FICX La mayor cita cinematográfica del Principado

Solidaridad entre currantes

"Peras, priba y pantallas". El "Double Whammies" es un bar deportivo en el que una pléyade de veinteañeras en shorts y armadas con un generoso escote sirven pintas a clientes ebrios de testosterona que reparte su atención entre los traseros de las chicas y el espectáculo televisivo. En ese entorno machista e hipócrita, en el que hasta los turnos de las camareras se miden con cuotas raciales con las que contentar a su público objetivo, florece, entre bambalinas, una hermandad de mujeres que lucha por sobrellevar el día a día en un entorno soterradamente hostil.

Filmada con agilidad y con algunos momentos de comicidad plena, la película logra, sin pretenciosidad ni aparato, armar una sólida crítica a la intolerancia latente en la sociedad norteamericana. Detalles como el de esa camarera despedida por tatuarse el rostro Stephen Curry en el costado o la valoración de la encargada de personal de una cadena nacional de restaurantes explicando cómo el interés de los clientes se ha desplazado del busto de las chicas a sus traseros son expresivamente ilustrativas de ese fariseísmo que se ceba, especialmente, con las mujeres. Unas actitudes ante las que las chicas se rebelarán, aun a sabiendas de que habrán de pagar un precio por ello.

Con todo, Support the Girls tiene su gran valor en un reparto consistente. Regina Hall, que encarna a la eficiente y honrada gerente del local, capaz de devolver una buena cantidad de dinero al restaurante tras ser cesada, es el principal soporte de la trama. En torno, apoyados en su solidez, brillan los secundarios: desde los estrambóticos habituales del local hasta unas camareras desorientadas, pasando por un propietario voluble y maniático. Entre todos ellos destaca Haley Lu Richardson como Maci, joven camarera que reparte sonrisas en cada aparición. Ya sea enseñando a las novatas a tratar a los clientes, atrayendo clientes con un hula-hop o flirteando con un anciano profesor Richardson se come la pantalla cada vez que la cámara la enfoca, algo que por fortuna pasa con frecuencia, y construye un personaje redondo sin el cual la película no tendría tanta gracia ni encanto.

Eusebio Mayalde: qué persona, qué personaje. Un chamán trovador que domina la fragua y el folclore. Que habla con lobos. Que sabe lo importante de brindar por la música, la familia, los amigos y la tradición. Empecemos con música, pues. Acordeón, cacerolas, sartenes, cucharas, Qué ritmo, muchachos. Alrededor de una botella bailan generaciones. Aún quedan fuerzas para escalar y darle un beso a su mujer en la ventana. Asoma el sol por paisajes charros que galopan al viento. Un tractor rapa al cero la tierra, una moto se pierde en la neblina. Horizontes de asfalto. Un motorista que corta el viento enmascarado como Lawrence de Arabia. Los niños aprenden a alertar de la presencia de lobos y del uso de objetos tradicionales rescatados del pasado. Haciendo música con las tejas. Abuelo, estás loco, le dice su nieto de ocho años. Zaniki. "¡Ya lo sé! ¿Sabías que se puede hacer gaitas con estas plumas?" Títeres pegados a la pierna, ay, esa tos? Pero el cigarrillo no se perdona. Los niños juegan con tambores en la calle. La tradición corre por la sangre. Tamborileros a voz en grito que pespuntean el drama: un diagnóstico fatal, una visita al cementerio, un casete que trae una voz del más allá? con 83 años. Ni la muerte puede con la tradición. "No hay relevo, no va quedando nadie". El escenario vacío. Una idea loca: ir a la montaña con el niño, para enseñarle cosas que no están escritas en ningún sitio. A la maestra: "Un toque de sartén puede decir más del ser humano que una carrera entera de etnomusicología". Con los niños: Jugando, las cosas se meten en el alma para siempre. La necesidad convirtió los utensilios de cocina en instrumentos. Con cuatro cucharas haces patas de gallina y caballo. Enseñanza, aprendizaje, cultura popular, tazas que cantan, nanas con luna. Y una gran aventura: ir al monte a transmitir todo lo que sabe a su nieto antes de que la Naturaleza siga su curso y le toque el turno del adiós. La sierra que hace música, los árboles con karma, las fogatas con historias de humo. Bailando desnudo en un cruce de caminos, Eusebio convoca a los espíritus que le reclaman y se baña con agua fría y se revuelca entre hojas cálidas. El último brindis. La última morada. El crepúsculo llega pero tranquilo, Eusebio: sí tienes quién te releve. "Zaniki, el hijo del folk" qué película tan bella. Y qué bien suena.

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