La pasión que no viene

Alemania, dividida en cuatro tras la Segunda Guerra Mundial. El desgarro se extiende en El día que vendrá a los sentimientos del trío protagonista entre la esposa de un oficial británico que coordina la administración y la reconstrucción de Hamburgo con un arquitecto viudo en cuya casa viven. Todos ellos sufren el horror de pérdidas que dejan heridas que jamás se cierran. Desconfianza, rencor, frustración a borbotones. Un país devastado alberga emociones que distan mucho del sosiego y la prudencia. James Kent pasa de puntillas por el escenario de ruinas físicas y las distancias abiertas entre invasores e invadidos porque, como el póster indica, lo que interesa realmente es formular ese triángulo amoroso para que se desaten las pasiones y las pieles entren en ebullición. Y, claro, ahí es donde la película de Kent empieza a cojear hasta derrumbarse con estrépito. Primero, porque la química entre los amantes es prácticamente inexistente (se diría que los actores no se soportan). Segundo, porque la dirección es plana y convencional en todo momento, incluidas las escenas más ardientes. Y, tercero, porque el guión está cargado de incoherencias y agujeros negros.

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