Las decisiones de la Academia Sueca admiten, en ocasiones, una línea de interpretación que amplifica las razones de la concesión de un Nobel más allá del estricto valor del galardonado y lo inscribe en una coyuntura. Añadir al mérito la oportunidad es, quizá, una forma de mostrar que los académicos no son gente ajena al mundo y tienen la sensibilidad necesaria para enviar mensajes sobre el momento en que viven. Desde esa perspectiva, el Nobel de Literatura a Svetlana Alexievich puede verse como una sugerencia sobre el mejor camino para el periodismo en estos tiempos de confusión. Frente a la pretensión de reducir el resultado del trabajo periodístico a pienso de engorde de los grandes de la red y las tecnológicas, ese Nobel nos recuerda que es una variante del arte de la escritura y que, en ciertas manos, adquiere un valor equiparable a cualquier otra. Delibes sostenía que la literatura es periodismo sin horario de cierre. Ambos géneros están destinados a quienes conservan el gusto por el ejercicio complejo de la lectura, que todavía son muchos y requieren mayores cuidados que los meros consumidores de información.