Solo es grande aquel que fuera de su escenario es capaz de elevarse y representar su papel como nadie. Tal vez pocos personajes históricos tuvieron la suerte de ser, en breve escena, encarnados por un actor de la talla de José Antonio Lobato. Eso debieron pensar el conde de Agüera, Nicolás de Cañedo, o el marqués de Santa Cruz de Marcenado, don Joaquín de Navia Osorio, cuando sus voces traídas desde 1808 tronaron en la Junta General del Principado de Asturias, un 23 de mayo del 2008, recordando los sucesos de 200 años antes, del 25 de mayo de 1808, declarando la guerra al invasor, ni más ni menos que al corso vencedor de Europa Napoleón Bonaparte. Pero la voz que retumbaba en la sede del parlamento asturiano, de nombre Junta General como la institución ancestral, no era la de los orgullosos nobles de antaño, sino la de un actor que se alzó en lo alto del patio central del Palacio de Fruela, llamado José Antonio Lobato, del que como de aquellos "la posteridad sabrá que hubo un astur leal y bizarro". También debieron sentirse revividos con orgullo Joaquina Bobela, García del Busto, Marica Andallón y hasta el joven aún no titulado conde de Toreno y los que se vieron renacidos por la magia del Teatro Margen, orquestados por la poderosa figura y voz de un intérprete que se sobreponía a todos los obstáculos y en ausencia de una "caja escénica" al uso la inventaba como fuera.

En el año 2008 el parlamento asturiano, la Junta General del Principado de Asturias, organizó una serie de actos para conmemorar el Bicentenario de la Guerra de la Independencia, por la importancia que la institución regional centenaria tuvo en la declaración oficial de guerra a los invasores y la internacionalización del conflicto con la petición formal de ayuda a la Gran Bretaña. Sucedió la historia entre un 9 y un 25 de mayo de 1808. En el 2008, para que la frágil memoria no durmiera injusto sueño, hubo un ciclo de conferencias, una exposición con más de 90 piezas traídas de numerosos museos regionales y nacionales y ediciones de libros varios que se prolongaron hasta el 2014. Como acto reivindicativo central e inaugural de aquella efeméride tuvo lugar en el palacio sede del Parlamento -que no existía en el tiempo de la invasión, cuya sede era la sala capitular de la Catedral, pero lo era de la actual Junta General- una representación sucinta que escenificaba lo que aquel hecho había representado para Asturias y para el devenir de la guerra.

Sin apenas guion, solo con unos cuantos papeles históricos y viejos manifiestos extraídos de documentos que estábamos recuperando para su publicación, Teatro Margen, José Antonio Lobato a la cabeza, idearon una recreación que hizo las delicias de los asistentes, apostado actores y público, como pudimos, entre las escaleras del patio central del Palacio y en los pisos que permitían la vista. Presidenta y miembros de la Mesa de la Cámara, diputados, invitados y personal fuimos por un momento habitantes de otro tiempo, de otro lugar y de otra historia, esa a la que solo el hechizo de los buenos actores nos pueden conducir cuando tienen genio y figura, o sea arte.

Que el recuerdo sea largo y descanse en paz.