Otoño primaveral

Hay quien compara a Valérie Lemercier con Woody Allen con acento francés. Podemos aceptarlo si pensamos en las peores películas del genio de Manhattan, las que parecen escritas sin ganas acumulando tópicos y personajes sin gracia, como si estuviera hechas de ocurrencias peregrinas apuntadas de cualquier manera en un taco de post-it. Dirigida sin disimulo a un público generacional muy concreto de espectadores que quieren convencerse de que el paso de los años pesa menos ahora que hace décadas, la película avanza a trompicones sumando escenas presuntamente cómicas que no arrancan ni una sonrisa, y apostando por variantes románticas de lo más trillado. Un reparto con oficio lucha con denuedo por salvar una propuesta apolillada y renqueante.

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