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La mirada del arquitecto

Las viviendas de la calle Argüelles donde Juan Vallaure buscó el sol y la novedad

La casa del centro de Oviedo aportó la modernidad de los años cincuenta y la durabilidad del gres en un proyecto rompedor en la carrera del arquitecto por la libertad que tuvo como promotor

Las viviendas de la calle Argüelles donde Juan Vallaure buscó el sol y la novedad

Un pequeño giro en parte del edificio para buscar el sol, una percepción de movilidad con las terrazas y una fachada de gres para aportar gran durabilidad. Estas son, quizá, tres de las características más destacadas del edificio de la calle Argüelles, números 7 y 9, de Oviedo, obra del arquitecto Juan Vallaure Fernández-Peña, mi padre. Si la crítica arquitectónica es realmente una tarea difícil, más aún es hacerla de alguien tan cercano como él. Pero veamos cuáles son las características que destacan en esta obra.

El edificio de la calle Argüelles fue proyectado por Juan Vallaure Fernández-Peña en 1957, arquitecto que, además, formó parte de la sociedad promotora, lo que le dota de una mayor libertad de actuación. Quizá en parte por ello esta obra es rompedora y trascendental en su carrera. Se trata de una propuesta novedosa del modelo urbano arquitectónico. El clima de modernidad que se empezaba a plasmar en Oviedo a finales de la década de los cincuenta queda reflejado en este edificio, como se puede ver en una fachada que responde a principios orgánicos, en la elección de materiales, en la concepción espacial y en la habitabilidad de la obra.

Un rápido vistazo a su fachada ya deja ver su principal característica. Unas terrazas que se revelan de la planta principal, y un bloque que sale a su encuentro: dos elementos disruptivos que le dan movimiento al edificio y que, además, sirven para buscar una mayor radiación solar. El material elegido es el gres, de gran durabilidad, resistente a la humedad y a los cambios de temperatura, y fácil de mantener y limpiar. Destaca también el original alféizar utilizado en las ventanas de la primera planta, el portal retranqueado respecto a la alineación de la calle y, ya en el interior, el juego entre la línea recta y la curva en la planta baja de acceso.

En la composición de la fachada podemos leer la funcionalidad de los huecos que logra acercar el arte arquitectónico a un plano más sentimental: el gran ventanal ilumina la zona más pública de la vivienda, enfatizado por la colocación de la carpintería a haces exteriores. El uso de gresite de dos colores articula la fachada sin más elementos de adorno, lo que crea contraste y vitalidad al edificio. Hay que lamentar, eso sí, que el bajo del edificio haya sufrido una severa modificación respecto a su estado original.

Tal y como señalan Fernando Nanclares y Nieves Ruiz en la obra "Lo moderno de nuevo. Arquitectura en Asturias 1950-1965", este edificio, incluido en el Registro del Docomomo Ibérico, nivel B, "es un caso singular tanto en la obra del autor como en el ambiente arquitectónico de la época, que normalmente se mostraba más complaciente". Lo cierto es que mi padre tenía un acusado sentido de la profesionalidad, estudiaba concienzudamente la distribución en planta y tenía la capacidad para dar respuestas a las necesidades de una determinada forma de vivir. Lo recuerdo en las visitas a sus proyectos dibujando sobre los paramentos en obra, con lápiz grueso y blando, detalles constructivos, encuentros, frentes de chimeneas...

Juan Vallaure perteneció a la llamada Generación de 1935 de la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid, formada por cuarenta y ocho arquitectos, entre los que cabe destacar a Félix Candela, Víctor D'Ors y Pérez Peix, José Menéndez Pidal, y que en Asturias forma parte destacada de la Generación de 1939, recuperadora de la modernidad.

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