La historia del Prado es la historia de la humanidad

La gran pinacoteca nacional es un compendio de filosofía, nadie que la visite se sentirá extranjero

Cuando la reina Isabel de Braganza propone a su marido que el edificio Villanueva, destinado a ser Gabinete de Historia Natural, pase a ser museo de arte, poco podía suponer que estaba poniendo las bases de una de las mejores pinacotecas del mundo y que, doscientos años después, recibiría el premio "Princesa de Asturias" de Comunicación y Humanidades.

Un premio que reconoce al Museo del Prado su labor de investigación y divulgación de un patrimonio que forma parte del acervo cultural español, convirtiéndose en universal. En sus salas se puede disfrutar del más sublime Velázquez, del Rubens más colosal, del Tiziano más expresivo y del Goya más vanguardista. Su historia, es la historia de la Humanidad. De sus inquietudes, de su pensamiento, y de una forma de ver la realidad que nos hace comprender lo que realmente somos hoy. El Museo del Prado es un verdadero compendio de filosofías, de entidades y nacionalidades, que hace que cualquiera que lo visite, no se sienta extranjero.

Este premio Princesa de Asturias viene a demostrar que la intención primera con la que se creó: "proveer a la enseñanza y provecho de alumnos y profesores y satisfacer a la vez la noble curiosidad de los naturales y extranjeros", se ha logrado con creces. Es un premio a la sagacidad de Isabel de Braganza, a la generosidad de unos monarcas que supieron poner su patrimonio al servicio de sus ciudadanos, siguiendo las ideas de la Ilustración, y a todos los que, finalmente, han pasado durante estos doscientos años por el Museo del Prado, aportando con sus investigaciones y trabajo un paso más en el conocimiento de unas obras y una colección, únicas.

Coincido con el actual director del Museo, Miguel Falomir, en señalar que este premio no es sólo para el Prado, sino para todo el conjunto de los españoles. Es su patrimonio, su idiosincrasia y parte inherente de su cultura. Si Eugenio D´Ors en su mítico ensayo de "Tres horas en el Museo del Prado" (1922), señalaba que "no habrá otra moderna belleza que la belleza antigua; (?) que es la provista de condición de eternidad. El resto es moda; y por consiguiente falsaria". Así, el Prado, provisto de esa belleza antigua, pasará a la eternidad.

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