Crítica / Zarzuela

Reivindicativa y políticamente incorrecta

La puesta en escena de "Maruxa", bien defendida por la pareja protagonista, trata de estimular la conciencia entre el público de un modo algo autoritario

La temporada de Teatro lírico ovetense se inauguró con "Maruxa". Si la versión original plasmaba un mundo idealizado, la corrupción gobierna en esta nueva lectura. Actualizar un título de repertorio lírico siempre es un reto complejo. La propuesta escénica de Paco Azorín plantea una trama paralela al triángulo amoroso inicial que le aporta complejidad a la historia de Pascual Frutos, y ante una Galicia desgarrada por la tragedia del petrolero Urquiola en 1976, que explotó ante el puerto de La Coruña y tiñó de negro la costa gallega, obliga al público a realizar un ejercicio de conciencia y posicionarse unilateralmente en contra de las instituciones políticas y los burócratas egoístas que persiguen el poder y el dinero sin escrúpulo alguno.

Sobre el escenario, una plataforma con escamas de pizarra negra, siempre dominando la gama de colores oscuros en tonos verdosos y negros que recrearon un ambiente lúgubre, vil, muy alejado de los campos de la Galicia idílica imaginada en la obra de Vives y los corderos, de los que ya apenas queda la piel. Los textos de Rosalía de Castro que preludian esta "Maruxa" fueron un buen acierto para poner al público en situación.

Dicen que todas las modas vuelven y los vientos de la zarzuela actual parecen rememorar el tiempo en que los Chuecas y Valverdes apuntaban sus lanzas satíricas contra los monarcas y la Iglesia. Las imágenes proyectadas, casi de forma obsesiva, de la botadura del Urquiola con la asistencia de los reyes eméritos y las instituciones eclesiásticas, portan un mensaje no muy alejado del que mostraron los primeros. La intenciones de Azorín son más que evidentes, y esta producción de "Maruxa" lleva impreso el cuño de la memoria histórica y el pensamiento amargo de que, aún a pesar de los años, las cosas cambian más bien poco.

En el plano artístico, Rodrigo Estévez defendió el personaje de Pablo con comodidad. Una voz colocada y un registro homogéneo que acompañó con una actuación creíble. Su pastora, Carmen Romeu, debutaba el pasado jueves un personaje complejo, y es que la protagonista de esta ópera "Maruxa" plantea a la soprano un retro tras otro que Romeu fue superando amparándose en una cuidada línea vocal, con agudos plenos y un color vocal de gran belleza. Al contrario que Miquel Zabala, en el papel de Rufo, a quien le faltó proyección y sonido, especialmente al comienzo de la obra. Rosa, la prima malvada, interpretada por Svetla Krasteva presentó algunos problemas de dicción puntuales, y se echó en falta una línea melódica más uniforme. Por su parte, Rodríguez-Norton parece estar pasando por un momento vocal muy bueno en su carrera. La bailarina María Cabeza de Vaca, en el papel de la Galicia maltratada por los avariciosos, protagonizó algunas de las escenas visuales de mayor belleza.

La Capilla Polifónica protagonizó un momento también muy bello en el coro en que salieron a escena a limpiar los vertidos del Urquiola, mejor aún si se tiene en cuenta su buen hacer en el plano musical.

La Oviedo Filarmonía y el director José Miguel Pérez-Sierra hicieron una buena labor de acompañamiento desde el foso, si bien se echó de menos más peso en la orquesta, especialmente en los pasajes instrumentales, que plasme ese tormento emocional que atraviesan los personajes a lo largo de la trama.

La sensación que subyace al término de la representación es que existen en esta obra dos niveles de lectura: el primero, en clave ecologista, más superficial, y otro de tono político más profundo. Estimular la conciencia del público siempre es una buena opción, pero quizá dirigirla autoritariamente no lo sea tanto.

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