Franco Torre

Imprimir la leyenda

Nada en "Midway" resulta novedoso o sorprendente. Anclada en el intersticio entre el cine bélico y el histórico, la película de Roland Emmerich reconstruye los primeros episodios de la Guerra del Pacífico (desde el ataque a Pearl Harbor hasta la crucial batalla de Midway pasando por el "raid sobre Tokio" de Doolittle), marcando la misma cadencia ataque por sorpresa-derrota-contraataque-victoria final sobre la que había armado su mayor éxito: "Independence Day". Cada giro de guion se huele a la legua, y sus personajes apenas alcanzan la profundidad de periscopio. Y sin embargo, "Midway" resulta moderadamente disfrutable, gracias a una pulcra puesta en escena que propicia una gran limpieza en las escenas de acción, a un reparto muy por encima de sus arquetípicos personajes (especialmente, y esto tampoco es una novedad, el gran Woody Harrelson) y, en definitiva, a un sabor añejo que remite al cine bélico del Hollywood clásico.

Ya desde su mismo inicio, "Midway" plantea un cierto interés en integrar las motivaciones de los japoneses en su expansión por el Pacífico y en plasmar de forma más o menos fidedigna el desarrollo de la guerra, en una línea que aproxima el filme de Emmerich al "Tora! Tora! Tora!" de Fleischer, Fukusaku y Masuda, y lo aleja de forma decisiva de la excesiva y meliflua "Pearl Harbor" de Michael Bay. De hecho, los momentos más interesante de "Midway" son los que reconstruyen la batalla estratégica que libraban los mandos norteamericanos y japoneses, y que Emmerich plasma de forma casi se diría que didáctica. Para los más cinéfilos, "Midway" guarda un aliciente adicional: la presencia del mismísimo John Ford (interpretado por Geoffrey Blake) en el atolón donde se libró la crucial batalla, rodando su mítico documental. Un guiño, casi un "Easter Egg", que acaba por definir el espíritu clásico y esa vocación por "imprimir la leyenda" que impregna "Midway".

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