Myriam Mancisidor

En casa con Selva y Mikel, diario de un aislamiento en familia

Myriam Mancisidor

Vivaldi y la muela del juicio

Con "Las cuatro estaciones" de Vivaldi empezamos ayer una jornada intensa, yo creo que la más movida desde que hace ocho días echamos el pestillo de casa por dentro. Fue la profe de Selva la que, entre las tareas para el fin de semana, nos recomendó escuchar esta música: primero, relajados, con las manos en las rodillas y los ojos cerrados; luego, bailándola, y después, dibujándola. Y es que hemos cambiado de estación, lo indica también el calendario. Para mí es un motivo de alegría. Cuando volvamos a hacer una ruta por el pico Pienzu, que llegará el día, seguro, las "quitameriendas" ya compartirán escenario con las campanillas.

Como cada día, los deberes entretuvieron a Selva un buen rato. Solo en escuchar tres veces la misma canción de Vivaldi invertimos una media hora. Pero esto no fue lo más emocionante. Vicen es muy de dejar cosas serias para momentos importantes, y sí, esta vez también. En plena cuarentena por el dichoso coronavirus se levantó con un dolor de muelas de agárrate. Así que le tocó, previa llamada, hacer una visita al dentista de urgencia. Conclusión: a los casi 40 años y en plena crisis sanitaria le ha dado por crecer a una muela del juicio...

La dentadura protagonizó más de media jornada. Selva me ayudó a hacer una croquetas con atún y queso, por eso de que están blandas, o ese era el propósito, mientras Mikel repasaba las 36 baldosas de la cocina y otras tantas de la terraza con la moto de Mickey Mouse. Como siempre, la siesta de Mikel dio paso a un momento de paz, aunque breve. La tarde comenzó con una buena noticia, ¡al fin!: la escuela de ballet de Selva continuará con las clases vía Skype. Espero que los padres no tengamos que colaborar mucho, porque yo siempre fui más de jotas en "Brisas de Aguilar" y Vicen de rock and roll.

Después de la merienda inventamos un juego que dio buen resultado: una oca de lectura, que consiste en leer las sílabas donde cae el dado: si lo haces bien, continúas; si fallas, empiezas de cero. ¡Nunca vi a Selva leer tanto y tan seguido! Luego jugamos a las películas. Mikel hizo lo que pudo. Selva amoldó el juego a lo que entiende, y en tres o cuatro ocasiones representó a "Cenicienta" quitándose siempre el zapato mientras servidora ponía cara de sorpresa, como si fuera siempre la primera vez.

La tarde se echó encima en lo que cocinamos a fuego lento un pisto y cumplimos con la rigurosa hora de los baños. Selva ha aprendido una hora en el reloj: las ocho. Sabe que es entonces cuando salimos a la ventana de la habitación, que da a una avenida. Le gusta hacerlo con una sartén en la mano. Mikel tiene preparada una "potina" de su tamaño. Los dos meten ruido. Siempre le pregunto a la mayor por qué lo hace, y cada día me sorprende más. "Hoy por tío Alber, ¿vale?", dijo. Tío Alber es camionero. Transporta alimentos. Así que sí, aplauso concedido.

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