Fue una de esas noches, una de ésas en las que desearías que muchos músicos estuvieran para saber lo que se han perdido. Ahora que el afterpunk (no esa gilipollez del finolis postrock) comienza a ser asumido por nuevas generaciones, llega el cuarteto de Olimpya y nos descubre nuevas y excitantes aristas, demasiado extrañas para ser admitidas por ese rockero seguro del suelo brucespringsteeniano que pisa, demasiado excitantes para que mentes conservadoras puedan llegar a siquiera a disfrutar con esa sudorosa, retorcida, demoledora vibración que exhala un saxo descontrolado que llega a ser exhalado por Ben Hartman por partida dobleÉ «Old Time Relijun» transitan por la tierra quemada del afterpunk de Wire, The Fall combinado con la fiereza de aquel no New York de mediados de los 80, el sonido de la confusión de la gran ciudad que, en realidad, es universal. La noche tenía algo de emotivo, días en espera de que Diego Elvis salga de la UCI, y los cuatro norteamericanos supieron darle ese toque de grandeza en las pequeñas cosas, abigarrados sobre el escenario, con un sonido impecable y con todos los matices que la ocasión merecía. A veces, todo es más, por mucho que algunos piensen que tanto escondido es poco.