Dos en la carretera

Green book circula por carreteras secundarias en su viaje por el sombrío paisaje del racismo. Colores suaves, humor amable, buen rollo entre dos personajes en apariencia opuestos. Por un lado, un músico negro atildado, cultivado y extremadamente paciente que defiende su dignidad sin violencia ni estrépito. No hace falta pegar a un policía si te intenta humillar. Por otro, un italoamericano capaz de ganar apuestas comiendo perritos calientes, buen padre y devoto esposo pero que no tiene el menor problema en ganarse el favor de mafiosos con argucias de todo tipo y con la mano muy suelta cuando le tocan las narices.

Personalidades que no tienen nada en común y que realizarán un viaje por la América más profunda viviendo peripecias en escenarios de lo más variopinto y enfrentados a las fauces del racismo en estado puro. Con un importante detalle: los racistas no solo son los cavernícolas de un bar o el policía de turno sino, también, los mismos cretinos que contratan a ese músico por su talento pero le impiden usar el baño de la casa o no le dejan comer en el restaurante donde va a tocar luego, no se vaya a enfadar el exclusivo público.

De planteamiento sencillo y nítidas intenciones comerciales (vamos a denunciar pero sin excesos), Green book muestra a un Peter Farrelly muy alejado del humor chusco que jalona su filmografía, aunque los méritos de la película surjan más por el formidable trabajo de su pareja protagonista que por una dirección que no pasa de pulcra. Mahershala Ali y Viggo Mortensen se apoderan de la pantalla en un juego cruzado de diferencias y afinidades que se va fraguando poco a poco y que alcanza su momento álgido cuando el segundo descubre un secreto del primero que no se esperaba. Aún aceptando la ligereza digestiva de la propuesta, no deja de causar cierta incomodidad la elección de un desenlace dulzón con el que se pretende tranquilizar al público norteamericano (no toda la sociedad es racista, y mucho menos si te acercas a Nueva York) y, de paso, colar una risueña escena final con alma de polvorón navideño.

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