Saúl Fernández

Peter Brook y los espectadores inteligentes

El nuevo premio "Princesa de Asturias" modernizó la escena internacional y también la española

Peter Brook tiene montajes que son leyenda. Por ejemplo, su "Mahabharata" de nueve horas nueve. O su "Marat / Sade", de Peter Weiss. Su trabajo ha dejado huella allá donde se ha representado. Y también donde no. Esto último lo replicó en España la primera vez Adolfo Marsillach -después, en los noventa, Miguel Narros y no hace mucho, Andrés Lima-. "La persecución y asesinato de Jean-Paul Marat representada por el grupo teatral de la casa de salud mental de Charenton bajo la dirección del Marqués de Sade" fue el título original de aquel espectáculo, el que le puso Alfonso Sastre en los sesenta, el que contribuyó junto a los humoristas del 27 a cambiar la escena ajada heredera de Jacinto Benavente: telarañas y España devota de Frascuelo y de María.

Todo gracias a la sabiduría de un señor inglés que empezó dirigiendo la Royal Opera House de Londres y, después, la Royal Shakespeare Company. Eso, sin parar de recorrer el mundo entero, sin parar de descubrir que el arte de contar historias es inherente al ser humano. Lo explicó en "El espacio vacío", que es su tesis principal: el teatro de la sencillez frente al de las puertas que se abren y se cierran. Eso sí, sencillez de la buena. "El teatro no admite piedad, no hay en él lugar para el error o el desperdicio. Una novela puede sobrevivir aunque el lector salte páginas o capítulos enteros; el público, apto para pasar del placer al aburrimiento en un abrir y cerrar de ojos, se pierde irrevocablemente si no se mantiene su atención".

Peter Brook es un tipo exigente. Consigo mismo y con quienes han trabajadado con él a lo largo de su vida. Lo tiene que ser si lo que tiene entre manos es un montaje de nueve horas por delante... "Los críticos van y vienen; sin embargo, a juicio de los criticados siempre son los mismos", señala antes de aclarar que "el crítico sirve siempre al teatro cuando acosa a la incompetencia. Si se pasa la mayor parte de su tiempo refunfuñando, casi siempre tiene razón". Lo sabe bien esta última leyenda del teatro y la teoría teatral modernos; una tradición que echó a andar con Konstantin Stanislavski, continuó por Antonin Artaud y la culminaron, por ejemplo, Bertolt Brecht y Jerzy Grotowsky. O sea, que si el teatro es así ahora es gracias a tipos como Brook.

Somos el cuento que nos contamos todos los días. Descubrir en escena que la representación de la muerte de Marat es más que su propia representación convierte a los espectadores en tipos inteligentes. Así los quiere Brook: "El teatro es el último foro donde el idealismo sigue siendo una abierta cuestión: en todo el mundo hay muchos espectadores que, de acuerdo con su propia experiencia, afirmarán haber visto el rostro de lo invisible mediante una experiencia que, en el escenario, superaba a la suya en la vida". Peter Brook quiere espectadores tocados de lleno porque los espectáculos "interpretados con amor y arte, levantan el espíritu y recuerdan que la monotonía cotidiana no es necesariamente todo lo único".

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