Tino Pertierra

Risas enlutadas

Pérdida. Aprendizaje. Tal vez redención. Y, por supuesto, naturalmente, cómo no, aventuras vitales en las que la colaboración entre seres afines es indispensable para alcanzar eso que llaman esperanza. Es Pixar. La factoría que construyó genialidades como "Wall?e", "Ratatouille", "Up", "Buscando a Nemo", "Los Increíbles", "Toy Story" o "Monstruos S. A.", también tiene días malos, regulares o, como en este caso, agradables sin más. No es casualidad que la firme el mismo director de la floja "Monstruos University". La perfección técnica se sobreentiende y con ella se garantiza un entretenimiento vistoso y ocasionalmente majo. Pero no basta. Y en una película que apela sin tapujos a recuperar la magia perdida se echa de menos, precisamente, aquello que busca.

Onward hace coincidir en la misma vía un vagón cargado de fantasía urbanícola (elfos con cuitas adolescentes, dragones domesticados que sobreviven como mascotas, centauros de ley y orden...) con otro de realismo sentimental: los hermanos Lightfood perdieron a su padre demasiado pronto. Tanto que ni siquiera les pudo dejar recuerdos a los que aferrarse en el futuro. ¿Se podrá recuperar la magia perdida para vivir un ultimo día con ese padre ausente?

El punto de partida es altamente prometedor, un recurso de risas enlutadas que alimentaba la soberbia Up. Pero Onward cruza las penas con las bromas y la acción echando plano de una rutinaria y sosa habilidad, aunque hay ideas magníficas (recuperar solo las piernas del padre e intentar comunicarse con ellas), los dos hermanos son moderadamente simpáticos y las escenas de alboroto tienen suficiente ritmo como para satisfacer a los espectadores más pequeños. ¿Suficiente? Puede. Los adultos (muchos de ellos fueron niños cuando descubrieron Toy Story) tendrán que esperar a su emocionante desenlace para encontrar parte de la magia perdida de Pixar.

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