Saúl Fernández

CRÍTICA / TEATRO

Saúl Fernández

La alegría de la tristeza

La compañía De Carmela triunfa en Avilés con el clásico de Sinisterra

Son pocos los nuevos clásicos del teatro castizo. "¡Ay, Carmela!" es uno de los más indiscutidos, un montaje en el que hay algo de cielo y mucho de infierno: algo parecido a una vía de tren que se bifurca en la que los muertos se quedan borrosos. Allí está Carmela que, junto a Paulino, hacen variedades a lo fino. José Sanchis Sinisterra escribió su tragicomedia más triste de todas a mediados de los ochenta. Y lo petó. Tanto que, después de tres décadas vuelve a los escenarios. En esta ocasión, de la mano de la compañía asturiana De Carmela, la de Carmela Romero y Carlos Mesa. Los dos son los protagonistas del espectáculo, los dos, bajo las órdenes de Sandro Cordero, que inicia aquí su carrera como director de escena ajeno a sus propias producciones.

El espectáculo que se presentó anteanoche en el teatro Palacio Valdés, en Avilés, es, como el final de "Casablanca": el inicio de muchas cosas. Lo mejor de todo, el trabajo interpretativo de los actores, sobremanera, de Mesa, extraordinario con esa mezcla de tragedia, comedia y tristeza. Y sorprendente. Le quedan superbien los papeles en los que el exceso de comedia se atenúa con el drama. Pasó en "Niue. Under the coconuts", de Maxi Rodríguez, y repite ahora, con el Sanchis por excelencia. Enorme.

"¡Ay, Carmela!" te deja mal cuerpo, el cielo ya no es lo que era, pero si baja de ella una Carmela como Carmela Romero, pues la soledad y la infelicidad se disipan. Sandro Cordero mueve a los dos actores como si nada y los dos, cuando hablan, discuten, recuerdan, logran que los espectadores hablen, discutan y recuerden, que a fin de cuentas para eso se inventó el teatro. No se la pierdan. No se la pueden perder.

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