Los componentes primordiales para la vida existían antes que las estrellas: aminoácidos como la glicina ya iniciaban el camino hacia el universo que hoy conocemos, en un momento dominado por interminables nubles de gas y polvo. Así lo demuestra una reciente investigación realizada por un equipo internacional de científicos y liderada por un especialista de la Universidad Queen Mary de Londres, en Reino Unido.

De acuerdo a una nota de prensa, los investigadores detectaron glicina en el cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko y en muestras obtenidas por la misión Stardust. Cabe destacar que los cometas poseen los materiales originarios de nuestro Sistema Solar, reflejando de esta forma las condiciones del mismo y su composición molecular durante el período en el cual el Sol y los planetas estaban a punto de formarse.

El hallazgo permite concluir que los aminoácidos como la glicina se conformaron en períodos prestelares, cuando en realidad se pensaba hasta el momento que para concretar este fenómeno era imprescindible disponer de la energía acumulada en las estrellas. Resulta significativo que se haya descubierto glicina, ya que se trata del aminoácido más simple, una característica que sugiere que también otros aminoácidos centrales para la vida pueden haber surgido en las nubes de gas y polvo previas a las estrellas.

Química oscura

Según se indica en el nuevo estudio, que fue publicado en la revista Nature Astronomy, un equipo internacional de astrofísicos trabajó en el Observatorio de Leiden, Países Bajos, y pudo demostrar la formación de glicina en la superficie de granos de polvo helado, en una situación de ausencia completa de energía. ¿Cómo puede explicarse esto? Los expertos sostienen que fue posible gracias a la denominada "química oscura", aunque el descubrimiento contradice a todos los estudios previos, que sostenían que era imprescindible la presencia de radiación UV para que se generara esta molécula.

Vale recordar que se denomina "química oscura" a aquella que se produce mediante reacciones que no requieren radiación energética. Los científicos explicaron que lograron reproducir en laboratorio las condiciones de las nubes interestelares oscuras que caracterizaban al universo primigenio. En ese contexto, delgadas capas de hielo que cubrían a las partículas de polvo helado eran impactadas por átomos, dando lugar a las reacciones generadoras y a la recombinación de los elementos que culminaban en el desarrollo de aminoácidos como la glicina.

Para Harold Linnartz, uno de los responsables de la investigación, "la conclusión más importante de este trabajo es que las moléculas que se consideran componentes básicos de la vida comenzaron a formarse en una etapa previa al inicio de la formación de estrellas y planetas. Una conformación tan temprana de glicina implica que este aminoácido se conserva en la mayor parte del hielo antes de su inclusión en los cometas y planetesimales, que son la materia original de los planetas», indicó.

La glicina como precursor

Sin embargo, otro punto importante a destacar es que la glicina puede haber sido el primer paso en la formación de otros aminoácidos en el período indicado. Según el Dr. Sergio Ioppolo, líder de la investigación y especialista de la Universidad Queen Mary de Londres, "la glicina también puede convertirse en un precursor de otras moléculas orgánicas complejas. En principio, se pueden agregar otros grupos funcionales a la columna vertebral de la glicina, dando como resultado la formación de otros aminoácidos, como por ejemplo alanina y serina, también en nubes oscuras en el espacio", expresó.

Para finalizar, los científicos explicaron que este "inventario molecular" se incluye posteriormente en los cuerpos celestes, como en el caso de los cometas, y llega a los planetas jóvenes. Este fenómeno es precisamente el que terminó configurando la explosión vital que caracteriza a la Tierra, y que probablemente se haya replicado en otros planetas.

Referencia

A non-energetic mechanism for glycine formation in the interstellar medium. Ioppolo, S., Fedoseev, G., Chuang, KJ. et al. Nature Astronomy (2020).DOI:https://doi.org/10.1038/s41550-020-01249-0

Foto: NASA en Unsplash.