Futuro, ahora

No se nos puede seguir negando el derecho a hablar en asturiano

"¿Cómo se dice en tu lengua, en nuestra lengua, la palabra futuro?" Berta Piñán, en uno de los poemas que más me sirven de ancla, expresa con claridad lo que esta semana, y lo que todas las semanas, decimos quienes queremos que se nos reconozcan nuestros derechos como hablantes.

Lejos de esa idea temerosa de que las lenguas se levantan contra los demás como un muro está la reivindicación que desde hace décadas llena las calles para decir que no se nos puede seguir negando un derecho. Aquí no hablamos de reconocer, sino de dejar de negar un derecho que ahora mismo genera una situación de discriminación a la hora de aprender de un modo reglado una lengua que es materna, que hablan tus padres, tus abuelas, las tuyas y los tuyos.

Y no se asusten: ampliar el marco de derechos no supone ninguna merma en los derechos de los demás. En realidad estamos en la situación contraria: o los derechos son para todas y todos o no son derechos, y ahora mismo quienes se expresan en asturiano, quienes se quieren formar o impartir clases en asturiano, tienen desde la administración pública una situación desigual. Y esto sí es algo que nos perjudica al conjunto de la ciudadanía. No sólo porque recortar en derechos nos convierte en una sociedad peor, sino porque dificultar que accedamos a las narraciones de Pablo Antón Marín Estrada, a los ensayos de Vanessa Gutiérrez, a los poemas de Miguel Monteavaro o las canciones de "Corquiéu" nos empequeñece como pueblo, como país y como memoria para quienes vengan.

Para decir la palabra futuro necesitamos pensar en un futuro que no esté continuamente torgáu, un futuro de pleno derecho para quienes hablamos asturiano, que somos muchas y muchos. Y eso no le quita derechos a nadie.

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