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Los horizontes de la fauna asturiana

El tamaño de las áreas de campeo, donde los animales buscan alimento y desarrollan otras actividades, varía entre especies muy "caseras" y los "trotamundos" que cubren zonas como la superficie de la región

Los horizontes de la fauna asturiana

¿Cuánto territorio necesita un oso pardo para vivir? ¿Y un lobo? ¿Y un buitre leonado? La pregunta tiene miga porque cada animal presenta unos requerimientos diferentes; incluso dentro de una misma especie hay variaciones importantes en función de la edad, el sexo y la época del año. También hay que discernir entre territorios, es decir, parcelas defenidas frente a rivales y competidores, de la misma o de otras especies, y áreas de campeo, más amplias, en las que se desarrollan la búsqueda de alimento y otras actividades. Otra cosa son las dispersiones y las migraciones, los movimientos en busca de nuevos horizontes o de una residencia estacional más conveniente (donde también se fijan territorios y áreas de campeo, con otros criterios).

La fauna de pequeño tamaño y no voladora tiene, por su propia autonomía de movimiento, áreas de campeo limitadas. Incluso las especies más andariegas, como el erizo europeo, que se desplaza por superficies de entre 0,05 y 1.02 kilómetros cuadrados. Algunas aves no migratorias también se alejan poco de sus dominios (cuyo centro es el nido); por ejemplo, el picamaderos negro, el mayor de nuestros pájaros carpinteros (y de los europeos), tiene áreas de campeo de entre 1,5 y 8 kilómetros cuadrados, e incluso menores (en latitudes nórdicas son mucho más amplias, de hasta 30 kilómetros cuadrados, por el tipo de hábitat), que, además, se superponen a las de otras parejas o individuos. El principal condicionante es la disponibilidad de oquedades en los árboles, que los picamaderos utilizan no sólo para anidar sino también para dormir y refugiarse durante el resto del año, y este factor está relacionado con la tipología de los bosques, que han de tener árboles grandes, maduros (el carpintero selecciona aquellos con troncos de más de 35 o 45 centímetros de diámetro).

El hábitat es un factor limitante de la extensión de las áreas de campeo, más en unas especies que en otras. Así, el cormorán moñudo se mueve linealmente por la línea de costa, una media de tres o cuatro kilómetros de radio (a veces cinco) en relación a su colonia, y se adentra un kilómetro en el mar, pero nunca se interna en tierra firme, de modo que su área de campeo comprende entre 60 y 100 kilómetros cuadrados, íntegramente dentro del dominio marítimo. Por establecer una comparación, su territorio, el área que defiende en torno a su nido, se limita a lo que puede alcanzar con el pico, la mínima superficie posible. Algo similar sucede con el buitre leonado, cuyo territorio queda dentro del alcance de su pico en las colonias más densas (es poco más amplio en otras más desahogadas) y, en cambio, su área de campeo es enorme: hasta 10.000 kilómetros cuadrados (la superficie de Asturias), según los datos ofrecidos por el GPS de "Gaco", un ejemplar marcado en Cataluña (especies afines africanas recorren hasta 40.000 kilómetros cuadrados). Su radio de acción es tan grande porque su alimento, las carroñas de medianos y grandes mamíferos, aparecen de forma dispersa y poco predecible, de modo que necesita examinar vastos espacios. No queda muy lejos de esa marca (7.850 kilómetros cuadrados) el vencejo común, que caza insectos del pláncton aéreo, aunque su dominio regular es más pequeño, de unos 200 kilómetros cuadrados; por otro lado, puede alejarse hasta 2.000 kilómetros de su colonia para evitar las depresiones atmosféricas, las fuertes lluvias, que lo privan de alimento. Además, se desenvuelve en un amplio rango de altitud, entre dos metros y 1.000 (tal vez más), por lo que su área de campeo real debería valorarse en un plano tridimensional.

Entre las especies con áreas de campeo más extensas figuran, igualmente, el oso pardo y el lobo. El primero cubre hasta 2.447 kilómetros cuadrados, según las mediciones proporcionadas por "Salsero", un macho que fue objeto de radioseguimiento en la cordillera Cantábrica; los datos obtenidos en otros países son muy variables, desde los 128 kilómetros cuadrados de un macho croata hasta los 5.430 de otro macho noruego. Las diferencias se explican por las inherentes al hábitat (características y grado de humanización). También las hay entre sexos: las hembras se desplazan menos (tienen áreas de campeo entre dos y cinco veces menores) y lo hacen movidas por la disponibilidad de alimento y de refugio, mientras que los machos atienden más a la distribución de las hembras. El lobo es un trotamundos aún mayor, con un rango de hasta 6.272 kilómetros cuadrados, según los datos disponibles para la península Ibérica, aunque su zona núcleo, la más utilizada, se reduce a 35 kilómetros cuadrados.

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