Una amplia investigación sobre longevidad en reptiles ha descubierto que en algunas tortugas el envejecimiento no es inevitable y que la probabilidad de morir no aumenta con la edad. Esencialmente no envejecen, aunque finalmente todas mueren.

Un equipo internacional de científicos, dirigido por la Universidad Estatal de Pensilvania (Penn State) y la Northeastern Illinois University, en Estados Unidos, ha realizado el estudio más completo sobre el envejecimiento y la longevidad de reptiles y anfibios de todo el mundo, y descubierto que la senescencia no es inevitable para todos los organismos. Los resultados de esta investigación se publican en la revista Science.

En el ámbito de la biología, la senescencia se refiere al envejecimiento que se produce en las células de un organismo, hasta que llega un momento en el que dejan de dividirse.

Esas células envejecidas o senescentes se acumulan en los tejidos del cuerpo y liberan sustancias dañinas que producen inflamación y lesiones en las células vecinas. La consecuencia de este proceso es el envejecimiento.

Lo que ha descubierto la nueva investigación es que la senescencia apenas se da en varias especies de tortugas, lo que significa que hay especies que pueden reducir o evitar parcialmente los efectos del envejecimiento, sin por ello evitar finalmente la muerte.

Tortuga de 190 años

El ejemplo más claro de esta evidencia es Jonathan, una tortuga gigante de las islas Seychelles que nació en 1832 y que en algún momento de 2022 cumplirá 190 años.

A esta edad, Jonathan está ciego y ha perdido olfato, pero sigue tomando el sol, durmiendo, comiendo y apareándose como si fuera joven.

La nueva investigación ha comprobado que Jonathan no es un hecho aislado: el 75 % de las especies de tortugas analizadas muestra una senescencia extremadamente lenta y, en algunos casos, incluso un insignificante envejecimiento biológico.

Los investigadores piensan que la tasa de envejecimiento se reduce en función de las condiciones de vida de zoológicos y acuarios en las que viven muchas tortugas, en comparación con el estado salvaje, que puede resultar mucho más estresante.

“Esto significa que la senescencia no es inevitable para todos los organismos”, comenta Rita da Silva, primera autora del artículo, en un comunicado.

Longevidad sexual

Sin embargo, también es verdad que no pasa lo mismo con otras especies: en primates, incluidos los humanos, la mejora de las condiciones ambientales determina una disminución de la mortalidad infantil, pero las tasas de envejecimiento no cambian o cambian muy poco.

“Esto es muy típico en muchos grupos de mamíferos y creemos que posiblemente también de aves, pero no es el caso con las tortugas”, destaca Fernando Colchero, otro de los autores de esta investigación.

Este hecho es especialmente significativo porque, por lo general, la senescencia aparece después de que las especies alcanzan la madurez sexual, momento en el que dejan de crecer y comienza el deterioro progresivo de las funciones corporales.

Lo que ocurre con las tortugas que no manifiestan senescencia es que la capacidad sexual no solo se conserva a pesar del paso del tiempo, sino que incluso aumenta con la edad.

Probabilidad de morir estable

En el caso de las hembras, este detalle se aprecia en que la cantidad de huevos que deposita cuando alcanza la madurez sexual es solo una pequeña fracción de los que pone cuando es más vieja.

Los investigadores destacan también que, aunque en algunas tortugas su riesgo de muerte no aumenta con la edad, sigue siendo mayor que cero. En algún momento, todas mueren debido a causas inevitables, como enfermedades.

Lo que eso significa es que en algunas tortugas la probabilidad de morir no cambia con la edad, al contrario de lo que ocurre con las demás especies, aunque esta investigación ha apreciado asimismo que, además de las tortugas, hay algunos animales que tienen tasas de envejecimiento particularmente bajas, como los cocodrilos, salamandras y sapos, entre otros.

Factores condicionantes

Los investigadores evaluaron también cómo factores como el modo de termorregulación, la temperatura ambiental, las adaptaciones protectoras y el ritmo de vida, contribuyen al envejecimiento físico, en todas estas especies de sangre fría o ectotérmicas analizadas.

Los investigadores descubrieron una mayor diversidad en las tasas de envejecimiento en los grupos estudiados, en comparación con las aves y los mamíferos.

La longevidad de los ectotermos (estimada como el número de años entre la primera reproducción y la muerte del 95 por ciento de los adultos) osciló entre 1 y 137 años. A modo de comparación, la longevidad de los primates oscila entre 4 y 84 años.

Esta constatación abre la posibilidad de aprender algo nuevo sobre el envejecimiento en humanos, señalan asimismo los investigadores.

Hacen falta más estudios para relacionar la longevidad de las tortugas con el envejecimiento humano. Ravi Patel/Unplash

¿Y en humanos?

Hasta ahora, sin embargo, la investigación en humanos y primates no humanos ha revelado que las mejores condiciones de vida no modifican la tasa de envejecimiento en un grado significativo. Es decir, más personas llegan a una edad más avanzada, pero la esperanza de vida máxima posible no ha mejorado.

"La diferencia es que las tortugas tienen tasas de envejecimiento mucho más bajas que los humanos, mientras que pueden reducirlas significativamente cuando mejoran las condiciones ambientales. Todavía no hemos encontrado ninguna evidencia de que los humanos, o cualquier otro primate, puedan hacer eso", explica Colchero.

"Para comprender completamente cómo la senescencia moldea las tasas vitales y cómo las condiciones ambientales afectan a la senescencia, se necesitan más estudios que comparen las poblaciones bajo cuidado humano y los entornos naturales, particularmente para los tetrápodos poco investigados", concluye Cochero.

Referencias

Slow and negligible senescence among testudines challenges evolutionary theories of senescence. Rita Da Silva et al. Science, 23 Jun 2022; Vol 376, Issue 6600, pp. 1466-1470. DOI:10.1126/science.abl7811

Diverse aging rates in ectothermic tetrapods provide insights for the evolution of aging and longevity. Beth A. Reinke et al. Science, 23 Jun 2022, Vol 376, Issue 6600, pp. 1459-1466. DOI:10.1126/science.abm0151