El baile de los secretos

Tras un puñado de interesantes títulos, el iraní Asghar Farhadi llamó a las puertas del cielo cinematográfico con una obra mayúscula de vidas minúsculas: Nader y Simin, una separación. Sin llegar a esa altura (quizá nunca vuelva a volar a ese nivel de perfección) tanto El viajante como El pasado eran propuestas de una coherencia, solidez e intensidad notables, si bien algunas piezas del conjunto no encajaban todo lo armoniosamente que sería de desear, sobre todo al rascar superficies de suspense bajo las que aparecían demasiados cabos sueltos: la incomodidad de lo forzado.

Todos lo saben es una apuesta arriesgada. Y eso hay que aplaudirlo. Se arriesga a salir de su zona de confort para colarse en una cultura distinta intentando integrar su mirada en ella, y es comprensible que se intentara proteger tirando de un reparto de mucho peso que, curiosamente, resta puntos y se come la credibilidad de algunos personajes por la excesiva carga carismática que arrastran, aunque sería injusto cuestionar la entrega y talento de gente como Bardem, Cruz y un Darín que merecía más tiempo para desarrollarse.

Hay en Todos lo saben momentos sobresalientes, sobre todo en un juerguista arranque para el recuerdo donde hay apuntes a paladas sobre puntos candentes del carácter mesetario español entre la fiesta y la siesta. Al director le sobra talento para que su cámara se infiltre entre los pliegues del melodrama cuando está inspirado pero, ay, fuera de su escenario natural cae en excesos cercanos al culebrón, patina en los resbaladizos pasillos del "thriller" y tropieza con unos giros de guión que gripan el resultado.

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