adoptado como estrategia defensiva el desarrollo de principios activos de elevada toxicidad.

Curiosamente, muchas de estas hierbas de la farmacopea brujeril son especies comunes que crecen en cunetas, escombreras, antiguos camposantos y otros terrenos alterados, ricos en nitrógeno, vinculados al hombre pero despreciados: malas tierras; una condición que fomentó su mala fama y propició su trascendencia a la esfera de la magia y la superstición. Otras entran en la cocina por la puerta grande, como el romero y la calabaza, esta última erigida en símbolo de Halloween a finales del siglo XIX en Estados Unidos, por conjunción de una leyenda de los emigrantes irlandeses y un excedente coyuntural de este fruto.

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