La otra mujer

Antes de que te hayas acomodado, El reflejo de Sibyl te lanza a la cara una escena en la que un individuo bastante plasta suelta un rollo a la pobre protagonista mientras desfilan ante ellos platos del menú. Detalle para la alarma. El resto de la película es más llevadero, más que nada por la entrega admirable de Virginie Efira y la intensidad que pone Adèle Exarchopoulos en un intento encomiable por alejarse de la imagen epidérmica que la acompaña. Justine Triet toca varias teclas y el resultado es desafinado. Algunas partes tienen gracia, sobre todo las dedicadas a un rodaje calamitoso con secuencia en alta mar de alto voltaje que sufre un cortocircuito emocional, pero el resto son piezas que no se encajan como es debido, con coitos más o menos fogosos para caldear el ambiente, largas escenas de parloteo con una carga de psicología propia de un libro banal de autoayuda y propuestas mal desarrolladas sobre equivalencias femeninas que nunca pasan del esbozo. Se puede apreciar el esfuerzo de Triet por no salirse de cierta templanza dramática con vías de escape al humor y un leve distanciamiento para que el exceso de penas no ahogue el conjunto, pero la falta de armonía general y el escaso interés que despiertan unos personajes con tendencia a ser insufribles arruinan una idea deudora de Woody Allen que tiene su mejor momento en una escena final conmovedora.

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