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"No queríamos casarnos en la basílica, sino en la cueva"

Gijón, J. M. REQUENA

Una de las últimas bodas celebradas en la cueva de Covadonga, sino la última, fue la que unió el 31 de enero de 1981 a la gijonesa Ana Isabel Requena Fernández y al mexicano Manuel Sierra Silva. Fue idea del segundo.

"Llegó de México, conoció Covagonga, le encantó y dijo que, si algún día se casaba, tenía que ser allí", explica la gijonesa. "Para mí había sido un sueño de siempre, algo que siempre quise hacer y tuve la suerte de conseguirlo. Para cualquier asturiano casarse en Covadonga, y más aún en la cueva, es un sueño", enfatiza.

Su historia empezó cuando Sierra viajó a España, como hacía cada verano, a la casa que su padre mantenía en Gijón de antes de emigrar a México. En ese viaje se conocieron y empezó a fraguarse la relación, "porque era muy pesado y no dejaba de insistirme", bromea Requena.

La relación acabó en una boda con pompa y boato en la cueva de Covadonga. Los padres del novio viajaron desde México para asistir al enlace. "Se encariñó con la Santina", rememora la gijonesa sobre Sierra, recordando cómo, al irse a México a vivir tras casarse, "pintó cuadros con la imagen de la Virgen y llegó a hacer exposiciones".

Cumplir su sueño no fue fácil. "Tuvimos que dar muchísimas vueltas y pedir infinidad de permisos para casarnos en la cueva. Creo que fue la última boda que permitieron allí". Pero les mereció la pena: "Nosotros no queríamos casarnos en la basílica, queríamos casarnos en la cueva".

Lo consiguieron. "Yo tenía 21 años, estaba muy nerviosa", evoca Requena, "pero siempre lo recordaré con mucho cariño. Casarme en la cueva de Covadonga fue un sueño hecho realidad".

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