La historia que hay detrás de la irrealidad de The vast of night es casi más interesante que lo que vemos en pantalla, o que no vemos, porque algunas escenas tienen tan poca luz que hay que adivinar lo que pasa en ellas, no se sabe si por opción estética o por falta de medios. O ambas cosas. Y es que esta película de 91 minutos un tanto estirados se rodó en 17 días con un presupuesto mínimo y un entusiasmo máximo. Y ahora está teniendo un éxito considerable en streaming. No sería de extrañar que la viera Steven Spielberg y sus responsables fueran abducidos por Hollywood para rodar cosas parecidas con muchos millones de dólares y efectos digitales a porrillo. Aquí solo los hay al final y se los podrían haber ahorrado porque la escena parece una versión casera de Encuentros en la tercera fase y tira por la borda los planteamientos originales, muy habituales en el género fantástico y de terror: recurrir a la sugerencia y olvidarse de lo explícito. Desde La mujer pantera hasta Tiburón, mantener el misterio en la sombra siempre ha sido el mejor efecto especial para crear inquietud. O miedo.
The vast of night mezcla con despreocupada (y simpática) algarabía toques de costumbrismo en la América profunda (no faltan los partidos de basket, las cheerleaders, las calles polvorientas...) con elementos de ciencia-ficción (ovnis, emisiones radiofónicas de entrañas inexplicables), un retrato de dos personajes que bien podrían considerarse al margen de lo convencional (bien interpretados) y un homenaje total a las series de televisión en blanco y negro que nos conducían a los límite de la realidad. En esta "biblioteca privada de las sombras" se habla mucho, muchísimo (imprescindibles los subtítulos, se siente), la cámara se mueve en larguísimos travellings de fotografía oscurísima y el ritmo se toma su tiempo (a veces demasiado) para ir construyendo una historia / histeria que tiene un cable en "La guerra de los mundos" radiada por Orson Welles y otro en la fantasía spielbergiana, logrando sus mayores aciertos en dos conversaciones que rozan el escalofrío.
