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CARLOS MUÑOZ COBO | Exfutbolista

"Fui camarero, pintor, recadero y butanero; no creía que llegaría al fútbol"

"Fui un chaval de la calle, travieso, de pegarse contra los de las chabolas; en el barrio todos éramos iguales y cada uno de un sitio"

Carlos, en la calle Matemático Pedrayes de Oviedo. LUISMA MURIAS

-Nací en Úbeda, en 1961. Soy el tercero de cuatro hermanos. José es 10 años mayor; Alfonso, 5 y Mariani, 8 más pequeña. Allí fui a una guardería hasta los 6 años. Mi madre nos llevaba a la aceituna cuando no tenía dónde dejarnos. En 1968 había poco trabajo, mi padre cerró el bar y se fue con los dos mayores a Barcelona, donde vivía un hermano suyo. Después fuimos mi madre, mi hermana y yo.

- ¿A qué parte de Barcelona?

-Al barrio de Santa Eulalia. Cruzaba la carretera y estaba Hospitalet de Llobregat, que tendría 300.000 habitantes. Ahora viven allí mi madre y mi hermano Alfonso.

- ¿A qué se dedicó su padre?

-Fue camionero de pescado hasta que un constipado que dio en bronquitis se le agravó por fumar y a partir de los 45 o 50 años no pudo trabajar en sitios así y vigiló un futbolín.

- ¿Cómo era su padre?

-Se llamaba José y, como antiguamente, no muy familiar ni cariñoso, pero era buena persona. Murió de un infarto cuando yo estaba en México, en 1996 o 1997.

- ¿Y su madre?

-Se llama Antonia y tiene casi 87 años. Está muy bien. Su garra nos sacó adelante. Limpio casas y escaleras, nos levantaba, daba la comida, nos llevaba al médico, decía si estudiábamos o no. Era muy cariñosa.

- ¿Cómo llegaron a Barcelona?

-En una camioneta para diez personas, con las maletas arriba. Se llamaba Ensina y salía cada quince días de Úbeda a Barcelona. El viaje eran quince horas. Nos dejaron a las tres de la mañana en una gasolinera cerrada. Yo tenía 7 años y mi hermana, 2. Mi madre no sabía dónde tenía que ir y no había nadie para preguntar. Allí pasamos una noche fría, sin saber que estábamos a veinte metros de casa de mi tío. Mi padre y mis hermanos ya habían encontrado el sitio donde íbamos a vivir.

- ¿Cómo se integró?

-Entré en el colegio San Isidro Labrador. El barrio estaba lleno de andaluces, gallegos y extremeños que trabajaban en la Seat y en la construcción.

- ¿Estudiaba bien?

-No tenía problemas, pero era vago. Sólo pensaba en el recreo para jugar al fútbol. No pasamos muchas dificultades, pero queríamos ganar más. Mi hermano mayor trabajaba en la Natacha, una fábrica de margarina, y el otro, en una de vidrio.

- ¿Qué tipo de chaval era usted?

-De mucha calle, travieso, de pegarse contra los de la Bomba, un barrio de chabolas.

- ¿Coincidía con sus hermanos?

-Cuando terminaban de trabajar, jugábamos en el patio del colegio el partido de los mayores, donde entré de portero. Nos cuidábamos unos a otros. Aquello se perdió. Hoy Hospitalet tiene más de un millón de habitantes y no se conoce al vecino del quinto.

- Notaba que era charnego.

-Allí no. Todos éramos iguales y cada uno de un sitio. Fuera, tampoco.

- ¿Qué ideología tenía en su casa?

-Trabajar. Mi padre nunca votó y creo que mi madre tampoco. Ella tiene fe, mi padre no. Alguna vez nos llevaba a misa o nos hacía rezar. Soy católico, no muy practicante, pero necesito creer en algo y, a veces, voy a misa.

- ¿Destacó en el fútbol desde niño?

-Tenía picardía y mi vida era salir a las doce del colegio y jugar hasta la una. Comía en casa y a la una y cuarto estaba jugando hasta las tres. Salía de clase a las cinco y hasta las seis, fútbol. Comía el bocadillo de Nocilla o de chorizo e íbamos a ver a los mayores, por si nos dejaban jugar, y, si no, veíamos cómo jugaban. Quería ser jugador, pero creía que no iba a llegar.

- ¿Cómo lo logró?

-Por casualidad. Un hombre mayor de la parroquia que, con ayuda municipal, preparaba actividades, manualidades, marquetería, pintura, nos veía jugar y nos apuntó a un campeonato de pista, hoy fútbol sala, en Hospitalet. Ganamos, hicieron una selección de todo Hospitalet contra nosotros y les metimos de todo. Era 1973.

- ¿Valió para algo?

-Empezamos a reivindicar que se formara un grupo de pequeños en el Juventud de Hospitalet, que tenía un equipo de 40 años, y lo logramos. Jugábamos en el campo del Santa Eulalia. Era de arena. El calentamiento era quitar las piedras. Teníamos tres balones y el que tiraba uno fuera iba a por él. Compartíamos el campo con el Labordeta, de Primera Regional, que un día necesitó un portero. Le ofrecieron el puesto a nuestro portero, no quiso y me ofrecí yo. Me firmaron como portero. Ya me daba la ropa el club. Llevaba ocho partidos, cansé de ir tres días a la semana andando y dije "no quiero jugar más de portero. Yo soy delantero". O juego de delantero o me voy. Al domingo siguiente salí de delantero y no volví a la portería.

- ¿Lo notó en la vida?

-En el barrio o estabas muy cuadrado y pegabas muchas hostias o tenías que saber hacer algo bien. Estaba orgulloso.

- Fue cuando empezó a trabajar.

-A los 14 años, de camarero en un bar del barrio. Luego fui pinche de pintor, que era duro, pero me gustaba. Más tarde llevé recambios de coches en una Derbi 45. Luego fui butanero y volví a un bar. Jugaba con paisanos de 27 y de 40 o 50.

- Y jugando con dureza.

-El recuerdo más triste de entonces son las palizas que llevaban los árbitros. Ni salía en el periódico y cobrarían miserias. A mi padre le decían "¿cómo lo dejas jugar si lo van a matar?". Él siempre respondía "si quiere ser futbolista, que juegue; si no, que no juegue".

- ¿Y sus hermanos?

-Jugaban y en el barrio decían que ellos eran los buenos. Alfonso tenía una calidad increíble, pero era vago y le gustaba salir.

- ¿Y a usted no?

-Me lo achacaron mucho, pero na...

- ¿Y las chavalas?

-Éramos tontos. Eran vecinas. Como mucho, hablar y un beso en la mejilla.

- ¿Cómo se hizo profesional?

-Jugando en el Juventud de Hospitalet en Tercera Regional, con 19 años, metí setenta goles. Sonaba. El Polvoritense, que estaba en Primera Regional, quería ficharme. Les dieron al Juventud unos balones y unas camisetas, y ése fue mi traspaso. El Polvorín era un barrio de Montjuic, de gitanos, y volvía de entrenar a las once de la noche. Me convencieron con un fichaje de 500 pesetas a la semana. Ganaba 2.000 a la semana repartiendo recambios.

- ¿Cómo le fue?

-De maravilla. En ese campo entrenaba el Igualada, de Tercera División, antes que nosotros. Salió una ley en el fútbol por la que los equipos nacionales debían sacar de titulares en el campo dos sub-20. El Igualada no tenía filial. Su entrenador, Solsona, que se quedaba a vernos, me eligió. Entré por meses.

- Primer partido con el Igualada.

-Salimos de sub-20 Beumala y yo. Al minuto, Beumala fuera. Yo acabé el partido. Toqué tres balones. Al siguiente partido seguí jugando y toqué cinco balones. Al tercer partido ganamos 0-3. Metí dos. Si me llega a cambiar en el primer partido, no juego más. Dejé de trabajar, tenía alguna amiga...

- Temporada siguiente, la mili.

-En Cerro Muriano, Córdoba, y Cádiz mismo. El Igualada me decía que me iba a traer a Barcelona, me impidió jugar con Cádiz... Pasé los 14 meses sin jugar. Regresé al Igualada con todo el cabreo, me quiere el Español y su director deportivo, Xabier Azkargorta, me dijo que me quería para el filial y que en seis meses subiría al primer equipo. Dije que no quería bajar de división. Y vino la sorpresa.

- ¿Cuál?

-Nicolau Casaus, vicepresidente del Barcelona, y el directivo Josep Mussons son de Igualada, se enteran del revuelo y a los cinco meses me ficha el Barcelona. Sigo en el Igualada, pero entreno con el Barcelona Atlético (hoy Barcelona B). Me pagaban 250.000 pesetas al año. Nos entrenaba José Luis Romero Robledo, que luego vino al Real Oviedo. En cinco partidos no metí un gol. Romero me preguntó si me había echado a dormir. Me saltó el carácter y le contesté que no había ido a verme, que fuera a ver si tenía calidad. Al domingo siguiente me comunicaron que era definitivo del Barcelona Atlético. Debuté contra el Oviedo. Ganamos 3-0. Marqué dos goles y me hicieron un penalti. Un sueño.

Segunda entrega mañana, lunes:

"Llegué a Oviedo muy cabreado, a sufrir un año, pero en la plaza toreas o te pilla el toro"

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