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MARISA FANJUL | Bailarina, profesora y coreógrafa

"A los 3 años vi 'Las zapatillas rojas' en el cine Olimpia y dije: 'Quiero hacer esto' "

"Mi hermana Vicen se realizó en el ballet en lo mucho que me apoyaba, pero cuando tuve a mi hijo le pedí que me dejara crecer; tardó en asimilarlo"

La bailarina y coreógrafa Marisa Fanjul, en Oviedo. LAURA CARADUJE

-Nací en Caborana de Aller, no voy a decir la fecha. Fuimos diez hermanos. Dos murieron casi al nacer. Soy la última, con más de 20 años de diferencia con los mayores. La penúltima es 9 años mayor que yo. Vivimos 5.

- ¿A qué se dedicaban en su casa?

-Mi padre, Fernando Fanjul, tenía una fábrica de embutidos. Mi madre, Ángela Argüelles, era ama de casa y participaba en la gestión del negocio.

- ¿Cuáles son sus primeros recuerdos?

-Los de una infancia feliz con mucho juego, disfrute y sesiones de patinaje, en las que apuntaba maneras. Mi escolarización fue traumática el primer día porque no sabía adónde iba, pero después mi padre me despedía cada día hasta que lo perdía de vista al entrar en las Dominicas. Me daba consejos -"sé buenina y pórtate bien"- y dos pesetas para la libreta de ahorros.

- ¿Cómo era su padre?

-Muy afable y jovial, y un filántropo que auxilió a mucha gente. Tenía poco tiempo para dedicarnos, pero comíamos y cenábamos juntos y aprovechaba para educarnos. No consentía que se criticase a nadie. Era recto, no religioso, con mucha ética. El día que murió, alrededor del asesinato de Kennedy, el féretro pasó por delante de casa con una procesión inacabable. Yo tenía 15 años. Lo pasé muy mal.

- ¿Cambió su vida?

-Vinimos a vivir a Oviedo. Yo entonces estaba interna en Madrid, en las Dominicas.

- ¿Cómo era su madre?

-Emanaba amor. Sus ocho yernos la adoraban y la llamaban mamá. Me hablaba de la Guerra Civil y me contaba que a un hermano de mi padre le condenaron a trabajos forzados, le metieron en una caseta con otros y los volaron. No fomentó el rencor y decía que había sido la guerra. Eran de derechas porque era donde les tocaba estar. Era compasiva y tolerante. De criarnos se ocupó tía Luisa, soltera, a la que queríamos muchísimo.

- A los 8 años vino interna a Oviedo.

-Estaba mi hermana, María de los Ángeles, Fany. Vine contenta porque sabía que venía a estudiar ballet.

- ¿Cuándo supo que quería bailar?

-A los 3 años. En el cine Olimpia pusieron "Las zapatillas rojas" y me llevaron porque a mi hermana Vicen le encantaba el ballet. Se realizó en lo mucho que me apoyó. Vi la película y me dije: "Quiero hacer esto en mi vida". Empecé a andar en puntas y a romper zapatos y zapatillas. La vi ahora en la Fábrica de Armas porque Scorsese la escogió entre sus películas favoritas y no ha envejecido.

- ¿Qué le fascinó?

-Su esplendor, los bailarines, la escenografía, la música.

- ¿Había antecedentes artísticos en casa?

-La bisabuela era muy aficionada al baile regional, todas estudiamos piano y yo fui la única que acabo la carrera. Teníamos una pianola de caoba con una sonoridad buenísima.

- ¿Por qué su familia le hizo caso?

-Vieron que mis cualidades iban hacia el arte: cantaba, bailaba, tocaba piano y guitarra. A mi padre le caía la baba.

- ¿Qué tal en el internado?

-Bien. Era muy traviesa, como modo de evasión para salir de la rutina.

- ¿La rutina en un colegio de monjas?

-No me gustaba y no soportaba la disciplina. Se comía bien, pero había que comerlo todo, y eso me perjudicaba para la danza.

- ¿Dónde recibía danza?

-En una escuela en la calle Magdalena a las 6 de la tarde con Salud Regina, una señora muy interesante, de porte aristocrático. Me imprimió carácter: te hacía vivir el movimiento, interpretar, no era pura técnica.

- ¿No era sacrificado?

-No, era divertido. La música sí me costó sacarla, porque iba a la vez que el Bachillerato, la danza y el canto. Al hacer solfeo descubrieron que tenía una voz muy extensa y empecé a estudiarla a los 13 años. Al final tuve que elegir porque no hay tiempo para todo.

- ¿Había mucha educación religiosa?

-Iba a mi aire. Piraba misa todos los días porque eran incapaces de levantarme. La hermana Margarita me dejaba ir directa al desayuno.

- ¿La familia lo tenía claro?

-Era sí o sí. Se opuso un cuñado que no quería una familiar enseñando las piernas en los escenarios. Luego me pidió disculpas.

- ¿Cuáles eran sus condiciones?

-La más importante, amar la danza. Tuve alumnas con condiciones magníficas, pero no las valoraban, y primeras bailarinas en el Joven Ballet Contemporáneo de Asturias que trabajaban mucho la elasticidad, la altura del salto, el equilibrio... Las cualidades de la danza potencian los valores: la elevación de danza se corresponde con la del ser; la elasticidad, con la tolerancia, y el equilibrio psíquico, con el físico.

- A los 12 años, interna a Madrid.

-Al colegio de las Dominicas, recién inaugurado y supermoderno. Lo pasé genial. Era extravertida, divertida y me seguían. Madrid era más abierto. Recibía clase en el Círculo de Bellas Artes, con vistas impresionantes.

- No había estudios reglados.

-No, hasta que los montó mi amiga Ana Lázaro, que tuvo el programa "La Danza" en La 2. Le encantó mi "Carmen" con el Joven Ballet y quiso llevarla a TVE, pero cuando estaba todo preparado, se suspendió el programa por falta de presupuesto. Ahí decidí que no iba a esperar ningún presupuesto, ni subvención. Que iba a hacer las cosas y mostrarlas y luego que decidan.

- ¿Cómo pudo hacer danza clásica?

-Mi hermana se asesoró. Fui con Laura de San Telmo, una señora muy mayor del estilo de Martha Graham, con un estudio en el que recibía una señora de largo, con uniforme. Todo eran profesores particulares. Ella daba danza española. Le gustaban mis brazos e iba a dar la lección a un escenario con un pianista, muy ceremonioso. Me grabó un disco para que bailara a mi familia en Navidades.

- ¿Qué estudiante fue en Bachiller?

-Mediocre, salvo en Literatura e Historia.

- ¿La adolescencia respetó su cuerpo?

-No sufrí grandes transformaciones. No tenía pecho, que me salió con la menopausia, era menuda y mis medidas eran adecuadas. Me cuidaba con la comida. Cuando fui a estudiar a Cannes vino Raymond Franchetti, el director del Ballet de la Ópera de París, que nos pesaba a todos. Yo me rebotaba si engordaba medio kilo. Tenía que reprimir mi gusto por el dulce. Mi pasión es el chocolate.

- ¿Cuándo acabó en Madrid?

-A los 16 años, que fui a Cannes (Francia) a la Escuela de Rosella Hightower, que había sido primera bailarina de la mítica compañía del Marqués de Cuevas. En aquella época era lo mejor del mundo para dar y recibir clases. Coincidí allí con Rudolf Nureyev. Me hice muy amiga de Marlene Belardi, primera bailarina del Ballet de la Ópera de Río de Janeiro, que estuvo cuatro meses y aprendí mucho de ella en uno de los estudios, a practicar y yo detrás de ella. Hice "El lago de los cisnes", "El Quijote"... Aprendía a interpretar a la vez que la técnica. Franchetti, que parecía un camionero, calvo, panzudo y con camiseta, te hacía sentir cada movimiento con una sensibilidad. En la Escuela Vaganova, en el centro del Ballet de Montecarlo, un palacio florentino en el centro del puerto que donó el dueño de Singer, el profesor decía: "Yo no hago este movimiento, yo soy este movimiento".

- ¿Cómo vivía en Cannes?

-Fue a llevarme mi hermana, mi segunda madre. El primer día en el internado me pusieron un plato de remolacha y no probé bocado. Mi hermana pensó: "Ésta se me muere aquí", llamó a mi madre, cogimos un apartamento y se quedó todo el año. Llevó una vida sometida a la mía y yo a la de ella. Iba a las clases y quería corregirme.

- ¿Cuánto estuvo en Cannes?

-Tres años. Hasta los 19.

- Ya tendría algún novio.

-No, refrescos. Me invitaban a guateques, pero iba mi hermana Vicen de vigía.

- ¿Siguen llevándose bien?

-Ahora tiene demencia y soy su tutora.

- ¿Cuándo dejó de ser "mamá"?

-Le pedí que me dejara crecer, que era una mujer adulta con un hijo, Sergio. Fue de buenas maneras, pero tardó en asimilarlo porque era muy controladora.

Segunda entrega mañana, lunes:

"Me frustró no hacer carrera de bailarina, pero formé jóvenes e hice coreografías"

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