La comunidad científica ha pasado de elaborar sesudos informes y de pronunciar serias advertencias sobre la crisis planetaria, a un activismo desesperado para evitar el punto de no retorno de la extinción humana. Ahora solo nos queda tiempo para adaptarnos a la catástrofe.

Aunque miles de científicos pasaron buena parte del siglo XX publicando una enorme cantidad de trabajos rigurosos y brillantes sobre el calentamiento global, consiguiendo probar con billones de datos la extraordinaria magnitud que está alcanzando este catastrófico fenómeno, el eco que tuvieron en la sociedad fue muy escaso.

Se enfrentaban a los intereses de petroleras, empresas del carbón, eléctricas, fondos de inversión, etc., que crearon poderosos lobbies y captaron para su causa a numerosos políticos.

Una serie de think-tanks al servicio de estas corporaciones diseñaron campañas de desinformación cuya ejecución estuvo a cargo de potentes agencias de comunicación. Consiguieron crear una bien engrasada maquinaria para engañar descaradamente a la población sobre el problema del calentamiento global.

Frente al rigor de uno de los hechos mejor probados por la ciencia, estos lobbies enfrentaron consignas rigurosamente falsas del tipo “no pasa nada”, o “esto es cosa de los ecologistas”, que ni siquiera se molestaron en intentar demostrar.

Tuvieron un éxito mucho mayor del que pensaron, pues contra todo pronóstico consiguieron convertir uno de los hechos mejor demostrados de la ciencia en un mero problema ideológico.

Además, filtraron a la opinión pública la falacia de que los científicos estaban divididos, y que mientras algunos (los más alarmistas) pensaban que el calentamiento global era un hecho, otros (los más rigurosos) estaba seguros de que no era cierto.

Funcionó muy bien

De nada sirvió que los científicos contraatacasen esta falacia con datos: analizaron los 2.000 mejores artículos sobre sobre el clima publicados en las revistas científicas de mayor impacto y comprobaron que 1.998 de ellos demostraban taxativamente la existencia del calentamiento global.

De los restantes artículos, uno decía que, aunque todos los datos existentes hasta la fecha lo confirmaban, convenía seguir analizando más datos (porque un fenómeno tan extraordinario requería una colección de datos probatorios extraordinarios). Solo uno de los 2.000 artículos analizados negaba el calentamiento global, aunque al poco tiempo su autor lo retiró diciendo que se había equivocado.

Pero la campaña de desinformación continuó.

Con el tiempo se ha sabido que estas corporaciones incluso utilizaron una sofisticada técnica de presión, que denominaron Strategic Lawsuits Against Public Participation  (Pleitos Estratégicos Contra la Participación Pública), para enfrentarse a los científicos que más se empeñaban en contarle al gran público una verdad objetiva que resultaba extremadamente incómoda a sus intereses.

Estos lobbies incluso consiguieron durante mucho tiempo bloquear la financiación para los estudios de calentamiento global.

Preocupados por la alarmante situación del planeta, muchos científicos decidieron dar la batalla. A fin de cuentas, lo que está en juego es nuestra propia supervivencia.



Movilizaciones científicas

Tras darse cuenta de que en este caso lo que hace tradicionalmente la ciencia (publicar rigurosos artículos científicos sobre el tema en revistas especializadas tras una revisión anónima por pares) no era suficiente para que la opinión pública tomase conciencia del problema, los científicos pasaron a la acción organizando una larga serie de llamamientos directos de alerta a la población.

Así, en febrero de 1979, la Organización Meteorológica Mundial organizó en Ginebra la primera World Climate Conference. Su principal conclusión fue mostrar su extrema preocupación porque “las actividades humanas causan cambios climáticos de alcance mundial sobre la Tierra”.

En octubre de 1985, los mejores científicos planetarios, reunidos bajo el patrocinio de Naciones Unidas en la ciudad de Villach (elegida simbólicamente por tratarse de una ciudad de los Alpes donde era muy fácil darse cuenta de los efectos del calentamiento global), manifestaron que existía un consenso de la ciencia a nivel mundial: “seguir aumentando la concentración de gases de efecto invernadero causará un aumento significativo de la temperatura global”.

Tres años más tarde (1988), la Conferencia Mundial sobre la Atmósfera Cambiante, celebrada en Toronto, concluyó con esta demoledora declaración: “la humanidad está realizando un experimento de liberación de gases de efecto invernadero de alcance planetario del que se ha perdido el control. Sus catastróficas consecuencias sólo pueden situarse inmediatamente por detrás (o tal vez a la altura) de las que produciría una guerra nuclear generalizada”.

Para valorar con precisión la importancia de esta declaración, es necesario recordar que durante los años 80 del siglo pasado el presidente Ronald Reagan relanzó la Guerra Fría contra la Unión Soviética hasta un nivel nunca alcanzado.

Algunos de los firmantes de la Declaración de los Premios Nobel 2015 en Landau (Alemania) que señaló: hay pruebas abrumadoras que las emisiones de gases de efecto invernadero provocan el calentamiento global. Reuniones de premios Nobel Flemming/Lindau.

Científicos preocupados

En noviembre de 1992, 1.700 de los más influyentes científicos, entre los que se incluían los ganadores del premio Nobel, respaldaron el manifiesto de la Union of Concerned Scientists diciendo, entre otras cosas, que: “los seres humanos y el mundo natural se encuentran en un curso de colisión que podría conducirnos a la extinción. Requerimos la colaboración de la comunidad científica internacional, de los líderes industriales y empresariales, la de los líderes religiosos, de la gente de todo el mundo. Llamamos a todas las personas a unirse a la tarea de frenar el calentamiento global. Esperamos que este mensaje llegue y afecte a todo el mundo. Necesitamos la colaboración de todos”.

En los años que siguieron, la Union of Concerned Scientists ha seguido haciendo sucesivos llamamientos, cada vez más numerosos y cada vez más preocupantes.

En 1988 se creó el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), con el objetivo de “facilitar evaluaciones integrales del estado de los conocimientos científicos, técnicos y socioeconómicos sobre el cambio climático, sus causas, posibles repercusiones y estrategias de respuesta”.

Desde su creación, el IPPC fue objeto de ataques masivos organizados por think-tanks conservadores, financiados por grandes corporaciones y con el beneplácito de buena parte de los medios de comunicación. Y siguió siéndolo incluso después de ser galardonado con el Premio Nobel en el año 2007.

Para muchos científicos, resultó especialmente relevante que en el Coloquio sobre el Futuro de la Evolución, coincidiendo con el cambio de milenio, Académicos de la National Academic of Science de Estados Unidos lanzaran un llamamiento a los científicos de todo el mundo para que dedicasen los máximos esfuerzos a estudiar el futuro de los organismos vivos bajo el rápido cambio global antropogénico.

Este llamamiento tuvo mucho eco entre diversos grupos de investigadores, que cambiaron sus líneas de investigación para afrontar este gigantesco reto.

Situación desesperada

En la misma época, las 17 principales Academias de Ciencias del mundo declararon conjuntamente: “reconocemos en el IPCC la fuente mundial de información climática más confiable”, indicando que el IPCC estaba siendo atacado “empleando a sabiendas la mentira, la desinformación y el juego sucio”.

En diciembre de 2001, los premios Nobel advirtieron durante la celebración del primer centenario de este galardón, que “nuestra propia seguridad depende de una necesaria reforma económica, social y medioambiental. El daño lo hemos originado los ricos del planeta, y comenzará afectando a las economías más frágiles. Pero en unas décadas la situación llegará a ser desesperada para todos”.

Tal vez el más alarmante y directo de todos los llamamientos científicos se produjo en diciembre de 2003, cuando la unión de Geofísicos de Norteamérica destacó que “la concentración de dióxido de carbono está creciendo más deprisa que en cualquier otro momento de la historia geológica del planeta y se debe a la quema de los combustibles fósiles”.

Su llamamiento no pudo resultar más dramático. Si un nivel de crecimiento de dióxido de carbono más lento que el actual produjo la gran extinción del Pérmico (la mayor extinción en masa de la historia de la Tierra), ¿qué podría pasarnos ahora?

En Junio de 2005, las Academias Nacionales de Ciencia de los países del G8 firmaron una declaración instando a los líderes mundiales a una “acción inmediata frente a la clara y creciente amenaza del cambio climático”, advirtiéndoles con un rotundo “prepárense para las consecuencias”, que consideran “catastróficas” y “absolutamente inevitables”.

A pesar de tantos llamamientos la situación no cambió lo suficiente.

El planeta que estamos dejando a las nuevas generaciones. Bakhrom Tursunov/Unplash

Puede ser el fin

La cumbre de Bali en 2007 expresó este sentir. Los mejores climatólogos del mundo imploraron a los gobiernos para que “no se supere un incremento de +2 ºC de temperatura media mundial respecto a la era preindustrial”. Todo lo que exceda de esto puede ser el fin.

Por aquel entonces, el presidente del Gobierno de España, Mariano Rajoy, se enfrentaba a los impecables argumentos de los mejores científicos de la humanidad, basándose en las opiniones de un primo suyo. Rajoy manifestó expresamente su desacuerdo sobre que se estuviese produciendo un calentamiento global. Por aquel entonces, en nuestro país también alzaba su voz negacionista un antiguo hombre del tiempo de TVE, reconvertido en director de museos de ciencia.

Aunque ese era el nivel intelectual de los negacionistas, indudablemente ganaron a la sólida argumentación respaldada por más de un siglo de rigurosos estudios científicos avalado por billones de datos y decenas de Premios Nobel.

Ante una situación tan desesperada, el Simposio de premios Nobel, celebrado en mayo de 2009, lanzó el llamamiento "más intenso” por un acuerdo sobre el cambio climático que estuviese “al nivel de la escala y urgencia de las crisis humana, ecológica y económica a la que el mundo se enfrenta en la actualidad”.

La década más cálida

Y llegó 2010.

Tal y como preveía la ciencia, el año 2010 marcó el inicio de lo que sería la década más caliente jamás registrada. Desafortunadamente no fue el único récord catastrófico.

Esa década siguió marcando máximos en quema de combustibles fósiles y liberación de dióxido de carbono a la atmósfera. La concentración de gases de efecto invernadero batió todos los récords.

La fusión del hielo polar y groenlandés fue la mayor de la que se tiene noticia. El nivel del mar alcanzó su máximo histórico y sigue subiendo con rapidez.

En la década 2010 -2019 la intensidad del Niño (y sus consecuencias) fueron máximas. El mar se acidificó como nunca en la historia de la humanidad.

Como no podía ser de otra forma, a partir de 2010 los llamamientos a la acción “urgente, encarnizada e inmediata” de decenas de miles de científicos se han incrementado exponencialmente.

Protesta científica ante las puertas del Congreso de los Diputados en Madrid, el pasado 6 de abril, con la fachada manchada con agua color remolacha. Alvaro Minguito|Creative Commons

Activismo científico: ¿qué nos puede pasar?

Ante la ineficacia de estos manifiestos, sesudos y venerables catedráticos y profesores de investigación han empezado a desarrollar un activismo directo en muchas partes del mundo.

El pasado miércoles 6 de Abril se produjo la primera huelga científica a nivel mundial para visibilizar el crimen en masa que implican las décadas de inacción climática por parte de los gobiernos.

Ese día en nuestro país, científicos, profesores de universidad y académicos se manifestaron frente al Congreso de los Diputados para "dar la voz de alarma sobre la extrema urgencia de la crisis climática y eco-social y demandar compromisos firmes, eficaces e inmediatos a los responsables políticos”.

Hace 30 años se sabía que, de seguir así, en la década de 2020 - 2029 podríamos pasar el punto de no retorno a partir del cual la catástrofe climática resultase irreversible.

¿Cómo fue posible que ante un asunto de tal gravedad hayamos mirado hacia otro lado?

Desafortunadamente hoy en día ya solo nos queda tiempo para adaptarnos urgentemente a la inevitable catástrofe medioambiental que se avecina.

¿Que nos puede pasar?

Cómo escapar de la extinción humana: artículos para entender lo que está pasando con el planeta

 

Bajo este epígrafe publicamos una serie de artículos que analizan de forma científicamente rigurosa la crisis planetaria en sus diferentes dimensiones, así como explican cómo afectará a nuestras vidas y el precio que habremos de pagar para escapar de la catástrofe que podría acabar con la vida en la Tierra.

Ofreceremos una visión completa de la problemática, siempre en clave divulgativa, que no solo expondrá los últimos conocimientos sobre biología y ecología, sino también las últimas aportaciones desde campos tan dispares como la neurobiología (intentando ver por qué nos comportamos como lo hacemos cuando destruimos nuestro propio ambiente), e incluso desde la economía más científica.

El objetivo de esta serie de artículos es que cualquier persona pueda no solo entender lo que está pasando, sino también, si así lo desea, comprometerse con el planeta con los conocimientos adecuados que le permitan trascender medidas meramente estéticas.

Como el cambio global que estamos sufriendo es extremadamente complejo, los artículos que intentan explicarlo van a ser relativamente complejos. Pero vale la pena esforzarse para entender el cambio global, ya que es algo extremadamente grave.

Para ello le invitamos a hacer un viaje largo y complejo, pero también divertido, a través de toda esta serie de artículos. Solo después de haber leído muchos de ellos estará en condiciones de entender bien lo que estamos viviendo como especie y de actuar en consecuencia.


EDUARDO COSTAS


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