Enseñanza virtual en la Universidad

El esfuerzo de los docentes para adaptarse al confinamiento

Nos contaba ayer el periódico que hay "más descontento que contento" con la enseñanza virtual que la Universidad imparte desde que se decretó el confinamiento.

Aunque me considero incluido, como muchos otros y otras, entre los profesores que imparten videoconferencias, que cumplen el horario y que no han sobrecargado a los alumnos, me resulta desagradable que, una vez más, la Universidad sea "el patito feo" dentro de un coro general de alabanzas y de complacencia generalizada por lo bien que se está reaccionando a esta lamentable situación.

En la Universidad continuamos impartiendo las asignaturas y explicando sus contenidos a los estudiantes para tratar de que puedan aprovechar el curso y terminar, no sólo con un aprobado, sino con la misma formación que tendrían si no hubiese habido confinamiento. En el resto de niveles educativos, y por orden de la Consejería, las actividades de enseñanza virtual "no supondrán en ningún caso avance en las materias sino que se centrarán en actividades de refuerzo y/o ampliación". Creo que no hacen falta comentarios.

La Universidad tiene desde hace años un Campus Virtual, basado en una plataforma que utilizan muchas instituciones académicas del mundo (Moodle), que se utiliza para poner materiales a disposición de los alumnos, comunicarse con ellos, realizar actividades, pruebas, foros, etc. Esta herramienta se utilizaba con normalidad y se sigue usando, aunque, como es, desgraciadamente, comprensible, ahora está sobrecargada porque tiene un tráfico mucho más intenso.

Justo antes de que se ordenara el confinamiento, la Universidad puso a disposición de los profesores otra herramienta similar (Microsoft Teams), que permite realizar videoconferencias. Multitud de profesores hemos acudido a cursos virtuales para aprender a manejarla y poder utilizarla para mantener las clases en los mismos horarios y que el avance del curso no se vea afectado. Mi experiencia personal es que se puede seguir avanzando sin problemas (aquí no hay sobrecarga) y observo muy buena disposición en los estudiantes, que aprecian el interés en que se intenten hacer las cosas bien. Se han hecho otros esfuerzos, como facilitar que se pueda acceder desde casa al mayor número posible de recursos de la biblioteca, o incluso poner en abierto libros y manuales editados por la Universidad, para que los estudiantes (que habrían podido adquirirlos sin problemas antes del confinamiento, puesto que el cuatrimestre comenzó en enero) puedan utilizarlos.

La docencia universitaria se ha hecho mucho más compleja y laboriosa en los últimos diez o quince años. A pesar de las plañideras y plañideros del "cualquier tiempo pasado fue mejor", la enseñanza actual no tiene nada que ver con la que yo recibí, en la que el profesor se limitaba a explicar oralmente unos contenidos (unas veces mejor, otras peor) y a poner un examen. Ahora el contenido que se debe explicar es mucho más complejo (desde luego en Derecho es así), los estudiantes tienen mil fuentes con las que comparar la información que reciben y además hay muchas más clases prácticas (que preparar y corregir), unos procedimientos de evaluación mucho más reglados y, por último, este mundo de las plataformas y la enseñanza virtual que supone un reto y un trabajo.

Tenemos que conseguir alumnos fuera de Asturias (gracias a la enseñanza virtual) y convencer a nuestros estudiantes (que pueden comparar y escoger múltiples ofertas de enseñanza a distancia) de la calidad de lo que les estamos ofreciendo. Esta excepcional situación que estamos viviendo es un magnífico banco de pruebas que puede proporcionarnos una experiencia valiosísima.

Autocrítica, sí. Rigor, también. Flagelación, la justa (que este año vamos a tener muy poca Semana Santa).

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