¿Se puede abordar análisis, incluso el mero visionado, de "El trabajo o a quién le pertenece el mundo" sin tener en cuenta la emergencia del debate sobre la existencia de eso que se ha dado en llamar "Nuevu Cine Asturianu"? ¿Es posible desligar la película de ese movimiento, corriente o escuela, y su estreno de este preciso momento en el que parece que, por fin, se ha abierto el debate, tantas veces postergado, de la naturaleza de un cine muy determinado que se produce en Asturias? La propia película de Elisa Cepedal ofrece respuestas a estas cuestiones. "El trabajo o a quién le pertenece el mundo", vista hoy, es una prueba de que hay un hilo conductor común a una serie de cineastas nacidos o criados en la región, y a un conjunto de películas realizadas en las dos últimas décadas. En las imágenes del filme, se advierten referencias, conscientes o no, buscadas o no, a otros filmes de esa misma veta, y no solo documentales: la conexión con un corto clave como es "Nenyure" (Jorge Rivero, 2004) es realmente sugerente. Pero más allá de homenajes, reflexiones o reinterpretaciones, tal y como Elisa Cepedal integra determinados elementos en su obra nos habla de la consolidación de una iconografía propia dentro de esa corriente. Una forma común a todos estos realizadores de explorar la manera de tratar formalmente conceptos como el trabajo, la ausencia, la ruina, el paso del tiempo, la lucha obrera y un desencanto muy propio de nuestra época.
Esto no quiere decir que "El trabajo o a quién le pertenece el mundo" no sea una película valiosa u original por sí misma. Al contrario: el filme de Elisa Cepedal se distingue, entre otras cosas, por su búsqueda de un discurso propio incardinado en una propuesta formal genuina, por su interés en alejarse de los lugares comunes en la exploración de esa decadencia interminable que carcome a la región. Pero en este momento concreto, su valor va más allá de lo fílmico: es la prueba de que hay algo que podemos etiquetar como "cine asturiano", de que tenemos algo de lo que hablar.
