Saúl Fernández

CRÍTICA / TEATRO

Saúl Fernández

Hora y media con Lola Herrera

La gran actriz vuelve a la escena en Avilés seis meses después del estallido de la pandemia

A Menchu Sotillo, a la viuda de Mario, le pasa lo que a Garcilaso cuando se puso a contemplar su estado: que descubre que "a mayor mal pudiera haber llegado". Y es que el poeta renacentista y la señora de provincias están convencidos de que la vida es un camino de perdición. "Yo acabaré, que me entregué sin arte / a quien sabrá perderme y acabarme". Otra vez Garcilaso, que es un poeta que empezó a decir en el siglo XVI y que no ha terminado de hacerlo ahora que el siglo XXI anda corriente.

Menchu Sotillo es una de las criaturas más señeras de Miguel Delibes, el escritor en su centenario, el autor de "La sombra del ciprés es alargada" y de "La hoja roja" y de "El disputado voto del señor Cayo", un novelista que revive ahora hasta en la Biblioteca Nacional, un autor obligatorio cuando mi BUP y todo lo demás. No escribió, eso sí, directamente para el teatro, pero tres de sus libros se han convertido en dramas escénicos redondos: "Las guerras de nuestros antepasados", "Señora de rojo sobre fondo gris" y "Cinco horas con Mario". Este último, además, es una de las producciones históricas del teatro español de la Transición para acá (sale en los libros de texto). Durante estos últimos cuarenta años Lola Herrera, José Sámano y Josefina Molina lo han repuesto media docena de veces y esa media docena de veces han sido pocas. Menchu está al pie del cadáver de Mario cinco horas, nosotros poco más de hora y media. Vale, al final todos nos levantamos y nos rompemos las manos aplaudiendo el trabajo gigantesco de una actriz olímpica. En el Palacio Valdés, antes de anoche, en la tercera función de esta temporada septembrina -la del acercamiento a la escena, la de la prueba y el error- que tanta alegría está causando al respetable avilesino. A ver si para octubre, el Niemeyer se suma a la fiesta. Que la penuria es solo un estado de ánimo y no un voto inquebrantable.

Lola Herrera, como Menchu Sotillo, recorre su memoria, se descubre clasista, racista, infeliz y un poco facha. Pero siendo todo esto, es espejo de la realidad más cercana, incluso cuando se quita los zapatos y se mete en unas zapatillas de andar por casa. Lo hizo tan bien cuando fue la protagonista de la versión teatral de la película "Solas" (2006) o cuando fue la Carmen Arranz de la serie "Un paso adelante". Lola Herrera nació para cambiar la piel cada noche sobre las tablas. Y eso lo hizo este viernes como si nada y, como si nada, los espectadores quedamos reorganizados. Que para eso sirve el teatro: para ordenar los pensamientos desubicados. Lola Herrera, cuando se mueve por el naturalismo, es una titán. Lo demostró en el Palacio Valdés. Y se lo agradeció emocionada: en Avilés había vuelto a la escena después de seis meses de embozo y pandemia.

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