Este artículo, publicado el 8 de mayo, se ha actualizado el día 9 de mayo con las últimas noticias sobre el desenlace del regreso a la Tierra del cohete chino de 54 metros.

 

La nave espacial Long March-5B Y2 fue lanzada por China a fines de abril con el propósito de colocar en órbita a una primera fase de su estación espacial. Los restos de este cohete ingresaron a la atmósfera finalmente el 9 de mayo sobre el Océano Índico, desbaratando la incógnita sobre su destino final, que puso en alerta a los Estados Unidos. El Pentágono siguió de cerca el viaje de la basura espacial, ante la posibilidad de su caída en un área poblada.

Según se indicó en un artículo de Global Times, el miedo frente a la caída del cohete forma parte de la «publicidad occidental» contraria al país asiático.

De acuerdo a lo explicado por los analistas espaciales chinos en la mencionada publicación, las probabilidades de una colisión de los restos de la nave espacial sobre una ciudad o área habitada eran «mínimas». En la mayoría de los casos estos restos caen en alguna parte del océano, explicaron los especialistas.

Sin embargo, el Departamento de Defensa de los Estados Unidos no pensaba lo mismo. El Pentágono siguió paso a paso el reingreso de la estructura china a la atmósfera terrestre. Es más: el propio Comando Espacial de los Estados Unidos realizó el rastreo del cohete, del cual pudo conocerse su ubicación  unas horas de su entrada a la atmósfera.

Vale destacar que un escuadrón especializado brindó actualizaciones diarias sobre la ubicación del cohete en el portal Space Track.

Un riesgo escaso

De acuerdo a la información brindada por las autoridades chinas, la nave espacial que se lanzó en abril posee una longitud de casi 54 metros, disponiendo de un núcleo de alrededor de 30 metros dedicado al reingreso a la atmósfera terrestre.

A pesar de las especulaciones de todo tipo que se han realizado, incluso que Estados Unidos estaba listo para derribarlo, los expertos estadounidenses coincidían en la mayoría de los casos con sus pares chinos: las probabilidades de caída en una zona habitada eran mínimas.

Jonathan McDowell, experto del Centro de Astrofísica de la Universidad de Harvard, explicó en un artículo de BBC News que el riesgo de algún daño sobre las personas o las construcciones urbanas era «bastante pequeño».

Aunque indicó que no había que despreciar la amenaza, las posibilidades de un impacto de consecuencias catastróficas eran escasas. Sin embargo, aclaró que «podría suceder».

Para los científicos y especialistas chinos, como el dispositivo aeroespacial se ha confeccionado principalmente con materiales livianos, la mayor parte de la nave de 22 toneladas de peso se quemaría rápidamente al ingresar en la atmósfera de la Tierra. Por lo tanto, no había motivos para preocuparse.

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El problema de la basura espacial

En realidad, la problemática de la basura espacial se incrementa con el paso del tiempo: satélites en desuso o restos de variadas misiones o lanzamientos se acumulan en cercanías de la atmósfera terrestre.

De acuerdo a la ESA, entre el 20 y el 40% de la masa de los cohetes y naves de mayores dimensiones o algunas de sus piezas podrían sobrevivir en su reingreso a la atmósfera de nuestro planeta, convirtiéndose en un potencial peligro.

El lanzamiento del cohete Long March-5B Y2 fue el primer paso de China para la puesta en marcha de su ambiciosa estación espacial, la única que estará habilitada para el ingreso de socios extranjeros. Se completará mediante 11 lanzamientos a concretarse en los próximos dos años, previéndose su habilitación sobre fines de 2022.

Foto:

Lanzamiento del cohete chino Long March-5B Y2 en abril pasado, con el propósito de poner en órbita la primera etapa de la estación espacial del país asiático. Créditos: China Daily / Thomson Reuters.