Myriam Mancisidor

En casa con Selva y Mikel, diario de un aislamiento en familia

Myriam Mancisidor

Confusión de Ramos

Desde que tengo uso de razón, el Domingo de Ramos siempre estrené zapatos. De muy niña me los regalaba mi abuelo Adolfo, también mi padrino, y de mayor siempre me las arreglé para ahorrar cuatro euros y comprarme calzado ya de primavera. Siempre menos este año. Sin nada nuevo, pero con muchas ganas, el domingo nos vestimos de punta en blanco, cualquiera diría que como para salir a tomar un vermú después de ver el paso de la Borriquilla. También nos asomamos al balcón con una palma hecha a mano con pintura de dedos por Selva, que a falta de otro material la fabricó con una bolsa reciclada del supermercado. Selva no entendía nada, tanto es así que vio a un compañero del periódico, que nos sacó una foto en la ventana, y preguntó si era el cura. La confusión dio paso a muchas risas. Luego le explicamos a Selva el porqué de Ramos y le recordamos por qué seguimos viendo pasar las horas desde la ventana.

A eso de la una de la tarde organizamos un vermú en la terraza: un vino, unas toreras picantes, unos gusanitos y zumos de fruta. Pero lejos de conseguir un momento de tranquilidad, que era lo que pretendíamos, ocurrió todo lo contrario: Vicen y yo nos vimos jugando a un cascayo invisible con la copa en la mano y corriendo sin descanso al ritmo de "A la zapatilla por detrás, tris, tras". Aprovechamos también el vermú para hacer unas videollamadas.

Por la tarde, después de la siesta de Mikel y un pequeño descanso de Selva, volvieron los juegos que a veces siguen a quejas que empiezan con un "me aburro". Vicen ideó entonces una carrera de obstáculos por el pasillo con cinta aislante. Aseguró la diversión y también que hay que repintar el piso en algún momento cuando todo esto termine: ya no hay pared sin arañazos. No suficiente, tras la gimnasia hubo fiesta de disfraces: Selva se transformó en bruja, Mikel en vaca, yo en mariposa de alas rosas (tres tallas más pequeñas que la mía) y Vicen en un no sé qué parecido a un gato.

Al fin en pijama, después de los baños, salimos una vez más a la ventana. Volvimos a aplaudir. Como ya hicimos días atrás pusimos música y los vecinos, más marchosos que otro poco, se atrevieron con el "Rock and roll en la plaza del pueblo". Ahí nos veremos dentro de poco, seguro. Ayer cumplimos el día 25 en casa. No fue un día fácil, tampoco para Selva y Mikel, que durante la mañana solo vieron llover. Y aun así, la mayor precisó: "Tenemos suerte, en casa no nos mojamos". Pues eso, a por el día 26.

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