Necrológica

El gran maestro del protocolo español

El fallecido Felio Vilarrubias convirtió a Oviedo en capital de los estudios sobre ceremonial

En la tarde del lunes, 8 de abril, falleció en Barcelona, su ciudad natal, D. Felio Vilarrubias Solanes, maestro en el campo del protocolo, católico devoto y catalán de pro. Podría decirse que toda la familia de quienes, de una manera u otra, se dedican al protocolo está de luto, porque con él se ha ido, posiblemente, la persona más importante que ha habido en España en ese campo, puesto que no solo dedicó toda su vida al estudio y a la aplicación práctica del protocolo, con un rigor y un entusiasmo encomiables, sino que, además, sentó las bases para la conformación de unos estudios que pudieran ser de utilidad a los futuros profesionales del sector, en una actividad ayuna de una enseñanza reglada.

La presencia de D. Felio en Oviedo vino motivada por su incorporación como jefe de Protocolo a la Fundación "Príncipe de Asturias" en el año 1980, con la misión de poner en marcha el complicado acto de entrega de los Premios en el Teatro Campoamor, así como el conjunto de actividades paralelas que discurren en torno a él, cargo en el que se mantuvo hasta el año 1998. En Oviedo, tal como me confesó, fue consciente de lo necesario que resultaba articular una enseñanza en torno al protocolo, sus principios básicos y su técnica, inexistente hasta la fecha, ausencia que obligaba a los profesionales que, como él, se dedicaban a esa actividad, a aprender curtiéndose en el día a día, acertando y errando por igual, pero sin haber recibido con carácter previo las enseñanzas de otros, que pudieran transmitir sus conocimientos y saberes a las futuras promociones. Esa inquietud le llevó a plantear al rector López-Arranz la organización de un curso universitario que se impartiera en la Universidad de Oviedo, iniciativa favorablemente acogida que cristalizó en el curso de Experto Universitario en Protocolo, Ceremonial, Heráldica y Vexilología, que se impartió durante más de veinte ediciones ininterrumpidas, hasta el año 2011, y que tuvo un éxito extraordinario, y acogió entre su alumnado a los más destacados profesionales y estudiosos del protocolo, hoy jefes y altos responsables de protocolo, no solo en España sino en otros muchos países. La organización en Oviedo del I Congreso Internacional sobre Protocolo y Ceremonial en el año 1995 generó una colaboración estrecha entre la institución universitaria asturiana y las más altas instituciones del Estado en el campo del protocolo, es decir, la Casa Real, la Jefatura de Protocolo del Estado, el Ministerio de Asuntos Exteriores y la Escuela Diplomática, que fructificaron en la implantación del Curso de Especialista en Protocolo y Ceremonial del Estado e Internacional, que alcanza al día de hoy su XXIV edición.

A Felio, se debe, sin duda, entonces, la implantación en España de una enseñanza seria y rigurosa del protocolo, que tuvo en la Universidad de Oviedo su cuna, y que, justo es reconocerlo, acogieron con el mismo entusiasmo todos los rectores que lo han sido desde entonces, motivados, sin duda, por el que él transmitía a raudales.

Felio amaba la enseñanza y amaba la universidad, y en particular a la Universidad de Oviedo, a la que durante tantos años dedicó sus esfuerzos y entregó generosamente parte de su nutrida biblioteca y de sus colecciones particulares de todo tipo de objetos. En la última entrevista que se le hizo, y que publicó el diario "La Razón" el pasado domingo 31 de marzo, no deja de haber referencias constantes a nuestra Universidad y a sus cursos, lo que da muestra del cariño y del afecto que le profesó hasta sus últimos días.

Con todo, Felio Vilarrubias fue algo más que un intuitivo y esforzado docente. Fue un completo personaje en toda regla. De amplia trayectoria vital, padeció en sus propias carnes las barbaries de la contienda civil, y logró, con todo, labrarse un futuro y una reputación excelente, encaminando sus pasos profesionales por la Diputación Provincial de Barcelona, en la que se jubiló después de 46 años de servicios, pasando por la organización de actos variados con la presencia de las más altas autoridades del Estado. Su presencia y su porte elegante, sombrero y bastón, eran garantía de eficiencia y de rigor en todo aquello en lo que participaba. Dejó huella en todos los alumnos que tuvieron la suerte de tenerle como profesor, por su alto nivel de exigencia, por el esfuerzo que constantemente empleaba en la preparación de sus clases, por sus amplios conocimientos, por la sabiduría que transmitía, pero también y, sobre todo, por la humanidad que desplegaba hacia todos ellos, y porque nunca escatimaba tiempo para dedicarle a quien necesitaba ser escuchado.

Disfruté de su compañía a lo largo de las numerosas jornadas que pasé junto a él, tanto con ocasión de los cursos de protocolo en Madrid y Oviedo, como también en los añorados cursos de La Granda, que tan bien dirigía Teodoro López-Cuesta, a los que Felio acudió de buen grado con la generosidad de quien prefiere la compañía de los amigos, aunque sea por un corto espacio de tiempo, a los rigores de un viaje incómodo y latoso desde el balneario de Fitero, en Navarra, donde solía pasar sus vacaciones. En aquellos almuerzos de trabajo y en las más sosegadas veladas, a las que solo sus dificultades últimas de movilidad pudieron poner fin, gocé de sus amplísimos conocimientos de la historia de España y de los certeros análisis que realizaba de la situación política actual, con la pericia de quien no solo conoce la historia sino que ha contribuido a alimentarla. Su formación humanística era ciertamente muy notable, pero nunca dejaba de lado un sentido religioso de su existencia, así como el amor hacia su familia, a su querida Josefina, a sus hijos y a sus nietos.

Termino estas líneas a la vuelta de Barcelona, a donde acudí para asistir a su funeral, celebrado en la Iglesia de la Concepción. La ceremonia, en español y en catalán, fue oficiada por un nieto suyo, y concelebrada por una decena de sacerdotes, entre los que se encontraba el Abad del Monasterio de Poblet, al que Felio estuvo tan unido. A nadie debe extrañar si digo que el funeral se ajustó a las indicaciones que el propio Felio había dejado por escrito, en un sobre fechado unas cuantas decenas de años atrás. Así era Felio, previsor al máximo tanto en lo suyo como en lo tocante a su actividad profesional. Una persona que amaba a España sin complejos, y que profesaba una inquebrantable lealtad a la Corona. Poseedor de unos principios que hoy en día a algunos les pueden resultar muy lejanos pero que no dejan de constituir un ejemplo de comportamiento honesto y desinteresado, en este mundo cargado de falsos profetas y mercaderes de templo.

Te vamos a echar mucho de menos, querido Felio. Descansa en paz.

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