Crítica / Teatro

El teatro Jovellanos se tiñe de "Rojo"

Echanove y Gómez brillan en un viaje a lo más íntimo de la mente de un artista ególatra y viejo

"Rojo" deja las localidades agotadas en el Teatro Jovellanos, con Juan Echanove y Ricardo Gómez, después de haber pasado el viernes por Avilés.

Después de casi setenta funciones repartidas entre la capital y el resto de la geografía, Juan Echanove y Ricardo Gómez llegan a Asturias para impregnar a su público de arte. Donde nos asaltan nombres como Jackson Pollock, Pablo Picasso o Vicent van Gogh, el que sabe de arte se va a ver envuelto en una clase magistral y en un continuo debate: ¿cómo deben convivir las nuevas corrientes con las antiguas?

La dirección de Juan Echanove, cuenta la historia de Mark Rothko, un pintor al que le fue encargado hacer una colección de murales para ser expuestos en el restaurante de lujo neoyorkino The Four Season, simbolizando la frivolidad, la burguesía y la modernidad que tanto llenan de rabia al protagonista. Poco después de caer la luces entra en escena Ken, su joven asistente encargado de desafiar a su "maestro".

"¿Dónde está el criterio?" pregunta Mark Rothko, interpretado por Juan Echanove, a su asistente Ken. "¿Qué es el arte?" plantea "Rojo", cuestiones desde las que se va a desdoblar toda la acción que se lleva a cabo en el escenario durante casi hora y media, planteándonos un viaje superfluo hasta llegar a lo más íntimo, retorcido, emotivo y doloroso de la mente de un artista ególatra y viejo.

"Rojo" de John Logan, guionista de películas como "Gladiator", con una traducción de José Luis Collado, es un texto que hace siete años llegó a las manos de Juan Echanove decidiendo convertir a Mark Rothko en suyo, pero no fue hasta hace relativamente poco cuando encontró en los ojos de Ricardo Gómez la claridad y la sinceridad de Ken, el coprotagonista de la obra. A nivel interpretativo, la relación entre ambos personajes se palpaba y la química de los actores fue evidente. La balanza se iba equilibrando a medida que la historia se iba construyendo, comenzando con un imponente Juan Echanove y un contenido Ricardo Gómez, que más tarde sería el encargado de comerse el escenario, explotando en energía aunque bajo mi punto de vista, en algunos momentos desmedida.

El espacio escénico creado por Alejandro Andújar y la iluminación, pieza indispensable, de la mano de Juan Gómez-Cornejo, trabajan codo con codo para crear la atmósfera lúgubre y agobiante donde trabaja el pintor con su asistente. Con unos cambios de escenografía marcados por los oscuros, los actores iban pintando la trama hasta llegar a un final anticipado por el público, poniendo la guinda final más tarde a la anagnórisis de Rothko.

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