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VICENTE DÍEZ FAIXAT | Arquitecto

"Crecí encapsulado en un Gijón pequeño y en un hogar franquista y católico"

"Acabé la carrera a curso por año porque no soportaba los exámenes, temblaba, y pensé que cuantos menos hiciera sería mejor"

El arquitecto gijonés Vicente Díez Faixat, en su estudio. MARCOS LEÓN

-Nací en Gijón en 1950. Soy el mayor de tres hermanos que nos llevamos año y medio entre cada uno. Crecimos en un piso muy alargado en una casa de la calle del Horno, plaza del Carmen, hecha por Del Busto.

- ¿Cómo era su padre, el arquitecto José Díez Canteli?

-Una persona muy honrada, estricta y exigente consigo misma. Llevaba la obra de la Universidad Laboral, que se acabó de repente; se investigó a fondo y nada que haya pasado por él sembró una sospecha. Era un arquitecto pasional y me lo contagió desde pequeño porque tenía el estudio en casa.

- ¿Como padre?

-Era autoritario y conservador. No nos hacía regalos cuando aprobábamos porque consideraba que era nuestra obligación. Él no tuvo queja con los dos mayores, pero no tuvimos regalos. El pequeño creció con la injusta leyenda de ser la oveja negra de la familia porque era más normal. Los hermanos nos llevamos bien. Y con mi padre siempre tuve buena relación.

- ¿Y cómo era su madre, Mercedes Faixat?

-Un encanto. Esposa y madre clásica de la generación que fue adolescente cuando la guerra. Era inteligentísima, muy respetuosa, muy dulce y calaba muy bien a las personas. Sabía perfectamente cómo funcionábamos sus hijos, cuándo íbamos a meter la pata y no nos lo decía o lo comentaba después. Era muy cariñosa. Murió con 93 hace poco.

- Tuvo un padre en casa.

-Convivíamos mucho. La puerta del estudio no estaba cerrada porque ocupaba la mitad de la casa y teníamos que atravesarlo.

- ¿Cómo era su Gijón?

-Mucho más pequeño. Empecé en el Jovellanos, frente a la Iglesiona, pero enseguida pasamos al instituto nuevo, en Constitución, lejísimos. Las excursiones eran a Somió en tranvía. Vivimos encapsulados. Los amigos eran los tres hermanos pequeños de los Del Pozo, vecinos de arriba, y nos quisimos mucho. Salíamos bastante con mis padres, en el taxi de Marino, al monte Deva y a prados cercanos a la Laboral. Cuando la Universidad ya funcionaba nos bañábamos en la piscina, como cualquier niño de Gijón, y jugábamos en los campos o a policías y ladrones en los edificios, que acotábamos por zonas y conocíamos como la palma de la mano.

- Ambiente ideológico en su casa.

-No se hablaba de política porque era asumido que había que ser franquista y católico. Mi padre fue falangista unos meses, tenía muchos amigos curas por la profesión y fue amigo de Tarancón cuando estaba en Oviedo. Dentro de eso, podían ser abiertos.

- Por ejemplo.

-Los hijos de todos sus amigos iban al colegio de curas o monjas, pero nuestro padre quiso que fuésemos al Instituto Jovellanos, donde había una apertura mayor, como lo supe con los años. Mi padre recibía muchas revistas profesionales de Estados Unidos y de varios países europeos y leía el "Daily Telegraph", diario conservador británico, y "Life". Mi madre hablaba francés y compraba "Elle" y "Paris-Match". Podían ser franquistas, pero la verdad estaba fuera. Somos una familia clásica, burguesa, urbana.

- Dé más pistas sobre eso.

-Mi padre formaba parte de un grupo intelectual que se reunía en el Café Imperial. Su mejor amigo era Paco Palacios, traumatólogo. Tenía un pequeño núcleo artístico contemporáneo en torno a la galería Altamira, donde estaban el arquitecto Celso García, Mariano Marín... Eran aficionados a la música, de la Sociedad Filarmónica, y como muchas veces no podían ir, iba yo a la Sala Acapulco. Era el único niño que iba solo. Mi madre leía novela, y papá, ciencia. Por casa pasaba mucha gente interesante, clientes y no.

- ¿Cuántas generaciones en la burguesía?

-Desde mis padres. El abuelo paterno, de un pueblo de Segovia, emigró a Madrid casi sin estudios, entró de pinche de farmacia y montó en Gijón un gran negocio de apósitos.

- ¿Y por parte de madre?

-El abuelo era de Viladesens, un pueblo de frontera en Gerona. Can Faixat, la última casa de España, conserva un torreón del siglo XII. Allí durmió Antonio Machado su última noche en España junto a Corpus Barga y más. No había camas para todos y tuvo que dormir en lo que se llama "el banco de Machado". El abuelo y otro hermano entraron de ayudantes en una confitería que hicieron suya, trabajaron como catalanes y Faixat Germans llegó a ser la segunda más importante de Barcelona y a tener 60 trabajadores.

- Usted fue un niño estudioso...

-Que no practicaba deportes, me relacionaba bien con los demás y era muy religioso, de primeros viernes. Escrupuloso.

- ¿Tuvo alguna rebeldía adolescente?

-No. Protestaba por cosas que no me gustaban, pero no conocía alternativa... Fui muy lector de Salgari, de Verne y de filosofía. La enorme suerte de tener a José Caso González de profesor de Literatura me metió el gusanillo de leer de forma casi patológica. Cuando tuve hijos pensé que tenían que divertirse algo más, pero yo no eché nada en falta.

- ¿Solo pensó en ser arquitecto?

-Sí. Paco Palacios hacía películas a mi padre en la Laboral y mi padre a él en el quirófano. Se veían en casa y también me interesaba la medicina, pero nada más. A mi padre no le hizo falta promover que estudiara Arquitectura, aunque lo intentó más tarde con mis hermanos. El segundo es arquitecto, aunque nunca ejerció.

- ¿Y eso?

-Objetó de conciencia al servicio militar, vivió en comunas alternativas y hace años que escribe. El tercero empezó aparejador, condicionado, y lo dejó. Fue guardia civil. Simultáneamente tuve un hermano en la cárcel por objetor y el otro guardia civil. Mi madre decía: "Y pensar que de mis tres hijos el más normal eres tú"... que no lo era.

- A los 17 llegó a Madrid.

-Al colegio mayor Covarrubias, que dirigía Fernando Suárez, luego ministro de Trabajo con Franco, que quedaba muy cerca de la Escuela de Arquitectura. El primer curso era feroz. Había gente que estaba ocho años.

- ¿Y usted?

-Hice la carrera año a año. No soportaba los exámenes, temblaba, y cuantos menos hiciera, mejor. En el Covarrubias me metí a fondo en su comisión de cultura y fui decano de pasillo. Allí descubrí los ciclos de cine de vanguardia y la música contemporánea. De repente, el mundo crecía por todos lados y tenía oportunidades.

- ¿Cómo era el colegio?

-No tan progre como el San Juan Evangelista, pero programaba muy por encima de ellos. A Fernando se le permitía todo. Cuando prohibieron el concierto de Raimon en la Universidad, lo dio en el colegio a la una de la mañana. Fuimos en pijama a oírlo. Iban cantantes latinoamericanos y de la Nova Cançó y dieron conferencias desde Otto Skorzeny, que liberó a Mussolini en el Gran Sasso, a Ramón Tamames, que era comunista. Fui amigo de estudiantes rojísimos, como Pepe Borrell, Luis Carlos Croissier, Álvaro Espina y su novia Rosa Díez. Me trataron con mucho cariño. Me influyeron muchísimo.

- ¿Como para militar?

-No, pero mi ideología cambió radicalmente. Nunca encajé de lleno en nada. No llegué a ser jipi, pero sigo siéndolo un poco.

- ¿Aprovechó la estancia en Madrid?

-Salí poco por mi autodisciplina. Iba al teatro, a exposiciones... Durante tres años hice escultura en el taller de carpintería de la Escuela, adaptándome a los materiales que había, y gané en certámenes y me expusieron. Hice el proyecto fin de carrera en Madrid para disfrutar de la ciudad sin exámenes.

- ¿Hizo la mili?

-No, por una lesión congénita. Se me sale la cabeza del húmero, algo que nunca me molestó y que me ayudó a ligar porque hago cosas raras con el brazo.

-Hablando de ligar... ¿Era tímido?

-Es posible. Quise mucho, sin llegar a ser novios, a una chica de Valdepeñas, hija de un médico de Unicef que viajaba por el mundo con el proyecto "Malaria". Mi madre me decía: "Tú estás enamorado del amor, no de Rosi" Lo supe cuando conocí a Covadonga.

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