La mirada femenina

Tu funeral

Es curioso que casi nunca hablemos de la muerte cuando lo único seguro en esta vida es que todos vamos a desaparecer en un momento u otro. Y por ello creo que estaría bien que de vez en cuando habláramos con normalidad de cómo nos gustaría que fuera nuestro sepelio, qué nos gustaría que hicieran con nuestro cuerpo y cómo nos gustaría que fuera nuestro funeral.

Además, hay que dar ejemplo a los jóvenes que van perdidos con las películas de ciencia ficción que alimentan la idea de inmortalidad. Algunos piensan que estarán aquí para siempre. Y tal vez tarden más en desaparecer, pero probablemente terminen teniendo que enfrentarse a retos aún más difíciles que la muerte convencional de toda la vida; al cambio climático, a la extinción de la humanidad o a la muerte en Marte a los doscientos y pico años. En fin, no les envidio en absoluto.

En cualquier caso es sano plantearse los pequeños detalles, si queremos que suene o no alguna música en especial. Y que lo dejemos claro cuanto antes a nuestros familiares para que luego no discutan entre sí o venga el iluminado de turno y decida poner justo esa pieza que tanto detestas. Vale, ya sé que estás muerto y que oficialmente no te enteras de nada. Pero ¿y si resulta que sí te enteras y tienes que aguantar una ceremonia de ésas penosas y fotocopiadas de tanatorio en las que hablan de ti como si hablaran del vecino del quinto? Y encima no puedes ni quejarte.

Al menos, que la última performance de tu vida tenga cierto sentido, ¿no? Que no se convierta en un mero trámite. Ya que te sacarán los cuartos igual y si no los tienes desplumarán a tus familiares, que se haga algo digno y a la altura de lo que fuiste. Porque aunque ya no estés, en realidad todo lo que tú significaste sigue latente en tus seres queridos. No se borrará toda tu vida de un plumazo sólo porque tu cuerpo se quede tieso. Eso también nos lleva a reflexionar sobre la idea de hacer algo bueno con tu vida si no quieres que tu funeral sea un desastre.

Una de las decisiones a tomar, pues, es pensar en si queremos que nos quemen o preferimos terminar bajo tierra. Ya veréis que a partir de un momento será obligatorio quemar a la gente por un tema de higiene. Nos hemos vuelto tan limpios. Demasiado. Ojalá aún se pudiera optar por una ceremonia vikinga, pero no, o nos reducen a cenizas o nos meten en un nicho aséptico y oscuro en el que de lo limpio que está todo no te acompañan ni los gusanos.

Hay personas que prefieren que sus cenizas sean esparcidas por todas partes. Un puñado en el mar y otro en la montaña, en los lugares de veraneo. Tal vez haya quien quiera ser enterrado en su puesto de trabajo, ¿por qué no? Hay de todo en este mundo. Pero yo sería más partidaria de escoger un lugar concreto de peregrinación familiar fuera de la oficina. Bueno, eso de la peregrinación es un decir porque luego no va a verte ni Dios.

Puestos a elegir, me gustaría convertirme en un árbol. Me gustan los árboles. Y la tierra necesita árboles. Y resulta que cuando leí que había una empresa que ya está comercializando la idea casi lloro de la emoción.

Ya sé que la gente hace lo que sea por ganar dinero. Hasta jugar con los muertos como si fueran muñecos de guiñol. Pero debo reconocer que esta idea me parece bastante útil. Que tus restos se mezclen con las raíces de un árbol centenario, y que los cementerios se conviertan en bosques y se ayude a limpiar la contaminación del planeta es absolutamente genial. Y que tus hijos puedan ir a visitarte de vez en cuando sin pensar que entran en territorio transilvano. Y que puedan abrazar tu árbol, si les apetece. Ya sé que suena muy hippie, pero es que, seamos serios, el hippismo también aportó cosas buenas a la humanidad. Es la historia de siempre, los locos se lanzan y luego los cuerdos les terminan dando la razón. Y los científicos ya han demostrado que abrazar un árbol es curativo. Bueno, siempre y cuando no te llenes de resina y de hormigas.

Aunque probablemente los chicos de hoy en día no vendrían a vernos a no ser que plantáramos el árbol en su habitación, junto a su Play Station. Ellos también, como todos, terminarán dándole la espalda a la muerte y más si seguimos callados aparentando que eso de morir nada tiene que ver con nosotros.

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