Gijón, Cristina SUÁREZ

No podían haber elegido mejor día para visitar el Jardín Botánico. A decir verdad, parecía que el cielo de Gijón sabía por adelantado que la mujer de uno de los genios del cine, Woody Allen, iba a presentarse allí mismo con sus dos niñas. Y no podía defraudarles. Sol y una temperatura perfecta para una visita ilustre. Como es habitual en Soon-Yi, mientras su marido rueda, ella aprovecha para hacer turismo y compras, y alguien debió de recomendarle uno de los rincones de los que la ciudad de Gijón se siente más orgullosa.

Poco más tarde del mediodía, Soon-Yi llegaba con sus dos niñas: Manzie Tio, de rasgos claramente orientales, y Bechet, rubia y con un aspecto desaliñado que recuerda mucho al de su padre. Les acompañaban dos intérpretes para traducirles al inglés y al francés que hacían más bien las veces de canguro. Lo curioso es que las niñas entendían y hablaban perfectamente el castellano. Algunos trabajadores del lugar aseguraron que las niñas habían soltado algún «mira, mira» y «gracias».

Las cinco recorrieron el recinto de la mano de una guía que les iba explicando con detalle todos los intríngulis de los árboles y plantas. Observaban, tocaban y olían sin parar todo lo que se les ponía a tiro. Después llegó el turno de responder a las preguntas de los medios que se concentraban en el Botánico desde que llegó la noticia de su visita.

Se le preguntó por la gastronomía y el clima asturianos. «Wonderful» y «love it», o sea, «maravilloso» y «me encanta», respondía la mujer de Allen. Fue amable, no hizo ningún gesto de desprecio -incluso se pudo intuir alguna que otra sonrisa-, pero de los monosílabos y las frases hechas no salió. Demostró, una vez más, que no tiene ninguna intención de vulnerar su anonimato. Y de hecho, si no fuera por los periodistas y fotógrafos que les perseguían, habrían pasado perfectamente desapercibidas, como ocurrió cuando la nube de flashes desapareció y pasaron por su lado un grupo de críos y monitores del campamento «Monte de Deva». «¿Soon-Yi, la de Woody Allen? ¿Quién es esa?», preguntaban inocentemente ante el revuelo.

Después de un rato recorriendo el Jardín hicieron un alto en el camino para tomar un refresco en la cafetería, y de ahí, unas cuantas vueltas más y para casa.

No obstante, antes de salir del recinto quisieron dejar patente que habían estado allí firmando en el libro de visitas. Si alguien quiere contemplar la letra de la hija de Woody Allen, ya no tiene que irse hasta su colegio en Mahattan. Con pasarse por el Botánico basta.

La directora del lugar, Ana Casino, les obsequió con unos regalos. A la pequeña de los Allen le tocó una camiseta, que rápidamente se encargó de estrenar. Aunque por el tamaño más que camiseta bien podría ser camisón. La estampa era francamente cómica, como era de esperar viniendo de una Allen.

Y después de los regalos, tocaba irse. Pero antes de ello, LA NUEVA ESPAÑA aún pudo cruzar unas palabras con Soon-Yi.

-¿Qué tal va la película?

-Muy bien. Woody está encantado de cómo van saliendo las cosas.

-¿Y repetirá Asturias en futuras películas?

-Eso ya no lo sé.

-¿Le gustan Penélope y Javier?

-Sí, claro, son grandes actores. Y aquí lo estamos pasando en grande.

A lo que ya no contestó fue a si prefería a Penélope o a Scarlett, esta última, reconocida por el director neoyorquino como su musa. Eso sí, anunció que se quedaría en Gijón hasta el sábado. Quién sabe si por despistar o por haber confundido Gijón con Asturias. Sea como fuere, el Jardín Botánico ya puede presumir de haber acogido a la mujer e hijas de un auténtico genio de la pantalla.

Toma esa, Central Park.