evelio g palacio

Cien años de soledad

Evelio G. Palacio

Aquí hace falta MacGyver

Dolors, personal sanitario, refiere desde un hospital de Barcelona relatos inquietantes. Médicos y enfermeras se llevan a casas las mascarillas. Escriben en ellas a bolígrafo su nombre. Para que nadie se las robe. Faltan útiles sencillos. Que produce cualquiera. Inventados hace más de un siglo. Bochornoso.

Hace muchos años un trilero de medio pelo, Jean-Maurice Lauze, cameló al Principado con una petroquímica. Un timo con árabes de mentira. El Gobierno de Asturias salió por la ventana. Lo del "Illamocho" lo supera. Al ministro de la cuota catalana le cuelan test defectuosos para el virus por una millonada. Nadie dimite. Que la urgencia sanitaria mande no significa dejar de rendir cuentas. Incluso en la catástrofe, los países serios funcionan.

Él, ausente, realizaba una incursión en el frente. Ella, día decimotercero del nuevo mundo, estaba en pijama. A las seis y media de la tarde. A la puerta de la casa. Para un auto. Mira y remira hacia el búnker. ¿Qué pasa? Un megáfono asoma por la ventanilla: "Tranquila, venimos en son de paz".

SuperRai en persona pisa Macondo. Ha hecho del amplificador de sonido la prolongación de su boca. La conversación va de altavoz a oreja: "Dile a él que está bien eso de la comparación con Kitt, Michael Knight y el coche fantástico, pero yo soy más de MacGyver. Con una cerilla y un cordón hacía maravillas".

Mensaje recibido, MacRai. Cierto, aquí lo que hace falta es alguien con inteligencia superior y dominio técnico para que no le engañen los chinos pigarras. Como MacGyver, que improvisaba artilugios insospechados a partir de cualquier cosa. Con chicles, bolsas, mecheros, papeles, neumáticos, clips y bolígrafos ya habría fabricado respiradores.

De retorno del frente capitalino, un camión especial de la Thyssen transporta por la autovía una plataforma de aeropuerto. En la radio del coche, duro rock. Menos duro que las noticias. Salta una minúscula piedra y escarcha la luna. Un misterio llovido del cielo pues apenas hay tráfico. Olímpica puntería. Laura, mamá joven, halló su paraíso en Cabranes. En la nueva escala de valores de su redescubierta existencia, pensaba hacer una huerta. Ayer ya cavaba la tierra. Pepa y Luis leen en pareja desde Villaviciosa esta saga/fuga: "Nos hace mucha falta reírnos". Mario, desde Noreña, se apunta a la movildependencia: "Cierto, acabarán implantándolo en la mano".

El chaleco se corona en la coronaguerra como uniforme de campaña. No extraña que sea la más bélica de las prendas. Aporta una versatilidad que no permite otra indumentaria. Agilidad y abrigo. Marta, de Pola de Siero, canta por redes en una "Operación triunfo" casera. Los jóvenes en cuarentena deberían aprender de esta experiencia que no llegarán a nada secundando a los ídolos de barro. Que imiten a Otín. Menos melodías y más conocimiento.

José Manuel, desde Oviedo, piensa en "Kiko": "Dale una golosina". "Kiko" es un corazón desparramado al sol. Duerme feliz acariciado por la primavera. Como todas las mañanas. Lo suyo es vida. Esto, ni más ni menos, sigue siendo la vida.

Compartir el artículo

stats