Vengo a ver al monstruo

Sorprenden varias cosas de una película tan equivocada como Loving Pablo. Por ejemplo, que un cineasta tan riguroso y exigente como Fernando León haya aceptado pagar el peaje de la conquista del mercado internacional con una versión original absurda en la que los personajes hablan en inglés con palabras en español-colombiano y con otra versión doblada de forma neutra. Un despropósito. Que, quieras que no, ya te distancia de la historia. Por ejemplo, que entre Bardem y una poco convincente Cruz haya tan poca química y las escenas intimistas resulten tan poco creíbles, tratándose del punto crucial que debería distinguir esta aproximación al monstruo Escobar de otras producciones.

Y es que la laboriosa y larga gestación de Loving Pablo la ha llevado a ver la luz precisamente en el peor momento posiblem cuando la serie Narcos puso a Escobar en el candelero del espectáculo. Cabía esperar que el creador de Los lunes al sol ofrecería una mirada original, distinta. Que aportara algo al personaje. Y no. Es más de lo mismo pero con el problema de que falla su principal argumento (la atracción fatal entre la mujer y el monstruo) y que las grandes bazas del director no aparecen por ninguna parte. Es como si se hubiera esforzado tanto en demostrar que puede rodar escenas de acción que descuidó todo lo demás, recurriendo además a una voz en off tan redundante como molesta. Y el esfuerzo incuestionable de Bardem queda minimizado por el aludido doblaje y esas prótesis para engordarle tan burdas como sus entradas en el pelo para Los lunes al sol. Con todo, Loving Pablo es moderadamente entretenida, tiene momentos curiosos (las palomas que atacan helicópteros, aviones que aterrizan en autopistas, la huida en bolas del narco...) pero de Fernando León cabe esperar más. Muchísimo más.

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