Cuando dos amigos se van

En recuerdo de Herminio González Llaca y Juan Antonio Menéndez

La muerte es silenciosa e inesperada. Y hace dos días visitó a estos dos admirados sacerdotes asturianos: Juan Antonio Menéndez, obispo de Astorga, y Herminio González Llaca, párroco de San Lorenzo de Gijón. Y cuando llega la muerte, aparece un gran silencio. Luego, del silencio, estalla la noticia, y se hace presente en un rincón de los medios de comunicación, en la ciudad, y en ese refugio de los amigos del alma, y de los compañeros.

Mientras escribo estas líneas paro la imagen de Herminio, cura de San Lorenzo, que estuvo en la última reunión del arciprestazgo de Gijón, con su simpatía habitual, siempre cercano, amigo y buen sacerdote. Paro también la imagen de Juan Antonio y me quedo con un cura prudente, comprensivo y humano, que llamaba siempre al timbre de tu corazón, y nunca forzaba la puerta para entrometerse.

En el funeral que se celebró en San Lorenzo, uno se da cuenta de que van pasando los años, y que también se mueren tus amigos, tus compañeros, confidentes de viejas historias compartidas, como si la muerte gozara destruyendo los mejores recuerdos de tu vida, y de esta pequeña Iglesia peregrina de Asturias.

Los dos nos dejan un agujero en el alma y muchas raciones de humanidad. Un amigo mío escribió: "Más allá, y más acá, el misterio, el silencio, y también el amor." Y un poeta lo decía con su poesía: "Lo que has amado ésa será tu herencia. Y nada más". Gracias, por ese lubricante de bondad, simpatía y agradecimiento con el que vivisteis vuestro sacerdocio.

Compartir el artículo

stats