La propuesta de Superliga ha conmocionado el mundo del fútbol. Tanto a su statu quo, las asociaciones, como a su base, la afición. Posiblemente no cuaje, pero ha evidenciado que la innovación es necesaria. Debe innovarse el modelo de gobernanza del fútbol para hacerlo más eficiente, más trazable, más rentable, más internacionalizable y más social. Y la tecnología tiene algo que aportar en ello.

Ha amenazado tormenta en el mundo del fútbol europeo. Y no por hechos deportivos, sino estrictamente organizativos: doce de los más prestigiosos clubes de fútbol europeo anunciaron la creación de una nueva liga europea dirigida por ellos, la Superliga.

Parece que la cosa no prospera, pero son ruidos que anuncian el cambio.

Tras las declaraciones la víspera de los directivos de alguno de esos clubes, el lunes 19 de abril se volcó en un comunicado a través de sus sitios web oficiales.

Dicho comunicado ya no está colgado en la web del Real Madrid, pero aun podemos conocer su contenido, directamente de sus fuentes, en el correspondiente comunicado del Inter de Milán. (Dicha página web está autenticada con un certificado electrónico válido y, por tanto, en virtud del reglamento europeo eIDAS, tiene valor de comunicación fehaciente del Inter).

Este comunicado, muy conciso, establece varias cosas: que los doce clubes fundadores de esta nueva liga, que en él se enumeran, esperan mantener buenas relaciones con la UEFA y la FIFA en beneficio del fútbol en general; que el motivo de fondo detrás de esta iniciativa es la inestabilidad del modelo económico actual del fútbol europeo, que la pandemia ha intensificado, y que el motivo inmediato es la inadecuación de las soluciones propuestas por “las partes interesadas” para una redefinición del fútbol europeo.

Además, en dicho comunicado se define el formato de esta nueva competición y se afirma que, tras la masculina, llegará la correspondiente Superliga femenina.

Con todo, si seguimos el consejo de “garganta profunda” (“follow the money”), la parte más sustantiva parece estar en el último párrafo. En él se habla de “pagos solidarios” proporcionales a los ingresos generados y mayores que los que permite la “competición europea actual”.

Hasta aquí lo que los clubes de fútbol hicieron. En cuanto a las asociaciones de fútbol, la UEFA reaccionó con un contundente comunicado firmado también por las ligas y  las federaciones futbolísticas de los tres países involucrados (España, Inglaterra e Italia) en el que anuncia sanciones: “los clubes afectados no podrán participar en ninguna otra competición a nivel nacional, europeo o mundial, y sus jugadores podrían verse privados de la oportunidad de representar a sus selecciones nacionales”.

Pues bien, a estas alturas se preguntará usted qué demonios pinta esto aquí… ¿Qué tiene todo esto que ver con innovación tecnológica, que es el objeto de esta sección?

Desde luego, mucho no encaja con las noticias sobre propulsión por magnetismo de plasma, bypassmedular mediante nanotecnología o velocidades hiperlumínicas por teoría de la relatividad general que hemos venido tratando aquí.

No. Así formulado, no parece tener sentido alguno. Reformulémoslo.

La descrita arriba es una situación que una parte (los clubes) define como resultado del uso legítimo y adecuado a las circunstancias de su propia libertad, y que la otra (las asociaciones) define como un acto de amotinamiento insolidario, anunciando correspondientes acciones de castigo contra los conjurados.

Más allá de esta definición dual que es la quintaesencia misma de cualquier situación de conflicto, de lo que se está hablando aquí es de una crisis en el modelo de gobernanza del fútbol europeo.

Y resulta que, de unos once años a esta parte, la gobernanza es una cuestión sobre la que la tecnología tiene bastante que decir. Sí, hablamos de blockchain.

Pues eso, hablemos.

En pocas palabras, ¿qué es blockchain?

blockchain Las tecnologías blockchain aportan un procedimiento de creación de consenso colectivo entre personas de forma netamente online y altamente automática (mas no completamente, no puede serlo). Un consenso cuyo objeto es la creación de una verdad colectiva (registro, en el sentido del “registro de la propiedad”, por ejemplo) y/o la creación de un sistema de decisión/acción colectivo (gobernanza).

Pero ojo, blockchain es solo el procedimiento de consenso, no el consenso en sí mismo. Y tampoco es el modelo de gobernanza en sí mismo, solo el instrumento que le da vida.

Lanzarse a hablar aquí de smart contracts es errar el pensamiento. Solo son el cómo y, por tanto, deben estar al servicio del qué y del para qué, y no al revés. Si un modelo de gobernanza es la historia de una novela, blockchain es papel y el idioma en el que está escrita y, dentro de estos, los smart contracts son los renglones en los que están dispuestas las palabras. Además, solo una modalidad de renglones elegida entre las varias posibles.

En todo esto, la intervención humana es fundamental, dado que no es posible hablar de consenso ni de gobernanza sin la posibilidad de disentir, equivocarse, desobedecer o mentir. Habilidades que, por el momento al menos, son netamente humanas (y en las que, de hecho, el ser humano despunta).

En otras palabras, blockchain es el procedimiento informático de la democracia directa (ojo, ya sea equitativa, ya sea ponderada) para ser aplicado a cualquier dominio concreto de la vida social humana.

Y este dominio puede ser un estado, una moneda, una empresa, la ciencia (de hecho, la ciencia era ya inherentemente blockchain mucho antes de que blockchain fuera parido) o… el fútbol.

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¿Podemos crear una blockchain esférica?

blockchain El fútbol es un dominio de la actividad humana tremendamente peculiar. Uno de esos que crean un universo social paralelo: aficionados (el propósito del fútbol, los que disfrutan con el fútbol), clubes (las entidades privadas que crean el fútbol), asociaciones (las entidades asociativas privadas de utilidad pública que regulan el fútbol), prensa deportiva (los que hablan del fútbol), líderes de opinión (los que crean relato y paradigma interpretativo sobre el fútbol), televisiones (creadores, difusores y masificadores del fútbol en tanto que producto de masas), actores de mercadotecnia (generadores de valor económico añadido), etc.

Y dicho universo, que es un ecosistema completo de por sí, puede ser expresado por medio de un ecosistema blockchain en el que cada participante, según su papel, posea unos privilegios y unas obligaciones determinadas.

Una iniciativa como esta podría ser auspiciada por cualquiera.

Desde luego, sería natural que estuviese patrocinada por los clubes (y las personas que los forman), en tanto que son ellos los que crean el hecho futbolístico (producto, entretenimiento, afición, pasión…).

Pero también sería natural que fuese patrocinada por las asociaciones, en tanto que colectivos de clubes que son. De hecho, una infraestructura blockchain como la apuntada se convertiría en la esencia de las propias asociaciones. La expresión misma de su razón de ser, de su normativa interna y de su operativa. Todo ello, además, de forma inmensamente eficiente, con trazabilidad de acciones absoluta y el grado de privacidad que requiera cada acto particular recogido en ella.

A este último respecto decir que, si bien una blockchain pura (por ejemplo, la Red Bitcoin) ofrece transparencia absoluta (todo es público en ella, si bien los actores están identificados mediante seudónimos), tal cuestión no es inherente a la definición de blockchain. Una infraestructura de consenso puede seguir siendo blockchain en el sentido definido en el apartado anterior y, compatible con ello, organizar su información en capas de diferente nivel de privacidad.

Eso sí, incluso los actos más confidenciales quedan siempre reflejados, mediante algo que vamos a llamar su “huella electrónica”, en la capa de información pública (aquella a la vista de todos). Y aunque dicha “huella electrónica” no permite conocer el detalle del acto, sí sirve como verificador unívoco del mismo.

Esto es análogo a lo que sucede con nuestra huella dactilar. Nos identifica unívocamente, aunque no permite deducir ni los rasgos de nuestro rostro, ni nuestro currículum amoroso, ni nuestro historial crediticio.

He hecho hincapié en la cuestión de la trazabilidad absoluta porque actúa como un elemento legitimador fundamental.

Un sistema de gobernanza fundamentado en un consenso blockchain no solo es mucho más eficiente (rápido, adaptable, barato y muchísimo menos burocrático), sino que, en virtud de la trazabilidad de acciones que garantiza, dota a los gobernantes de una legitimidad sin precedentes. No importa que estos gobernantes sean los de una nueva cooperativa de clubes o los rectores de las asociaciones ya existentes. Aplicaría a ambos.

¿Utopía?, puede ser. ¿Puertas al campo lo contrario?, también. Al fin y al cabo, dado que los ciudadanos soportamos la auditoría permanente de la hacienda pública, estamos legitimados para exigir auditorías equivalentes a todos los niveles.

Y no importa que el fútbol sea un universo netamente privado. Todos sus actores son entidades privadas. También las asociaciones, aunque, igual que sucede con los operadores de los mercados bursátiles (“las bolsas”), resulta fácil olvidarlo. Pero, con independencia de ello, su base son los aficionados y estos, en Europa, somos ciudadanos. Personas con los derechos y las obligaciones que la ciudadanía nos confiere.

Pero hay más, mucho más

Una gestión blockchain permitiría a los clubes (directamente o través de sus asociaciones) ser no solo propietarios de los derechos de emisión sino, incluso, actuar como retransmisores. Hoy por hoy montar una televisión a través de Internet es algo técnicamente al alcance de cualquiera. Y el fútbol, no hay duda, garantiza el público. Dos más dos.

Esto permitiría proteger a los clubes de los excesos económicos y de poder en los que puedan incurrir los grandes monopolistas mundiales de medios. En su momento nos creímos aquello de que Internet era la herramienta de desintermediación definitiva. Pero lo que ha sucedido es justamente lo contrario: Internet solo ha propiciado la desaparición de los grandes intermediarios previos para sustituirlos por otros mucho mayores y de carácter global.

Ahora bien, aún estamos a tiempo de desandar ese camino.

Además, una gestión blockchain permitiría la definición de lo que podríamos llamar “abonos remotos”. La modalidad de abono para aquellos aficionados que van a asistir a los partidos de forma remota. Ya no necesariamente en formato de retransmisión (broadcast unidireccional), sino en formato netamente interactivo… Un campo magnífico para la creatividad y la innovación.

Y como en la afición de los grandes clubes no se pone el Sol, por pequeña que sea esta cuota de abono, las cifras totales pueden ser notables. Muy por encima del coste de infraestructura.

Por otra parte, una gestión blockchain podría realizarse de forma que permita una armonización a escala internacional. La magia de la interoperabilidad de sistemas en acción: el surgimiento de un sistema europeo armonizado e interoperable de creación, disfrute y generación de valor futbolístico.

Conclusión

Quizás la Superliga pase como tormenta que pudo ser y no fue. Pero quizás ha evidenciado las deficiencias del sistema actual y, si es así, resultará ser anuncio de otras tormentas aún por llegar.

Nada extraño. El fútbol, como todos los dominios de la actividad humana, debe realizar su transición digital. Y es necesario que haga sin perder su esencia: los aficionados y ese “espesor cultural del fútbol” del que, mucho mejor que yo (claro), habla el Sr. Valdano en su artículo «de guardia» del pasado domingo.

Una gestión blockchain del fútbol basada en unas reglas de gobernanza aceptadas por los clubes y ratificadas por los aficionados crearía un sistema de fútbol europeo integrado, mucho más eficiente y supervisable, y netamente social.

Además, dotaría a los clubes de instrumentos económicos nuevos, que tan necesarios les resultan en la situación de crisis sanitaria actual. (Y, por cierto, ¡de forma compatible con ella!).

La amistad nos ofrece muchos bienes. Uno de ellos, el brindarnos cicerones que nos enseñan a apreciar paisajes que de otra forma quedarían fuera de nuestra mirada y entendimiento. Gracias a un buen amigo, hace tiempo entendí algo sobre la esencia del fútbol. Sobre su naturaleza rabiosamente estocástica y meritocrática. Sobre su singularidad como deporte de práctica más accesible y barata. Sobre el hecho de que, pese a no ofrecer tanteos espectaculares es, de lejos, el deporte más popular y global. Hay muchos valores en todo esto.

El fútbol posee ese tipo de importancia que solo las cosas que son importantes, al mismo tiempo que accesorias, poseen. Como el arte. Se puede vivir sin ellas, pero con ellas se vive mucho mejor. Por eso innovar el modelo de gobernanza del fútbol puede resultar tan valioso. Y, además, nos ayudará a cambiar el chip para mejoras de gobernanza similares en otros muchos ámbitos.

Foto superior: Imagen de ChaosSoccerGear en Pixabay.