El compromiso social para la solución de la crisis climática no depende de las creencias religiosas o políticas de las personas, sino de sus capacidades emocionales: el miedo y la esperanza despiertan reacciones responsables y comportamientos sostenibles.

Una investigación de la Universidad de Ginebra (UNIGE) ha descubierto que la mejor solución para afrontar socialmente la crisis climática es emplear el lenguaje del corazón.

Señala que, cuando queremos sensibilizar a la sociedad sobre el cambio climático, los principales parámetros no son el género, la edad, la situación socioeconómica de las personas, el partido político al que pertenecen o con el que simpatizan, y ni siquiera su jerarquía de valores.

Lo que revela esta investigación es que, ante un desafío de la naturaleza que representa la crisis climática, lo que mejor va a funcionar para que las personas reaccionen responsablemente, adopten comportamientos sostenibles y respeten la naturaleza, es el lenguaje de las emociones.

El cuadro emocional

El cuadro emocional Las emociones son importantes porque transmiten información de cómo nos sentimos y cómo se sienten los demás. Se manifiestan cuando miramos un cuadro, un paisaje, el rostro de un ser querido, y también cuando algo nos desagrada y nos infunde temor.

Son reacciones psicofisiológicas que alteran la atención, promueven ciertas conductas e influyen en las expresiones faciales, los músculos, la voz, la actividad del sistema nervioso y endocrino.

Todo este mecanismo se desencadena por la liberación de hormonas que convierten las emociones en sentimientos de los que dependen nuestras reacciones.

Vínculo emocional

Vínculo emocional La nueva investigación ha averiguado cómo se puede recurrir al sistema emocional para dar respuesta a un problema colectivo grave como es el cambio climático, ya que las emociones sirven para establecer nuestra posición con respecto a nuestro entorno.

Desarrollada el catedrático de Psicología del Desarrollo Sostenible de UNIGE, Tobias Brosch, la nueva investigación revisó más de 100 estudios previos, realizados en los últimos cinco años, sobre las emociones y el cambio climático.

El enfoque es original porque reconoce la importancia de las emociones, muchas veces consideras responsables de comportamientos irracionales, en la solución del mayor problema que ha afectado a la humanidad, que nunca antes en el pasado se había visto abocada a su propia extinción.

Los estudios previos analizados en esta investigación se habían centrado en el efecto que causa en las personas el cambio climático, que puede resumirse en varios tipos de reacciones emocionales: miedo, preocupación, culpa, pero también en ocasiones esperanza y orgullo.

Comunicación cuidadosa

Comunicación cuidadosa La primera conclusión es que tanto el miedo como la esperanza son fundamentales para obtener una aproximación emocional positiva a la cuestión climática.

En consecuencia, considera que ambas emociones deben estar presentes cuando se pretende explicar a la sociedad la problemática climática.

Contrariamente a lo que podría pensarse, el miedo no genera parálisis ante la crisis, ni la esperanza genera irresponsabilidad asumiendo que el problema estaría en vías de solución.

Los investigadores concluyen, por tanto, que el mejor mensaje que puede transmitirse sobre la crisis climática debe ser, por un lado, realista con el planteamiento de los problemas, y de otro lado, esperanzador respecto a la posibilidad de superarla.

Por lo tanto, los políticos deben trabajar con psicólogos emocionales en el diseño de intervenciones proambientales, con el fin de definir los mensajes correctos, destacan los investigadores.

Comportamiento sostenible

Comportamiento sostenible La investigación ha tenido en cuenta también lo que en psicología se conoce como “resplandor cálido”, que define el bienestar que experimentan las personas cuando son amables y ayudan a otras personas.

La nueva investigación ha constatado que este estado psicológico es importante también para afrontar socialmente la solución de la crisis climática.

“Las personas que esperan sentirse bien al tomar medidas a favor del medio ambiente, se están comportando de manera más sostenible. Entonces debemos reforzar este cálido resplandor como palanca para las personas que están sujetas a ella, porque reforzará sus buenos hábitos y desencadenará un círculo virtuoso de acciones favorables al desarrollo sostenible a largo plazo”, especifica Tobias Brosch en un comunicado.

«Además, deberíamos intentar desencadenar este círculo virtuoso en personas que aún no lo sienten», concluye.

El desafío radica en la implementación de estrategias y oportunidades que permitan a los ciudadanos vivir este sentimiento, de altruismo o empatía, de manera positiva durante una acción a favor de la lucha contra el calentamiento global, para que quieran volver a sentirlo y su impacto sostenible en el entorno se prolongue en el tiempo.

Referencia

Referencia Affect and emotions as drivers of climate change perception and action: a review. Tobias Brosch. Current Opinion in Behavioral Sciences, Volume 42, December 2021, Pages 15-21. DOI:https://doi.org/10.1016/j.cobeha.2021.02.001

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