Tino Pertierra

Crítica / Sección oficial

Tino Pertierra

Destripando la gran farsa de la Historia, o cómo reír por no llorar

Quién dijo miedo. "I do not care if we go down in history as barbarians" propone en 140 largos, larguísimos minutos una revisión a ultranza de la historia más incómoda de Rumanía. Largos, larguísimos planos secuencia en los que Radu Jude no se corta un pelo a la hora de echar a sus actores a los leones de un guión verborreico que desafía al espectador a bocajarro con un falso documental que supura verdad. No pide disculpas por ofrecer un ejercicio intelectual de paso marcial y costuras de metaficción, con perdigonazos de humor disolvente y un ánimo iconoclasta que no deja títere con cabeza.

Guillotina audiovisual que tan pronto recurre a las palabras afiladas de Hannah Arendt como a imágenes de documental que estremecen sin alboroto: el horror no necesita subrayados. El presente hurga en las heridas del pasado sin vendas en los ojos. La gangrena se resiste a desaparecer. Fosas sépticas parecidas ya se abrieron en los años 60 con palas francesas, así que Jude no descubre la pólvora pero sí la utiliza con vigor para disparar con balas trazadoras contra todo lo que se mueve a rastras por la Historia. La excusa argumental es mínima: Mariana Marin, una directora teatral, pretende reconstruir en el centro de Bucarest un suceso histórico de 1941 de vergonzosas entrañas: la limpieza étnica en el frente oriental que llevó a cabo el ejército rumano. La matanza de Odesa. Antes de llegar a la ejecución (nunca peor dicho) de ese delirante show sobre el genocidio que sufrieron los judíos rumanos bajo la dictadura de Ion Antonescu, Jude expone los ridículos cruces de intereses que se agolpan durante la preparación, tanto por la parte técnica como por la ideológica. La Historia tiene muchas grietas por las que pueden colarse las mentiras, las manipulaciones, los chantajes, la torpeza sin límites. La gran farsa, que pilla a la valiente Mariana (extraordinaria Ioana Iacob, indiscutible candidata al premio a mejor actriz) al descubierto y bajo un fuego cruzado: su vida sentimental se entromete con sus penas y dudas en su agotador trabajo diario, sometida a todo tipo de inclemencias que la convierten en blanco fácil del estupor, la ira, el desaliento y la frustración. Entre otras losas.

El trabajo de Iacob es para enmarcar: capaz de cambiar de estado de ánimo varias veces a lo largo de esos planos secuencias extenuantes, cara a cara con una cámara que no la deja ni a sol ni a sombra salvo en ese mejunje final explosivo donde todo encaja a fuerza de desencajar las puertas de la Historia y dar paso al horror entre risas feroces. La incomodidad es buena señal para el arte: sin paños calientes, con planos incendiarios. El negacionismo al que apelan mentes dañadas y dañinas queda a la intemperie en esta película demoledora, agotadora y bárbara.

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