La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

María Neira | Directora del Departamento de Salud Pública y Medio Ambiente de la Organización Mundial de la Salud (OMS)

"La Universidad no debe ser una fábrica de parados, sino una cantera de gente con mucha ambición intelectual"

"Ante el cambio de modelo energético, ¿es aceptable un periodo de transición? Hay que acelerar el ritmo, sabiendo que va a generar una nueva economía. Va a haber empleos un poco diferentes y de mejor calidad"

María Neira, en el hotel de la Reconquista, de Oviedo. Luisma Murias

Para ella, pasar cuatro días seguidos en su oficina central ya es casi un síntoma de sedentarismo. María Purificación Neira González (La Felguera, 1960) dirige el Departamento de Salud Pública y Medio Ambiente de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Estudió Medicina en la Universidad de Oviedo, y el próximo lunes, día 26, pronunciará una conferencia en su alma mater titulada "Transición saludable al futuro", en el marco de la celebración de Santa Catalina de Alejandría, patrona de la institución académica asturiana. Médica especializada en endocrinología, María Neira reside en Ginebra (Suiza) y maneja una agenda de tremenda movilidad. Lleva en Ginebra desde el jueves, pero mañana viaja a Lisboa y el martes regresa a Suiza; el jueves se desplaza a Oslo, con regreso el viernes. Y el fin de semana a Madrid para hablar en Oviedo el lunes, a las 12.00 horas, en la Biblioteca del edificio histórico de la Universidad de Oviedo.

-¿Le ilusiona volver a la Universidad de Oviedo?

-Claro que me hace ilusión. Por mi trabajo, tengo la oportunidad de ir a muchas universidades y trabajar con muchos grupos académicos, pero ir a hablar a la Universidad de Oviedo, a un edificio tan simbólico y que he visitado tantas veces, es una oportunidad muy singular.

-¿Qué recuerda de su paso por ella?

-Estudié en el edificio de Medicina, en el campus del Cristo. Siempre quise estudiar Medicina. Recuerdo muy bien el día en el que puse el pie por primera vez en la Facultad, un edificio muy moderno con aulas escalonadas. Todo me parecía muy novedoso. Luego resultó que las aulas no eran nada amistosas. Estaban a tope, con gente de pie e incluso sentada en las escaleras.

-Eran cursos muy numerosos.

-No sé el número exacto. Estábamos a tope, sobre todo en primero de carrera. Después ya fue quedándose gente, y en sexto el grupo ya era mucho más pequeño. Hubo una criba muy importante.

-¿Pensó en dedicarse a la Universidad, en hacer carrera docente?

-No, la verdad es que no. Siempre me gustó mucho hablar con la gente, intercambiar puntos de vista. Y me gusta ir a dar clases en algún máster o impartir cursos universitarios. En mi época había compañeros míos que ya colaboraban con algún departamento. Pero nunca me lo planteé como trayectoria profesional. Yo quería salir, ver mundo, ejercer la medicina... Además, la vida de profesor no pega mucho con mi carácter antisedentario.

-Pero usted, con su experiencia, tiene mucho que aportar a los estudiantes universitarios.

-Eso me encanta. Conversar con gente joven me resulta muy enriquecedor. Creo que los alumnos suelen percibirme como una ponente divertida: me gusta mucho, intento romper los moldes un poco... Pero hacer una vida académica requiere algunas cualidades que creo que no tengo desarrolladas.

-Cuando uno llega a una Universidad puede ponerse pesimista y verla como una gran fábrica de parados o de gente frustrada que no tendrá oportunidades para demostrar su valía€

-Nunca hay que verlo así. Uno no va a la Universidad sólo para acceder a una vía laboral, que obviamente es fundamental, sino para obtener formación, educación, desarrollo intelectual, que representan bienes máximos, conquistas irrenunciables. Del paso por la Universidad hay que saber recoger lo mejor. Quizá hay universidades un poco anquilosadas en el modelo tradicional de enseñanza, pero también hay modelos más modernos, de grupos de trabajo, de estimular a los alumnos para que aprendan adónde tienen que ir a buscar el conocimiento... La gente que aprende este tipo de cosas suele encontrar salidas laborales. La Universidad no puede ser una fábrica de parados, sino una cantera de gente con mucha ambición intelectual que busque su camino. Sin esta ambición, cualquier país se muere, sin duda alguna.

-¿Tiene usted la percepción de que la formación universitaria es una fuente de salud para las personas?

-No es una percepción. Es una realidad a la que hemos llamado determinantes sociales de la salud. Está demostrado que, a más formación y más educación, más y mejor vives. La formación te da acceso a unos estándares de vida y socioeconómicos que van ligados a un mayor nivel educativo. Cuanta más educación, más acceso tienes a los servicios, mejor te cuidas, mejor estilo de vida llevas.

-Su conferencia versará sobre "transición saludable al futuro". Hay aspectos de esta transición cuando menos inquietantes: pongamos, el cierre de las centrales térmicas. La industria da de comer a mucha gente...

-Obviamente. Pero pensémoslo de forma estratégica. Nadie va a renunciar a algo que nos dé de comer. Claro que necesitamos una economía que genere empleo. Pero a lo largo de la Historia hemos pasado por muchas transiciones que parecían imposibles: la llegada de la imprenta o de los ordenadores; los teléfonos usados como cámara fotográfica; la contratación directa de los viajes sin recurrir a una agencia... La evolución no la para nadie.

-¿Con lo cual...?

-Lo que hay que hacer es anticiparla, gestionarla y distribuirla de forma estratégica. Y ése debe ser el papel de los gobiernos y de la clase política: tener una visión del medio y largo plazo. En la transición energética, es evidente que los combustibles fósiles tienen sus días contados. Eso no es nuevo: ya se dijo en la primera conferencia del cambio climático. Esa transición hay que hacerla, sí o sí. Portugal ya consiguió el año pasado llegar al cien por ciento de energía renovable para su consumo de electricidad. Y eso no significa que no haya negocio. Los escandinavos son de los países más ricos del mundo y, sin embargo, ya han hecho su transición energética. No podemos negar la evidencia de lo irreversible. Ni rechazar cambios que son inevitables, y además de sentido común, y estratégicos desde los puntos de vista económico y de salud pública. Eso pospone decisiones, pero nada más.

-Pero diseñar los ritmos de los cambios no es una cuestión menor...

-Yo planteo una pregunta: ¿es aceptable un periodo de transición? Puede ser, pero cada año hay siete millones de muertos por la contaminación del aire. Si esto nos parece aceptable, podemos prolongar lo que tenemos otros veinte años. Si nos parece inaceptable, como me parece a mí y a todos los que trabajamos en salud pública, habrá que acelerar el ritmo, sabiendo que va a generar una nueva economía. Va a haber empleos un poco diferentes y de mejor calidad.

-El Gobierno de España acaba de fijar en 2040 el final de las ventas de coches de gasolina y diésel.

-Eso estaba ya en el acuerdo de cambio climático de París. Alemania se ha comprometido a hacerlo antes. Algunos países hablan de 2025. Por supuesto que la cosas deben ir por ahí. La industria automovilística lo sabe desde hace tiempo. Y saben que hay también un negocio interesante en otro tipo de movilidad. Lo que quiere la gente, en el fondo, es movilidad, no coches. Queremos movernos rápido, bien y barato. De ahí va a venir el negocio. Y las empresas automovilísticas que sean capaces de anticipar todo esto van a tener una parcela de negocio muy interesante.

-Las petroleras se resisten, está claro.

-Todos sabemos que las petroleras tienen fecha de caducidad. Incluso fecha de caducidad física: el petróleo está acabándose, se sabe desde hace tiempo. Muchas de ellas están invirtiendo en energías renovables. Me hace gracia cuando se alude a los ecologistas. Esto no es cuestión de ecologismo, sino de sostener la vida humana. Si no lo hacemos, vamos a autodestruirnos. Es de sentido común y no hay nada dramático. Vamos a tener más negocio, mejores oportunidades, nuestra salud va estar más protegida. Todo va a funcionar mucho mejor cuando nos demos cuenta de que hay otras fuentes de energía mucho más adecuadas para la vida humana.

-¿Tiene ya un coche eléctrico?

-Utilizo el coche muy poco. Aquí, en Ginebra, el transporte público funciona muy bien. Tengo un cochecito pequeño, que no gasta nada, y en cuanto pueda me compraré el eléctrico. Pero me encantan otras formas de movilidad. Por ejemplo, cuando mi familia y yo vamos a Roma no tenemos coche. Hay cochecitos eléctricos para compartir mediante una aplicación de internet. Y es un servicio muy barato. Y en Madrid he visto desarrollado el patinete eléctrico. Son maneras de movilidad muy estimulantes. El precio de los coches eléctricos va a ir bajando y van a instalarse fuentes para cargarlos. Es, como siempre, una cuestión de oferta y demanda.

-En España, el Ministerio de Sanidad ha puesto en marcha medidas contundentes contra las pseudoterapias aplicadas a personas. ¿Cómo lo ve?

-Me parece muy valiente. Va en la línea de proteger la medicina con base científica. Es estupendo eliminar aquellas prácticas que no tengan una efectividad demostrada. No han de ser comercializadas ni propuestas, y mucho menos como sustitución de tratamientos con fundamentos científicos. Es de sentido común.

-¿Conoce a la nueva ministra de Sanidad, María Luisa Carcedo? Ella es de San Martín del Rey Aurelio y usted de La Felguera.

-Tuve ocasión de saludarla el otro día, en la ceremonia de entrega de los premios "Princesa". No nos conocíamos, aunque es verdad que tenemos raíces comunes.

-El Ministerio está implantando el "semáforo de Carcedo", un código de colores que indica la calidad nutricional de cada producto. Esto va en la línea de trabajo de la OMS contra la obesidad.

-No es ir contra nada, sino de favorecer la promoción de la salud. En mi época en la Agencia Española de Seguridad Alimentaria pusimos en marcha la estrategia NAOS. Es clave fomentar buenos hábitos alimentarios y una vida menos sedentaria. Que la gente sepa lo que está comiendo, cuántas calorías tiene y qué proporción de esas calorías necesitamos cada día. Y no estamos hablando de una estrategia antilúdica ni de condenar a nadie a sufrir. Nadie quiere quitar a la gastronomía su papel lúdico y social, sino que se trata de no perjudicar nuestra salud ni la de nuestros hijos. La obesidad no es simplemente un problema estético; es un problema de salud muy importante.

-Usted viaja sin parar, y come casi siempre fuera de casa. ¿Qué pautas aplica para alimentarse sanamente en esas circunstancias?

-Como fuera al mediodía, pero ceno en casa siempre que puedo. En la Europa del Norte el almuerzo del mediodía no suelen ser las dos horas de mesa y sobremesa de España. Si vas al comedor de la OMS ves un plato muy ligerito sin postres ni entradas, y si quieres alcohol tienes que buscarlo de forma muy proactiva. La verdad es que no me cuesta mucho trabajo. Y, en última instancia, siempre se puede elegir: puedes escoger servirte menos o dejar algo en el plato.

-¿Las raciones en Asturias son excesivas?

-Depende de con qué las compares. Y depende del momento. No es lo mismo un día cualquiera que la comida familiar de un domingo. Pero en el día a día conviene ser un poco más prudente, y asegurarse de que las calorías que entran no son más que las que salen.

-Usted acaba de organizar en Ginebra una gran cumbre contra la contaminación.

-Muchos de los participantes consideran que va a haber un antes y un después de esta conferencia. Han participado muchos sectores implicados en todo lo que determina la contaminación del aire. Invitamos a 400 personas y vinieron 900, entre ellas la Reina de España, que estuvo en la inauguración. Representantes de ministerios de Salud, de Energía, de Medio Ambiente; de sectores académicos y de investigación; representantes de gobiernos que están tomando medidas: India, China... Fue muy interesante. Nuestro papel es promover políticas de salud, teniendo también en cuenta la repercusiones económicas. Por costosa que sea cualquiera de estas medidas, queda compensado por el ahorro en el tratamiento de enfermedades agudas y crónicas, y además salva vidas.

-¿Puede decirse que Donald Trump y China son los grandes enemigos del medio ambiente?

-China no. China ha declarado prioridad nacional la lucha contra la contaminación del aire. Y cuando un régimen tan vertical toma una medida de este tipo suele ponerse en práctica. La tendencia al alza de contaminación que tenían se ha estabilizado, y predecimos que va a empezar a bajar en uno o dos años. China va a ser el primer país que cumpla con los acuerdos de París, y está haciéndolo, sobre todo, porque lo considera más productivo.

-¿Y Trump?

-Trump no es Estados Unidos. Hay muchos gobernadores de Estados muy comprometidos y que están tomando medidas positivas muy fuertes, a pesar de la actitud del presidente Trump.

-Cada cierto tiempo reaparece la polémica causada por los movimientos antivacunas.

-Son posturas absurdas que están perdiendo terreno. Las vacunas han sido uno de nuestros mejores logros. Esto no es cuestión de creencias, sino de ciencia, de estudios epidemiológicos. Si tú no te proteges con una vacuna, no sólo te pones tú en riesgo, que eso sería una decisión individual, sino que estás poniendo en riesgo a los demás, también a los más vulnerables. Este individualismo irracional puede traernos sorpresas muy desagradables.

Compartir el artículo

stats