Tino Pertierra

Duelo de reinas

La biografía de la desdichada reina María de Escocia es apasionante. Trágica, cargada de acontecimientos, intensa hasta la extenuación, desbordada de pasiones y pulsiones que parecen arrancadas de cuajo al Shakespeare más desbocado. Con un material de partida tan fértil, esta película ofrece un trabajo tan pulcro en sus hechuras como anodino en su perímetro emocional, tan correcto como desangelado. A John Ford le pasó lo mismo con su "María Estuardo".

Y no será por culpa del reparto: al frente, una Saoirse Roman formidable tanto en sus recovecos de vulnerabilidad como en sus oleajes de madre desesperada, amante desatada y reina acorralada, y al lado una Margot Robbie sorprendente con su cutis maltrecho, su peluca ridícula y sus contradicciones retorcidas. Tampoco por el envoltorio: una fotografía sombría, negruzca, que rasca y convierte los escenarios palaciegos en lugares inhóspitos. El guión se limita a esbozar sucesos y deja a la mayor parte de los personajes huérfanos de rigor, como si su única preocupación fuera amontonar escenas hasta el encuentro final entre las dos reinas que nunca existió, rodado como si fuera más un espacio onírico que una fantasía de épica mundana. Y es el instante más efectivo, una patraña que conmueve cuando ambas mujeres se cruzan palabras y desconsuelos escondidos. Hay algunas escenas rodadas con torpeza inaudita, como un parto que invita a cerrar los ojos o revolcones sexuales dignos de 50 sombras de Grey. O una escaramuza que parece un ensayo colegial. Otras, en cambio, sí encuentran la temperatura adecuada, como el desgarro de la madre que se aleja de su hijo, o el desembarco inicial. Pensada para seducir al tío "Oscar", la película no encandila, pero en lugar de cortarle la cabeza se puede considerar un punto de partida para reflexionar sobre la moda de Hollywood de buscar vacuos paralelismos feministas entre el hoy y el ayer ( La favorita era más inteligente en ese aspecto) y sus pretensiones inclusivas en cuanto a razas y sexualidades, a costa de banalizar y deformar personajes y circunstancias en un bronco festival de anacronismos.

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